La globalización cultural: mitos y realidad

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Natalia Konstantínova

Ph.D (Historia)

Directora del Centro de culturología, ILA

En el siglo XXI, tanto la cultura española como la rusa, representan un material muy rico para la reflexión. Con todas sus diferencias, por extraño que sea, muchos elementos las hacen semejantes. Prácticamente todos los temas actuales para la cultura española contemporánea son también vigentes para la de Rusia de hoy. Las razones de esto son varias, pero la principal es, sin duda, el proceso de globalización que tocó a los dos Estados y a las dos culturas.

En este artículo no se plantea como objetivo establecer analogías directas entre los procesos culturales, que se despliegan en cada uno de los países. La tarea es un poco diferente: contestar a las preguntas: ¿Qué quiere decir en el mundo moderno la globalización cultural en total? ¿Hasta qué punto ella se interpreta adecuadamente por aquellos que la estudian? ¿Qué en estas interpretaciones corresponde a la realidad y qué es el fruto de la imaginación, quiere decir, el mito? Aunque nuestros razonamientos tengan un carácter bastante general, en ellos siempre estarán presentes de manera implícita las imágenes de España y Rusia y de sus culturas. Este camino - de lo general a lo particular, a mi modo de ver, se justifica por el propio tema. La intelección del fenómeno de la globalización cultural al nivel macro, indudablemente, aclarará la comprensión de muchos fenómenos al nivel micro.

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Pues, la globalización se ha convertido últimamente en el objeto de discusiones acaloradas,  tanto en Rusia como en España, al igual que en muchos otros países del mundo contemporáneo. Esto se refiere a todas las áreas de globalización, y principalmente al área cultural. Como se sabe, la cultura abarca o, mejor dicho, penetra todas las esferas de la vida espiritual y material de la sociedad, y por eso se encuentra de cualquier modo incorporada en el proceso de la globalización. En tales circunstancias adquieren una importancia cada vez mayor la interacción, el diálogo y la comprensión mutua entre diferentes culturas,  tomando en cuenta las relaciones complicadas entre la cultura occidental contemporánea y las culturas tradicionales de así llamados países en desarrollo de Asia, África y América Latina. Lo mismo se refiere a las relaciones entre el mundo cristiano y el mundo musulmán, cuyos valores y orientaciones socioculturales se distinguen considerablemente, lo que sirve a menudo de un factor de la tensión social y de resistencia a los procesos de la globalización cultural.

En este sentido España y Rusia representan dos ejemplos elocuentes. Como nosotros sabemos, el mayor problema consiste en que nuevas olas de inmigrantes, a pesar de sus esfuerzos de atenerse a las normas y principios del comportamiento habituales en la sociedad en que ellos se encontraron, su vida cotidiana y sus costumbres muestran y reproducen, como regla, las tradiciones y estereotipos de modo de vida adquiridos desde la infancia en las culturas anteriores.

Hay que tener en cuenta que el propio término "globalización" está influenciado por una amplia gama conceptual pluridisciplinaria. Como escribe el sociólogo  Gerhard Steingress: "Las nuevas identidades ya no se construyen mediante la delimitación nacional-cultural, sino más bien a través de una trasgresión sistemática de las tradiciones, estructuras y fronteras, como efecto de la imposición  de nuevas realidades sociales en el marco de la globalización".

Por otro lado, como señala la investigadora rusa Tatiana Bogatyreva: "En realidad, ningún cambio social sería posible si en la actividad práctica no se toma en cuenta el carácter específico de las costumbres,  usos y tradiciones de cada pueblo, si no se realiza el trabajo de elevar el potencial creador de cada personalidad y de su cultura, de desarrollar sus hábitos intelectuales, de conservar y enriquecer los valores culturales de las personas, de la salud espiritual de la nación en general".

El uso polifacético del término "globalización cultural" exige una aclaración previa de nuestro enfoque para poder identificar no solamente los aspectos positivos y negativos de este fenómeno sino también separar los mitos sobre la globalización cultural de su realidad. Normalmente circunscribe a la globalización cultural un conjunto de procesos sociales y culturales basados o relacionados con el avance revolucionario de la informática y los sistemas de telecomunicaciones, cuyas consecuencias han creado una situación, donde, según las palabras del investigador  brasileño Arturo Rodriguez Morató "la definición territorial de las sociedades se ha convertido en problemática".

