A dónde llegó Rusia 20 años después de la intentona golpista en la URSS

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Hace 20 años el autoproclamado Comité Estatal de Emergencia (GKChP por sus siglas en ruso) realizó un intento para tomar el poder en la Unión Soviética, suceso conocido como el fallido golpe de Estado de agosto de 1991.

Hace 20 años el autoproclamado Comité Estatal de Emergencia (GKChP por sus siglas en ruso) realizó un intento para tomar el poder en la Unión Soviética, suceso conocido como el fallido golpe de Estado de agosto de 1991.

El fracaso de los golpistas condujo al desmoronamiento definitivo de la URSS y dio impulso a cambios económicos vertiginosos en la Rusia postsoviética.

RIA Novosti pidió a algunos expertos evaluar los resultados de las reformas económicas en los últimos 20 años, para comprender si en ese remoto 1991 existían alternativas al rumbo económico que siguió el país después de la intentona.

Los expertos que participaron en la entrevista tienen ideologías diferentes: liberales, de izquierda y conservadores. Y a pesar de sus antagonismos, todos coincidieron en que el fin de la época soviética y con ella, su la economía planificada, fue un proceso histórico inevitable.

Ruslán Grinberg, Director del Instituto de Estudios Económicos de la Academia de Ciencias de Rusia:

Creo que no existía otra opción, porque “economía normal” es sinónimo directo de economía de mercado.  El peligro, no obstante, está en los matices: hay dos posibles caminos hacia la economía de mercado. El primero es el camino de las reformas controladas, de una transformación estructural vigilada y el segundo, el aventurero, cuyo lema es “libremos la batalla y luego se verá”.

Los defensores de esta variante creían que una vez que hubiera libertad económica, todos los problemas se solucionarían solos, pero eso no es más que una ilusión. Muchos de los promotores de reformas en Rusia arrastran la pesada carga de la ideología liberal de derechas, criticada severamente por la crisis financiera global y una desigualdad económica mundial sin precedentes.

En calidad de alternativa podría haberse considerado la solución gradual: construir el capitalismo, sin tocar los sectores de la extracción. Ello permitiría gozar de un buen presupuesto para invertirlo en desarrollo de la esfera industrial, olvidada durante mucho tiempo en nuestro país. Ocurre que en aquellos tiempos  había falsos temores de que si no se privatizaban a precios irrisorios los activos que valían miles de millones, habría una revancha. Sin embargo, nadie se propuso ni pensaba tomarla.

A fin de cuentas, la economía de mercado asentó sus bases en Rusia, en mayor o meno medida, los institutos de mercado funcionan, pero el precio de esas reformas fue enorme.

Nuestro primer fracaso fue la simplificación excesiva de la estructura económica. Si antes perdíamos en la competición científica y técnica con los países occidentales, ahora también perdemos ante los orientales. El segundo fracaso fue la escandalosa desigualdad en el reparto de los ingresos. Como consecuencia, no tenemos clase media como tal y la posibilidad de un acuerdo en la sociedad es nulo. Para mi esto es “capitalismo anarco-feudal”. El tercer fracaso es el abismo institucional: la burocracia prácticamente se impuso a la Ley.

En mi opinión, el balance es negativo. Estamos de nuevo en una situación poco envidiable, porque todo nuestro bienestar depende del precio del barril de petróleo, algo que a la vez de peligroso, es vergonzoso y carente de perspectivas.

Haría falta una profunda diversificación de la economía que precisaría de unas importantes inversiones por parte del Estado. Por supuesto, existe el riesgo de que aumente  la inflación o por así decirlo, emprender gastos de manera irracional. Sin embargo, habría que arriesgarse, crear nuevas fábricas, posiblemente cerrar temporalmente los mercados para que arranque la producción en serie de productos tecnológicos. Se ha hablado mucho al respecto, pero los avances prácticos no impresionan demasiado.

Boris Kagarlatski, Director del Instituto de Globalización y movimientos sociales:

Todo estaba decidido incluso antes del comienzo de la perestroika. El camino del desarrollo del país fue trazado, a lo mejor, inconscientemente, a mediados de los años 70, por los dirigentes de la época de Brezhnev que orientaron la economía soviética a las exportaciones de petróleo. El resto son detalles y matices.

La pregunta de si era acertada la política económica es incorrecta, porque todo depende del punto de vista de los vencedores y de los intereses políticos que estaban detrás del nuevo rumbo económico.  Desde el punto de vista de quienes se beneficiaron con todo lo ocurrido, se emprendió el rumbo debido y se alcanzaron los objetivos planeados.

Esta gente era parte de la burocracia del PCUS y de la esfera económica que acabó convertida en la burguesía burócrata. El paso al capitalismo era necesario, para que este segmento de la población viviera todavía mejor.

Y para los que quedaron en el escalón más bajo de la escalera social, las reformas de mercado fueron un desastre. Sin embargo, a nadie le interesa su opinión, porque esta gente no incendió ni destrozó, ni hizo explotar nada.

