¿Acabará en la guillotina Sarkozy por su reforma de pensiones?

© RIA Novosti . Vladimir DobrovolskyLa reforma que estipula aumentar la edad de jubilación de 60 a 62 años, provocó airadas protestas en toda la población.
La reforma que estipula aumentar la edad de jubilación de 60 a 62 años, provocó airadas protestas en toda la población. - Sputnik Mundo
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Todo parece indicar que el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, será recordado no sólo por su estelar esposa, sino también por su reforma al sistema de pensiones.

Todo parece indicar que el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, será recordado no sólo por su estelar esposa, sino también por su reforma al sistema de pensiones.

La reforma que estipula aumentar la edad de jubilación de 60 a 62 años, provocó airadas protestas en toda la población.

Después de dos aplazamientos de votación, el 15 y el 20 de octubre pasados, el Senado comenzó el debate en formato abreviado de la odiosa reforma, y se espera que el proyecto reciba la aprobación de la Cámara Alta del Parlamento nacional en un futuro inmediato.

Incluso los senadores que apoyan a Sarkozy sugieren que sería mejor dar a esta cámara otra semana de discusión, pero “el pequeño Bonaparte” considera que no es grave las huelgas, revueltas callejeras y  la situación general que reina en el país.

Si existiera un ranking mundial de protestas (algo parecido a la guía Michelín), la Francia de Sarkozy se llevaría el número máximo de estrellas.

Con sus protestas, los enardecidos franceses parece que dejaron muy atrás a los manifestantes griegos del pasado verano; y eso que, en el caso de Grecia, fue un Gobierno al borde de la bancarrota que estaba rebajando el sueldo y la seguridad social de su población al momento, y no en un futuro más o menos lejano como ocurre con la reforma  de pensiones  en Francia.

Por su parte, los franceses están tan indignados y soliviantados por la reforma de Sarkozy que desde junio han convocado protestas y huelgas casi permanentes.

Hasta este momento, han tenido lugar seis huelgas generales para defender el derecho a jubilarse a 60 y no a los 62 años, como quiere Sarkozy.

Las huelgas se extendieron desde Marsella hasta Calais, desde el Atlántico hasta la frontera con Alemania. Por todo el territorio francés se declaró en huelga el personal ferroviario, los conductores y funcionarios. En solidaridad con los mayores se sumaron a huelga y las protestas los universitarios e incluso los colegiales, a los que hasta la jubilación les quedan más de 40 años largos de vida.

Por lo visto, estos últimos se sintieron animados por el lema de moda  en estos días en Francia: “No queremos gozar de una jubilación con artritis sino disfrutar del retiro”. Sin olvidar la famosa predisposición de los franceses a divertirse como sea,  con tal de no trabajar o estudiar.

¿Y qué es lo que está pasando en realidad? ¿A qué se debe esa reacción tan virulenta en Francia ante una reforma que ya está en marcha en Inglaterra e inevitablemente en casi todos los países europeos? Por cierto, y Rusia tampoco será la excepción.

Sarkozy fue elegido en mayo de 2007 con el 53% de los votos. No se puede decir que su triunfo llegó bajo el  acompañamiento de la “Marsellesa”, pero sí es cierto que su llegada al poder se produjo bajo el signo de su gran popularidad.

Hoy sus índices de popularidad se encuentran, según ciertas estimaciones, por debajo del 20%. Parece que el pueblo entusiasta de entonces no hizo mucho caso a las promesas electorales de su futuro presidente.

Porque, de lo contrario, deberían recordar que, además de las medidas severas contra los inmigrantes irregulares (apoyadas por la mayoría de los franceses), les prometió que cambiaría Francia, el carácter nacional, la manera de pensar y de vivir de los franceses.

Sarkozy prometió que  les enseñaría a trabajar de manera eficiente, hacer más y descansar menos (los franceses gozan de las vacaciones más largas de toda la Unión Europea), así como dejar de abusar de la seguridad social.