A una nueva realidad corresponden nuevos conceptos, tales como "transculturidad" e  "hibridación cultural", que reflejan las dinámicas surgidas a causa de un cierto debilitamiento de las llamadas culturas nacionales, en consecuencia del resurgimiento de nuevos espacios y procesos a nivel global. Se trata, pues, de identificar el objeto de la globalización cultural y de elaborar una teoría adecuada.

Existen muchas respuestas a la pregunta ¿Que es la globalización? Sociólogo Ulrich Beck la define como "proceso que crea vínculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza las culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas".

Todas estas consideraciones me parecen muy importantes  al abordar el tema de la globalización cultural, sus mitos y su realidad.

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En múltiples declaraciones referentes a los procesos actuales de la globalización cultural la opinión acerca de su influencia extremamente negativa sobre el estado de la cultura se ha hecho uno de los lugares comunes. La globalización, según sus adversarios, lleva a la desaparición de la originalidad cultural de muchos pueblos, no solamente pequeños, sino también grandes. Ellos dicen que bajo su influencia se forma un estandarte cultural unificado, marcado con el sello de la americanización que destruye la diversidad de los modos de vida tradicionales, de las costumbres e identidades culturales que aún ayer coloreaban la paleta de nuestro mundo.

La paradoja de la globalización, en general, y de la cultural, en particular, consiste en que a veces se hace difícil entender qué es lo que precisamente cambia y en qué consiste la esencia de estos cambios. Tal tipo de dificultades de vez en cuando favorecen la aparición de nociones míticas, tanto apologéticas como alarmistas, sobre el carácter de los procesos que pasan en el mundo. Parece que las afirmaciones sobre la amenaza fatal que la globalización representa para la diversidad cultural pertenecen precisamente a aquellos mitos alarmistas que han adquirido últimamente bastante popularidad.

La desaparición de tabiques nacionales abre posibilidades sin igual a una divulgación rápida de diversos productos, inclusive culturales, de los países del Occidente hacia los rincones más distantes de nuestro Planeta.

 ¿Significa esto que nosotros somos testigos de una imposición al mundo de ciertos patrones del comportamiento y de la cultura, formados según los modelos norteamericanos? ¿Y si se puede, siguiendo los portadores de los lemas antiglobalistas, interpretar la formación de los mercados globales de los productos culturales solamente como una tendencia de convertir  diferentes países y regiones en apéndices de los Estados Unidos?

 Es importante subrayar que los flujos de la producción cultural de ninguna manera corren en una dirección única. Contrariando el estereotipo sobre la expansión cultural, los Estados Unidos juegan el papel no tanto de productores sino de consumidores.

Según los datos de la UNESCO, el valor total de productos culturales importados en 1998 para los Estados Unidos, incluyendo la producción impresa, obras musicales, artes plásticas, películas, etc., constituyeron US$ 60 mil millones, lo que casi tres veces superó el costo de la producción cultural exportada de los Estados Unidos (US$ 22 mil millones).

Las quejas de antiglobalistas sobre el "destino triste" de los países subdesarrollados aparentan exageradas. La información de la UNESCO muestra que la parte de los países en desarrollo en la exportación internacional de los productos culturales está constantemente creciendo. Y no se trata solamente de la dirección de los flujos de los productos de la cultura y de sus volúmenes. No es menos importante el resultado del consumo de la cultura extranjera. Ningún investigador serio va a afirmar que los habitantes de los países africanos, árabes o latinoamericanos han perdido su identidad cultural porque usan jeans, escuchan música norteamericana y toman coca-cola.

Al mismo tiempo no se puede negar que la globalización contribuye a la divulgación de una cierta cultura general de consumo. Sin embargo, bajo la superficie de este fenómeno bastante unificado se conservan las diferencias culturales reales. Además, precisamente la globalización en muchos casos  impide su derrubio. Gracias a la creciente apertura del mundo y desarrollo de los más modernos medios de comunicación, la gente de diferentes países  tiene una idea más clara uno sobre otro. Eso los libera de algunas ilusiones, permite ver las imperfecciones de aquellos modelos culturales que recientemente eran percibidos como ejemplos a ser imitados.

El carácter abierto del mundo contemporáneo favorece cada vez mayor independencia de las personas en la apreciación de los peligros de las influencias culturales extranjeras. Apenas una parte insignificante de los habitantes de  Europa siente una cierta inquietud con motivo de la amenaza relacionada a la divulgación de la cultura norteamericana.

