La ley del vencedor y las pretensiones de Japón por las islas Kuriles

© RIA Novosti . Sergei KirkachArmando Pérez
Armando Pérez - Sputnik Mundo
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La reciente visita del presidente ruso, Dmitri Medvédev, a la isla Kunashir, reclamada por Japón, como parte del archipiélago de las islas Kuriles, puso en tensión las relaciones entre Moscú y Tokio en vísperas de importantes foros de concertación en el sudeste asiático.

La reciente visita del presidente ruso, Dmitri Medvédev, a la isla Kunashir, reclamada por Japón, como parte del archipiélago de las islas Kuriles, puso en tensión las relaciones entre Moscú y Tokio en vísperas de importantes foros de concertación en el sudeste asiático.

Durante las cuatro horas que duró la visita, Medvédev estuvo una central geotérmica, visitó un jardín infantil y mientras tomaba el té en casa de isleños, prometió inversiones y proyectos de fomento para mejorar las condiciones de vida en las islas.

El primer ministro de Japón, Naoto Kan declaró  que la visita del presidente ruso a Kunashir fue un paso  “muy lamentable” y su ministro de Asuntos Exteriores afirmó  que con esa visita Rusia “había herido la sensibilidad del pueblo japonés”.

Una reacción muy comprensible desde el punto de vista de los japoneses, ya que Kunashir se encuentra a una distancia de ocho usos horarios de Moscú (6.976 kilómetros) y a penas a 16 kilómetros de Hokkaido, la isla más septentrional de Japón.

Ante semejante desproporción de distancias, no sólo a los japoneses sino a cualquier ciudadano del mundo le cuesta imaginar qué hicieron los rusos para adueñarse de esas islas, o mejor, cómo se las ingeniaron los gobernantes nipones para perder un territorio que se encuentra a la vuelta de la esquina.

Y sin embargo, así ocurrió, las cuatro islas Kuriles del sur como las llaman los rusos pasaron, a ser propiedad de la Unión Soviética tras finalizar la II Guerra Mundial en 1945 después de la humillante capitulación de Japón,  el 2 de septiembre de 1945 a bordo del acorazado estadounidense Missouri.

Aunque los combates en ciertos sectores del frente oriental, en la zona de Manchuria, el sur de la isla Sajalín y las Kuriles continuaron  por lo menos hasta el 10 de septiembre, circunstancia que aprovechan algunos historiadores  para sugerir la supuesta ilegalidad de Moscú de administrar las islas de Iturup, Kunashir, Shikotai y el archipiélago de Habomai, conocidas en Japón como “territorios del norte”.  

La guerra entre la URSS y Japón, la última campaña importante de la II Guerra Mundial duró menos de un mes pero transcurridos 65 años, sus consecuencias, o más exactamente el contencioso en torno a las islas Kuriles,  impiden a Rusia y Japón firmar un tratado de paz.

Una vez concluida la guerra, la paz se estableció en los términos que impuso el vencedor, y en consecuencia, la URSS recuperó Sajalín, las Kuriles  y otros territorios perdidos en la guerra ruso-nipona de 1904-1905.

Aunque en la II Guerra Mundial la URSS combatió  contra Alemania en Europa, y EEUU contra Japón en el Pacífico, al final  de la contienda Moscú no tuvo otra opción que abrir otro frente de combate contra el Japón imperial.

 En la conferencia de Yalta en febrero de 1945, el líder soviético, Iósif Stalin, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt,  y el primer ministro británico Winston  Churchill pactaron que la URSS tenía que declarar la guerra a Japón.

Y una vez derrotados los agresores (Alemania, Japón y sus aliados) la repartición del mundo tras la II Guerra Mundial se rigió por la ley del vencedor, lo mismo que en otras guerras en la historia ya que de otra forma no puede ocurrir.

Una ocasión para concertar la paz entre el Japón y la URSS pudo haber sido el Tratado de Paz de San Francisco firmado por Japón y los países aliados en 1951, pero el documento no fue firmado por Moscú  y tampoco estableció con claridad la soberanía de algunas islas incluidas las Kuriles.

Este lamentable fracaso de cordura política se debió a la agria confrontación ideológica que se apoderó del mundo dictada por la “guerra fría”.

Posteriormente, en 1956, la URSS propuso devolver a Japón dos de las cuatro islas disputadas, entonces EEUU que en ese momento no le convenía un acuerdo de paz ruso-nipón, y también desde la postura de vencedor, advirtió a Japón que si aceptaba la oferta soviética no recibiría nunca la isla de Okinawa donde estaba emplazada una base del ejercito  estadounidense.

Regresando al presente, al comentar las razones que movieron al presidente Medvédev visitar Kunashir, la prensa rusa destacó el compromiso del líder ruso de levantar el extremo oriente, una región durante décadas olvidada por los inquilinos del Kremlin.

Tras la apertura del oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico con ramificaciones a China y la puesta en marcha de la primera planta de licuefacción de gas en el sur de la isla de Sajalín, el gobierno ruso puede emprender sus planes de infraestructura y fomento en Siberia oriental y el extremo oriente,  regiones ricas en recursos naturales y prácticamente todavía por colonizar.

Algunos expertos sugirieron que la visita de Medvédev a las islas Kuriles se enmarca en una estrategia de postura fuerte del Kremlin en momentos cuando es necesario elevar la imagen de Rusia como potencia influyente en el sudeste asiático.

Medvédev visitó Kunashir de regreso a un viaje a Vietnam en donde asistió a la cumbre de Rusia-ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) para reforzar las relaciones con los diez países miembros muy pequeños en territorio pero claves en la zona.

Y el 13 y 14 de noviembre próximos debe comenzar en Yokohama (Japón) la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en el marco de la cual está prevista una reunión bilateral entre Medvédev y el primer ministro nipón Naoto Kan.

En esa misma reunión está prevista otro encuentro entre Kan y el presidente de China, Hu Jintao, para recomponer las relaciones chino-niponas deterioradas tras el incidente ocurrido el pasado mes de agosto en el archipiélago de las islas  Senkaku, como las llaman en Japón o Diaoyu como las reconocen en China.

Esas islas, en el mar de China Oriental, ricas en recursos marinos y yacimientos comprobados de gas e hidrocarburos, bajo la administración de Japón son reclamadas por China y Taiwán.

 Técnicamente es un contencioso territorial similar al conflicto por las Kuriles, con la única diferencia que en este caso el demandante es China y el demandado es Japón.

Tras la II Guerra Mundial, esas islas quedaron en poder de EEUU y fueron trasferidas a Japón en 1953 sin consultar con China, porque Washington en calidad de vencedor, se atribuyó el derecho a hacer lo que le pareció con ese botín de guerra.

 

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