Las mujeres toman la palabra: Cosas de chicas o Por qué las mujeres hablan tanto

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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Hay un viejo chiste ruso sobre dos mujeres que pasaron diez años en prisión compartiendo la misma celda. Salieron el mismo día y en vez de ir volando a casa, decidieron platicar otro par de horas

Hay un viejo chiste ruso sobre dos mujeres que pasaron diez años en prisión compartiendo la misma celda. Salieron el mismo día y en vez de ir volando a casa, decidieron platicar otro par de horas

Me he acordado de este chiste al encontrar el libro El cerebro femenino, escrito por la doctora Louann Brizendine, psicoterapeuta de San Francisco. Trata de uno de mis temas favoritos: la diferencia enigmática entre la naturaleza masculina y femenina, nuestros modos de pensar, sentir y actuar.

La autora afirma que debido a ciertas diferencias hormonales inherentes las mujeres no pueden parar de hablar a veces, con lo que aburren, desconciertan y/o irritan a los hombres.

Señala que la gran cantidad de testosterona que llega a los fetos de sexo masculinos cuando crecen en el útero reduce el número de neuronas en los centros de cerebro para la comunicación, lo que posteriormente convierte a los chicos en lobos taciturnos.

A su vez, las chicas que por naturaleza tienen más amplias áreas verbales, experimentan un influjo de estrógenos durante la pubertad y con esto están más propensas a charlar, charlar rápido y mucho, con un mayor número de gestos y un vocabulario más rico que los hombres.

La autora revela que las féminas hablan un promedio de 20.000 palabras al día, casi tres veces más que los hombres.

Algunos de los datos expuestos en este libro, ante todo el número de palabras pronunciadas al día, provocaron un amplio debate, pero yo personalmente sí que me relaciono con esta investigación. A excepción de que al lo mejor yo al igual que muchas conocidas mías, hablamos una cantidad mucho mayor de las 20.000 palabras (en espacial, si contamos “¡vaya!”, “ay” y otras expresiones de emoción).

Y aunque conozco a chicos que nos ganarían con facilidad un concurso de habladuría, insisto en que la intensa comunicación es vital para mí y para numerosas hermanas mías alrededor del mundo.Pasen por una cafetería o restaurante de cualquier ciudad: la mayor parte de las mesas está ocupada por grupos de chicas. Los seguidores de tendencias y sicólogos reclamarían que esto se debe al creciente déficit masculino: la mayoría de los chicos están en el trabajo o prefieren pasar el tiempo con su pareja. Pero yo no estoy de acuerdo: muchas mujeres, incluso felices con sus relaciones, necesitan reunirse con sus amigas regularmente.

Para nosotras es algo mucho más natural que ir de compras. Platicar es el modo más seguro y eficiente para relajarnos y darle sentido a la infinidad de nuestras emociones.

Al decir las cosas en voz alta podemos entender este mundo un poco mejor. Hablando procesamos la información, la analizamos y tomamos decisiones. El pensar puede tan sólo confundirnos así que preferimos pensar en voz alta.

Solemos repetir las cosas y saltar de un tema a otro como mariposas en un día de sol en primavera, haciendo enfoque de detalles poco importantes y pasando por alto otras. Y no es nada asombroso que a veces los hombres ni siquiera llegan a entender de qué estamos hablando.

¿Qué hacen las cuatro protagonistas del filme Sexo en Nueva York? Van de compras, se enamoran y se desenamoran, hacen carrera, crían a los hijos. Pero lo más curioso, ellas HABLAN. No importa lo ocupado que están ni lo felices que se sienten en su vida personal, siempre encuentran tiempo para reunirse juntas en una cafetería y platicar sobre los asuntos corrientes. Incluso si ya lo han discutido muchas veces por teléfono o con sus terapeutas. Justo como las protagonistas del chiste ruso sobre la cárcel.

Estudios revelaron que una charla con amigas produce en la mujer una subida de dopamina. “El contacto comunicativo activa los centros de placer en el cerebro femenino. El confesar los secretos de connotación romántica y sexual activa estos centros aún más”, escribe la doctora Brizendine. Suena justo, a excepción de que el compartir los secretos ajenos nos da un mayor deleite, un placer vergonzoso y un gran alivio. (Aunque creo que hay hombres que son campeones de cotilleo también, especialmente, los que trabajan con mujeres.)

Pero más que todo, la vinculación femenina es para nosotros el modo más fácil de estar en juicio. Científicos aseguran que el “gen de la charla” data de los tiempos remotos cuando los hombres se dedicaban a cazar y las mujeres a recoger frutos y bayas, cuidar de los hijos y mantener la hoguera.

Las mujeres tenían que comunicarse para establecer contacto y divertirse, mientras que los hombres tenían que permanecer quietos para sobrevivir e intercambiaban un par de frases de información esencial y salvavidas tipo “¡A correr!”, “¡Cuidado!”, “¡Lo tengo!”.

Una de mis buenas amigas está casada con un descendiente directo de estos cazadores prehistóricos. El chico, generoso y de buen carácter, pronuncia menos de una docena de palabras en toda la tarde. Por su parte, ella es una de las chicas para las que la charla es igual de vital que la respiración. Al visitarla yo u otras amigas suyas cuando su marido está en casa, se retira a toda prisa hacia su computadora como si tratara de huir de una plaga de langostas. Esta pareja vive feliz matrimonio ya 12 años y tiene dos hijos adorables.

“No espero de mi marido que hable mucho conmigo al igual que no espero de mis amigos tener hijos en común”, dijo mi amiga al agregar que no obstante, tardó casi diez años en aprender a tomar con calma la taciturnidad de su esposo.

Es que aunque digan los científicos que las mujeres tan sólo necesitan que las oigan, en realidad queremos que nos escuchen de vez en cuando, incluso por nuestros hombres también.

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.








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