Transcurridos diez años después del mayor atentado terrorista perpetrado el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, todavía no se ha dado respuestas concretas a muchas incógnitas en torno a la destrucción del centro comercial en Nueva York, la caída de uno de los cuatro aviones secuestrados por los terroristas, y la postura de las autoridades estadounidenses en la investigación de los mismos atentados.
Para la prensa, científicos y testigos, el interrogante que todavía impide conciliar el sueño fue el súbito derrumbamiento de las torres gemelas.
Al mirar las grabaciones de video desde el momento en que fueron embestidas por dos aviones y su desmoronamiento desde su base, cada vez son menos los estadounidenses que creen la versión oficial que asegura que ambos edificios quedaron convertidos en polvo a consecuencia del choque de los aviones y los incendios provocados en el interior de las edificaciones.
Según informaciones recopiladas por la prensa, los rascacielos fueron construidos teniendo en cuenta precisamente, que una de las amenazas posibles, podría ser el choque con un avión.
Porque un precedente de ese tipo ya había ocurrido en 1945, cuando un avión bombardeo B-25 Mitchell chocó contra el Empire State Building, en ese entonces, el edifico más alto de Nueva York.
Así, los constructores calcularon que el Word Trade Center (WTC) debería resistir varios impactos de aviones Boeing-707, el avión de pasajeros más grande en el momento de la construcción de los edificios.
Vale la pena recordar que las torres demostraron su resistencia a los atentados con bomba ya en febrero de 1993, cuando explotó un camión con 700 kilogramos de explosivos en el aparcamiento subterráneo del centro comercial neoyorquino.
La detonación que ocasionó seis muertos y más de mil heridos en el sótano del edificio formó un cráter de al menos 60 metros de ancho y 30 de profundidad, y aunque se ordenó la evacuación temporal de las torres gemelas, los edificios no sufrieron daños como para prohibir su explotación.
Pero el 11 de septiembre de 2001, ambas torres se desplomaron en segundos como castillos de naipes tras el choche con sendos aviones de parámetros muy inferiores a los calculados.
Expertos en incendios citados por revistas especializadas estadounidenses destacaron el hecho de nunca antes un incendio había ocasionado la destrucción total de una construcción con estructuras de acero.
Los análisis de los escombros de WTC entre los que se encuentran fragmentos de acero fundido todavía es motivo de intensas controversias entre expertos, más que todo por la postura oficial que niega este hecho, ya que su reconocimiento podría dar lugar a interrogantes todavía más difíciles de explicar.
La mayoría de los informes y estudios hechos por entidades y organizaciones independientes rechazan la teoría que de la explosión ocasionada por el impacto de los aviones con sus depósitos de combustible prácticamente llenos, produjo temperaturas superiores a los 1.600 grados centígrados, necesarias para provocar la fusión de la armadura metálica de los edificios.
Peritos destacan que las torres se derrumbaron estrictamente por la vertical, desde la base de tal manera que cada piso del edificio se desplomó sobre el inferior y así sucesivamente hasta quedar convertidos en una montaña de escombros.
Cálculos efectuados por expertos independientes a partir de grabaciones de video demuestran que el WTC no se derrumbó en 18-20 segundos como asegura la versión oficial, sino en un plazo mucho más corto, entre 6,5 y 10 segundos, que corresponde a la velocidad de caída libre.
A juicio de muchos ingenieros, semejante situación pudo ocurrir únicamente si cada uno de los elementos de la planta baja del edificio quedó destruido incluso antes de que comenzara a derrumbarse la edificación. Algunos expertos suponen la existencia de agentes externos y que la caída del WTC se debió a una causa interna en la base misma de la edificación.
Otro gran enigma fue la caída de un tercer edificio, la torre 7 del TWC que se desplomó como las dos anteriores sin haber sido impactada directamente por aviones, y cuya destrucción, según expertos, reúne las características de una demolición controlada.