No obstante, sería  una tontería negar que el panorama cultural del mundo moderno con todas sus transformaciones solamente se manifiesta en aumento de su diversidad. El famoso escritor peruano Mario Vargas Llosa es de otra opinión. Voy a citar sus palabras: "El mundo en que vamos a vivir en el siglo que comienza va a ser mucho menos pintoresco, impregnado de menos color local, que el que dejamos atrás. Fiestas, vestidos, costumbres, ceremonias, ritos y creencias que en el pasado dieron a la humanidad su frondosa variedad folclórica y etnológica van desapareciendo, o confinándose en sectores muy minoritarios, en tanto que el grueso de la sociedad los abandona y adopta otros, más adecuados a la realidad de nuestro tiempo. Este es un proceso que experimentan, unos más rápido, otros más despacio, todos los países de la Tierra. Pero, no por obra de la globalización, sino de la modernización, de la que aquélla es efecto, no causa".

Esta última observación me parece sumamente importante, pues muchos mitos sobre la globalización nacen de la confusión que se hace respecto a las causas y efectos de uno u otro fenómeno.

Acusar a la globalización de los procesos de la modernización es un absurdo porque estos procesos, como muestra la experiencia de nuestros  países y de la humanidad en general, se realizan desde hace tiempo.  Llosa tiene toda la razón cuando dice: "En verdad, el alegato a favor de la "identidad cultural" en contra de la globalización, delata una concepción inmovilista de la cultura que no tiene el menor fundamento histórico".

Todas las culturas, menos las de comunidades paganas primitivas, habían sufrido cambios, absorbiendo los elementos de otras culturas. Oponerse a tales influencias significa defender el arcaísmo.

Claro, no toda influencia cultural es un bien. Mucho depende de la capacidad de las culturas locales de la percepción creadora de las tendencias de afuera, de su habilidad de transformar lo adoptado en concordancia con propios valores y tradiciones, separando todo lo incompatible con estos valores.

La globalización lleva en sí la libertad de opción del camino de desarrollo y el estímulo para modernización de la cultura nacional, bajo la influencia de la mundial. Por eso puede ser definida también  como una fuerza creadora. Los factores más peligrosos para cultura son la discriminación política y la creación de fronteras en el proceso del desarrollo cultural.

Como se sabe, la cultura tiene un carácter irracional y no puede desarrollarse según un plan elaborado anteriormente. Ella necesita, antes de todo, la libertad. Por lo tanto, las limitaciones de su desarrollo en cualquiera dirección, sin lugar a dudas, sirven de un freno.

Hoy en día uno de los argumentos más divulgados en la crítica de la globalización es la tesis que la expansión del idioma inglés favorece al marchitamiento de las culturas, tanto nacionales como locales. Realmente, el inglés se ha convertido en un instrumento de comunicación internacional. Pero no podemos dejar de reconocer que la conversión de uno de los idiomas mundiales en un medio de comunicación global  es, en realidad, el imperativo histórico sin el cual el mundo globalizado podría convertirse en una nueva Babilonia.

Aquí surge una pregunta:  ¿Esta "ascensión" de la lengua inglesa por encima de todas las otras representa una amenaza real para su existencia? ¿Sí se puede afirmar que la expansión lingüística sin falta causa daño a otra cultura?

Vale la pena recordar que en Rusia de antes de la revolución de 1917 el idioma francés, que se usaba mucho, de ningún modo perjudicaba  el desarrollo cultural en la época de Pushkin, Tolstoy, Dostoyevsky y otras figuras clave de nuestro patrimonio nacional.

Los especialistas evidencian que la globalización de ninguna manera está acompañada por una unificación lingüística. Al contrario, ella crea los estímulos para aprender otros idiomas. Nosotros sabemos como internacionalmente crece el interés para el español que, sin exageración ninguna, está conquistando el mundo. El ruso también está despertando cada vez mayor interés en el extranjero. En nuestros días la capacidad de hablar varias lenguas se hizo una condición excesivamente importante no solamente para la comunicación sino también para el éxito profesional. Millones de personas en diferentes países, respondiendo a los desafíos de la globalización, estudian chino, japonés, francés, alemán y otros idiomas, entre los cuales, como ya dije, el español y el ruso ocupan lugares importantes.