Los franceses, cuyo amor por sus bolsillos se conoce de sobra en toda Europa parece que no estudiaron con atención la campaña electoral de Sarkozy, porque su programa preveía un ahorro de recursos y una reforma del sistema de pensiones.

Y la mencionada reforma tampoco es nada del otro mundo: se prevé que, para 2018, la edad de jubilación en Francia se eleve de 60 a 62 años. La edad que permitirá cobrar la paga completa de jubilación será de 67 años en vez de 65.

Si se mira con detalle, no es ninguna revolución. En Gran Bretaña se tomarán unas medidas mucho más drásticas: en la actualidad, la edad de jubilación para las mujeres es de 60 años y para los hombres, de 65. Para 2020, será de 65 años para ambos sexos.

En términos generales, en comparación con las medidas de ahorro severo que se están aplicando o se aplicarán en Islandia, Inglaterra, Grecia o España, donde además de la jubilación se recortan todo tipo de ayudas sociales actualmente vigentes, a los franceses les debería dar vergüenza su desmesurada reacción.

Según las estadísticas, los franceses se jubilan completamente, es decir, dejan de buscar fuentes de ingreso mucho antes que los españoles, los ingleses, los italianos, los alemanes, los griegos, los norteamericanos y los japoneses. El déficit del Fondo de Pensiones en Francia aumenta a gran velocidad y sin las medidas anunciadas podría quebrar incluso en 2015.

Por otro lado, no es un gesto demasiado bonito por parte del Gobierno francés anunciar que los ciudadanos de la Quinta República empezarán a cobrar su jubilación no en el momento esperado, sino dos años más tarde.

En el ardor de las discusiones, los políticos parecen haberse olvidado de que las pagas de jubilación no provienen de su bolsillo, sino de las deducciones de los sueldos de los ciudadanos, efectuadas a lo largo de 40,5 años.

Y si el dinero acumulado no es suficiente, la culpa es del Gobierno, y no de la población, se indignan los franceses. El Gobierno debería haberse preocupado de invertir bien los fondos para que no se redujeran a ojos vistos.

Además, los franceses se sienten muy molestos por los miles de millones de euros subvencionados por el Gobierno a los bancos durante la crisis, mientras que los fondos de pensiones cada vez están más desprotegidos.

Y, sin embargo, tampoco parece un motivo suficiente para estos auténticos “motines de la jubilación”, con coches quemados y barricadas en las gasolineras. Los franceses no son unos radicales que rechacen cualquier reforma: así que, si hay que introducir cambios, se aguantará.

Parece que las protestas van dirigidas en primer lugar contra el mismo Sarkozy, responsable de esta “situación revolucionaria”, más que contra la reforma en cuestión.

El Presidente francés se las ha ingeniado para que la población se volviera contra él con muchísima rapidez. Su método parece simple: un derroche de lujos para él y su esposa (lo primero que hizo como Presidente fue subirse el sueldo un 140% y reducirse los impuestos) que entra en franca contradicción con sus pretensiones de que el resto del país trabaje más y descanse menos.

¿A quién le iba a gustar? Para cambiar a los franceses, su manera de vivir y de pensar se necesitaría alguien con más peso que Nicolas Sarkozy. Dárselas de Napoleón y serlo son dos cosas totalmente diferentes.

En realidad, más que con Napoleón, a Sarkozy se le suele comparar con Luis XVI, quien en 1789 tenía el mismo escaso entendimiento de la situación en el país y de qué no entendía  la razón por la cuál, “la plebe estaba tan soliviantada”.

Como se sabe, ese rey acabó mal. Sarkozy difícilmente será guillotinado, pero sin lugar a dudas le espera un largo periodo de protestas. Y por su puesto, se puede olvidar de las elecciones de 2012, a no ser de que ocurra  algo completamente inconcebible, como, por ejemplo, que los franceses sean deportados del país del vino, los quesos y los perfumes y sean sustituidos por gitanos rumanos y búlgaros.

Los socialistas, a su vez, ya han prometido que, una vez en el poder, volverán a fijar la edad de la jubilación en los 60 años.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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