Entre los elementos que agregan misterio al asunto se destaca el hecho de que en ese edificio se encontraba una de las sedes más importantes de la CIA, oficinas importantes del Departamento de Defensa, el Servicio Secreto y muchas otras entidades federales de seguridad.
Al respecto, expertos recuerdan que medios noticiosos como la BBC informó sobre la caída de la torre 7 del TWC antes de que ocurriera.
Otro asunto que enturbia la versión oficial son las declaraciones y testimonios de muchos testigos que aseguran haber escuchado y sentido explosiones no sólo antes de que se derrumbarán las torres, no también incluso antes del choque de los dos aviones.
Peritos consultados por la prensa que estudiaron los escombros resaltaron que los fragmentos de acero fundido tienen color amarillo que puede ser un indicio de explosivos. Para muchos, otra prueba de que hubo explosiones fue el humo que salió de los edificios, según un estudio hecho por expertos daneses.
Según esos expertos, la mayor parte de las estructuras de hormigón quedaron convertidas en polvo fino y esto es un indicio explosión y no tanto por la caída. El desmoronamiento de las edificaciones estuvo acompañado de la nube de fragmentos característica de las explosiones.
Expertos de un centro de investigación de Italia destacaron que en los escombros encontraron indicios de azufre y nitrato de bario componentes de explosivos utilizados por militares.
Pero lo que mas molesta a la opinión pública es la “cacería de brujas” que emprendieron las autoridades contra los funcionarios públicos que se atrevieron a poner en duda la versión oficial de los cuatro atentados perpetrados en ese día aciago para los estadounidenses.
Muchos fueron amonestados y los más audaces despedidos de sus cargos. La opinión pública neoyorquina recela porque los servicios secretos confiscaron y no publicaron importantes testimonios como una grabación de video de varias horas hechas desde el interior y fuera de las torres gemelas.
Para nadie es un secreto que el FBI prohibió a muchas personas conocedoras de detalles importantes de esta tragedia tener contactos con la prensa o hacer comentarios públicos de lo que vieron en el TWC.
Otro interrogante sin aclarar es la historia del avión que cayó en la sede del Pentágono. Los escépticos resaltan que el aparato tuvo que hacer un giro de al menos 270 grados en un espacio muy reducido, una maniobra incompatible para aviones de pasajeros.
Además los daños que causó en el edificio del Pentágono fueron muy particulares y no fueron en nada similares a las causadas por aviones que embistieron en las torres de Nueva York.
Para muchos cuesta creer que la maniobra para orientar el avión hacia el Pentágono la pudiera haber hecho un terrorista con instrucción de pilotaje básico, pero lo que si cuesta comprender es cómo las cámaras de seguridad de la zona captaron la explosión en el edificio y no el momento de la embestida del avión.
También es muy extraño las conversaciones desde teléfonos móviles entre supuestos pasajeros de los aviones con sus familiares narrando los horrores del secuestro difundidas por muchos medios de prensa después de que definitivamente se dio a conocer que la comunicación móvil fue imposible debido a la interferencia y la distancia entre los aviones y las antenas de repetición de la mayoría de la empresa operadoras.
La credibilidad de la versión oficial respecto al 11-S quedó muy comprometida en lo que respecta a la información que circula en la prensa sobre los terroristas, desde su capacidad para pilotar aviones de esas dimensiones y hábitos de vida incompatibles con un islamista ortodoxo.
En medio de esa avalancha de información contradictoria resalta la postura adoptada por las autoridades, que en el caso del 11-S optaron por dejar circular la mayor cantidad posible de desinformación para reducir en la población la capacidad de comprensión de lo sucedido.
Pero es un error porque al recordar en estos días el décimo aniversario de esa tragedia, la mayoría de las personas con sentido común sentimos un amargo sentimiento de impotencia al sospechar de que alguien por algo, nos ocultan la verdad.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENRE CON LA DE RIA NOVOSTI
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