Mientras las capas bajas de la sociedad sigan intentando vivir como durante la época comunista, es decir, obedeciendo y esperando que les den lo que se merecen, su nivel de vida sólo empeorará. Para vivir como los ingleses, hay que comportarse como los ingleses. Nosotros en la actualidad pasamos a formar parte de los países de la periferia, Bolivia, Argelia, etc. nos estamos moviendo de Europa hacia Asia y África.

El consumismo “europeo” de la clase media rusa no se basa en la eficiencia “europea” de nuestra economía, sino en el aprovechamiento de lo que quedó del potencial económico soviético: de la infraestructura industrial y de las tecnologías.En cuanto estas reservas se agoten –y su final no está muy lejos, la clase media en Rusia se vendrá abajo, marcando el fin de la época actual.

Yevgueni Yasin, Rector de la Universidad Nacional “Escuela superior de economía”:

Creo que en 1991-1992 no teníamos demasiadas opciones, porque estábamos en plena crisis y había que tomar decisiones necesarias y a menudo las únicas posibles. Me estoy refiriendo a la transición a la economía de mercado, que fue lo que ocurrió.

Hay quienes decían que las reformas había que llevarlas a cabo de manera paulatina. Ahora se puede decir cualquier cosa, pero en aquellos momentos ya no había tiempo para una transición gradual.

Personalmente estoy convencido de que Yegor Gaidar en rasgos generales, supo poner en práctica el esquema trazado en el programa de reformas llamado “500 días”, con algunos cambios que reflejaban la realidad que se vivía en el país. Es muestra de que todas las propuestas profesionales de entonces se reducían a las mismas ideas que finalmente fueron puestas en práctica.

Se puede decir con bastante grado de seguridad que el objetivo fue alcanzado: se implantó la economía de mercado que garantiza el desarrollo de la sociedad. Lo que debió evitarse fue la supresión de los institutos democráticos producida a partir de los años 2001-2003. El sistema político existente ya está ralentizando el avance económico y a largo plazo puede frenarlo todavía más.

Los objetivos de la economía en estos momentos es asumir el reto de llevar a cabo profundos cambios institucionales que aumenten la confianza entre el mundo de los negocios, el Estado y la sociedad y hagan intensificarse las actividades empresariales y cívicas de la sociedad. Como resultado, crecerían los ritmos del desarrollo económico y se erradicarían las nocivas costumbres del abuso de fondos, del poder, etc.

Otro problema muy importante para Rusia es la diferencia abismal entre los ricos y los pobres: hasta el 60% de la población no ganó nada o perdió a causa de las reformas. Este problema debe solucionarse teniendo en cuenta que habrá de subir los ingresos de la población menos acomodada, sobre todo, aquellos que trabajan en los sectores de la economía dependientes directamente del presupuesto estatal.

Vladisláv Inozémtsev, Director del Centro de estudios de la sociedad postindustrial, editor de la revista “Libre pensamiento”:

El sistema soviético de planificación económica era tan poco flexible, e incapaz de desarrollarse por su cuenta, tan cargado con los gastos militares que era prácticamente imposible sostenerlo. Y todavía en la etapa de las reformas soviéticas, en 1987-1988 se tomaron decisiones profundamente erróneas, al ser dividida la economía activa en sectores comerciales y no comerciales.

Los chinos, por ejemplo, optaron por otro camino: no dividieron  nada, sino que incentivaron la creación de nuevas empresas y potencias productivas en la agricultura y la industria. Esto fue lo que impulsó su economía hacia adelante.

El desarrollo posterior de nuestro país también empeoró por una serie de errores, y el más dramático de ellos fue la privatización. Los nuevos propietarios se hicieron con importantes activos industriales casi de balde. Como resultado, serias inversiones dejaron de ser rentables porque uno ya no se beneficiaba, creando algo nuevo, construyendo nuevas fábricas o comprando tecnologías en el extranjero.

¿Para qué invertir miles de millones de dólares en una planta, si se puede aprovechar los fondos ya existentes, recibiendo ingresos de una refinería adquirida en una subasta de empresas endeudadas? Uno no se siente incentivado para modernizar la economía y su potencial, su competencia no tiene ningún interés en salir al mercado, porque de antemano será menos competitiva.

Los chinos sí que lo hicieron mejor: dejaron las empresas grandes como propiedad estatal, pero al mismo tiempo hicieron lo más fácil posible las inversiones en nuevos centros productivos. Por lo tanto, el crecimiento económico de la RPCh no se debe a las industrias de producción de acero ni de construcción de automóviles, sino a la industria ligera: la textil, la producción de juguetes, de equipo de telecomunicaciones y telefonía móvil, etc., es decir, a los nuevos sectores de la economía.

Por supuesto, recibimos una economía bastante desequilibrada, pero al mismo tiempo, ya no es soviética y funciona conforme los principios de mercado. Si en estos momentos nos dedicamos a realizar reformas, será más fácil llevarlas a cabo y su resultado sería más positivo que lo que se podría haber conseguido a finales de los 80 - principios de los 90 del siglo pasado.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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