Mientras tanto, existe otra tendencia, otra realidad. Un número considerable de lenguas se encuentra al borde de su desaparición. Pero la verdad es que la globalización es sólo parcialmente culpable de este proceso. Una de las causas más importantes constituye la política estatal de una serie de países donde adoptan sanciones contra el uso de las lenguas de minorías nacionales en las escuelas, órganos del poder local, medios de comunicación, etc. Según comunica el Fondo llamado Endangered Language Fund la mayor amenaza para pequeñas lenguas no es  "la lengua  internacional" sino las lenguas regionales que con mayor probabilidad pueden sustituir las lenguas de minorías nacionales.

Hace poco a nuestra Duma, que es el Parlamento ruso, fue presentado por la fracción "Edinstvo" un proyecto de ley que establece la punición por el uso de palabras extranjeras, quiere decir inglesas, por los periodistas, maestros y funcionarios del Estado. Hay que reconocer que tal ley sería incapaz de influenciar la vida real del idioma. "El idioma ruso, - dice el Presidente del Instituto del Idioma Ruso, académico Vitaliy Kostomárov, - se cambiaba durante siglos, en el proceso de nuestros contactos con el mundo exterior. En el mundo actual globalizado no puede dejar de cambiarse aún más rápido.  La única manera de parar este proceso sería entrar en un aislamiento total. ¿Será que nosotros queremos eso?"

Lo mismo, sin duda, puede ser dicho sobre el idioma español.                                           

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De todo lo expuesto se puede hacer la conclusión de que la globalización en general es un proceso prolongado y multifacético. Si entender la globalización como fusión de la vida política, económica y cultural común, entonces este proceso está en su fase inicial. Algunos piensan que la globalización ahora existe solamente para los países de Occidente, mientras que los otros países están separados de la participación en el proceso de tomar  decisiones importantes. Otros consideran que la globalización  abarca todo el Planeta.

Entre estas opiniones polares existen varias otras, cada vez apoyadas por argumentos, convincentes en mayor o menor grado. Eso se refiere sobre todo a la globalización cultural que, como muestra la experiencia de España y Rusia, realmente representa un fenómeno muy complicado para su interpretación. No es asombroso que tal carácter contradictorio de la globalización engendra muchos mitos a su respecto. Voy a mencionar solamente tres de estos mitos:   

Primero, la opinión que la globalización obligatoriamente lleva a la disolución de la originalidad e identidad de así llamados países subdesarrollados y en desarrollo.  

Segundo, la consideración que la globalización es un plano especialmente elaborado o una estrategia apuntada a la invasión a otras partes del mundo y a la creación de las amenazas para las culturas locales mediante su unificación.    

Tercero, la afirmación que la globalización es un sinónimo de la americanización de la cultura, que es una propagación de los modelos y patrones occidentales y, al final de cuentas, es una forma moderna del colonialismo cultural que tiene por objetivo la eliminación de los valores tradicionales, en otras palabras, que representa un peligro a  la diversidad cultural.

La enumeración de estos mitos podría ser continuada, pero no me parece oportuna, ya que la tendencia está clara. A mi juicio, es mucho más importante contraponer a estos mitos la realidad, a saber:   

Primero, la globalización representa de hecho un fenómeno neutro con relación a los valores. Por lo tanto, no puede ser considerada a través de las categorías de "lo bueno" o "lo malo".  

Segundo, no hay suficientes fundamentos para hablar sobre la conclusión del proceso de la globalización porque este proceso todavía adquiere su fuerza y velocidad.    

Tercero, la paradoja de la globalización moderna consiste en el hecho de que las diferencias culturales locales ahora son más expresivas que antes. El pluralismo cultural se ha convertido en una característica bien manifestada de la comunidad mundial contemporánea.

No es casual que hace poco haya surgido un término especial - "glocalización" que es una combinación de las palabras "globalización" y "localización" que refleja un proceso de entrelazamiento de las particularidades locales del desarrollo de pueblos y las tendencias globales.

Se puede hacer por lo menos una conclusión muy importante de todo lo dicho.  Los estudios actuales de las culturas, tanto española, como rusa, obligan tener en cuenta todas las peripecias del proceso de la globalización cultural mundial. En este sentido la tarea principal de los investigadores consiste en desenmascarar los mitos, y a base del enfoque objetivo mostrar la realidad tal como es. En otras palabras, usando la expresión bíblica, separar el trigo de la cizaña.

Revista Iberoamerica, Nº 1, 2008 (edición del Instituto de Latinoamérica, Academia de Ciencias de Rusia)

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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