Rusia prefiere el diálogo para gestionar conflictos internacionales

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Rusia está optando por caminos espinosos sin miedo a incordiar a los nuevos gobiernos de Oriente Próximo.

Rusia está optando por caminos espinosos sin miedo a incordiar a los nuevos gobiernos de Oriente Próximo.

Lejos de intentar frenar el proceso de renovación política en la región, lo único que pretende es conseguir que se actúe de manera civilizada. Esta conclusión se impone tras un encuentro que sostuvo con periodistas el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov. Tales encuentros se suelen celebrar todos los años en la segunda quincena de enero.

A pesar de anunciarse como “balance diplomático del año pasado”, no deja de fijarse para enero e inevitablemente se acaban abordando asuntos del presente y del futuro, una dinámica que se ha repetido este año también.

Más prudencia ante las ‘revoluciones’


Es cierto que los acontecimientos más dramáticos del año pasado tienen su lógica continuación en 2012. Esto es: Oriente Próximo, las rebeliones árabes y las guerras en la región.

El canciller ruso estuvo contestando pregunta tras pregunta acerca de Siria, Irán y países de la zona. Al parecer, no aportó novedades, pero los numerosos detalles y matices de sus explicaciones pusieron de manifiesto algo que antes no se distinguía con tanta claridad.  Se están avecinando cambios dolorosos en un determinado grupo de países (el cambio del régimen también es catalogado como un cambio desagradable, por muy amistoso que resulte ser). Cuál debería ser la reacción de Rusia?

El camino más fácil es seguir el ejemplo de la diplomacia estadounidense, es decir, aparentar que la caída de los regímenes aliados, como por ejemplo el de Mubarak en Egipto, es en realidad una gran alegría para Washington y que Estados Unidos es el mejor amigo de todos los pueblos sublevados.

Y por qué no hacer lo mismo? Moscú podría revocar a los embajadores que habían establecido buenas relaciones con los anteriores gobernantes y con las élites políticas locales. Podría también mostrarse paciente, dado que los líderes revolucionarios de la primera oleada suelen ser borrados por los de la segunda y éstos, a su vez, por los de la tercera… Al final de esta cadena de derrocamientos todo acabará siendo como antes.

Oriente Próximo no es una región de importancia fundamental para Moscú, y se podría dejar de tenerla en cuenta durante unos diez años hasta que las cosas se asienten después de unas sacudidas de semejante magnitud. Así,  para finales de esta década quedaría más o menos claro quién es quién.

Sin embargo, Moscú parece haber elegido el camino más tortuoso: se opuso a los ánimos revolucionarios en Siria, no mostró simpatías algunas hacia los rebelados en Libia y a primera vista se empeña en frenar todo intento de la “renovación revolucionaria en la región”.

Cuál sería la razón de este comportamiento de Rusia, que no se echó atrás ante la perspectiva de acabar enfrentada con aquellas fuerzas que buscando vida mejor estaban derrocando a sus Gobiernos?

No es una cuestión concerniente al mundo árabe


Serguei Lavrov no tuvo que contestar a esta pregunta, porque no se llegó a formular de una manera tan directa y desafiante. No obstante, sus palabras permiten trazar rasgos generales de la opinión oficial de Rusia acerca de las revoluciones en Oriente Próximo.

Para empezar, Rusia no pretende oponerse a los cambios. Siendo una fuerza externa ha de aceptar la elección de los pueblos de la región y no inmiscuirse en los asuntos internos de otros Estados, subrayó el jefe de la diplomacia rusa. Se diría incluso que se ha de actuar de esta manera, incluso si las experiencias de un país demuestran que toda revolución equivale a una catástrofe.

El ministro expuso también algunos principios que se deberían tener en cuenta respecto a su comportamiento en Oriente Próximo “las fuerzas externas”. Primero, no echar más leña al fuego, la región ya es un punto lo suficientemente ardiente. Segundo, no obstaculizar ningún esfuerzo pacificador. Tercero, no instar a la oposición a mostrarse implacable ni tampoco armarla, prestando asistencia sólo a quienes abogan por el diálogo.

Moscú, al igual que sus influyentes aliados, está siguiendo a rajatabla estos principios en los debates sobre Siria dentro del Consejo de Seguridad de la ONU. Y Serguei Lavrov volvió a recordar dos principios de los que Rusia no se retractará. Uno consiste en que los actos de violencia lo siguen siendo independientemente de ser cometidos por los allegados al actual régimen político o a la oposición. Por lo tanto, el afán de revancha no le concede a la oposición la carta blanca para cometer delitos.

El segundo postulado consiste en que la Resolución sobre Siria no contiene nada que pueda interpretarse como una autorización del uso de la fuerza.

Mantener relaciones diplomáticas con el mundo árabe sublevado es en general un asunto muy delicado. Gran parte de los regímenes representados en la Liga de Estados Árabes son recién electos y no demasiado experimentados, muchos están enzarzados en un conflicto con la parte chiíta del mundo islámico. De ahí la constante desconfianza hacia Irán y su aliado, Siria. Esta situación entraña graves peligros.

El resumen de la opinión del canciller ruso sobre los acotecimientos en Oriente Próximo sería el siguiente: la situación es impredecible, los cambios acaban de empezar y por consiguiente hay que obrar con cautela.

Sin embargo, las relaciones con los estadounidenses y los europeos son todavía más complicadas. Su actuación en torno a Libia, Siria e Irán hace suponer que en vista de la creciente debilidad de sus posiciones, optan por sumergir a Oriente Próximo en un caos sangriento global que tardará en arreglarse unos diez o veinte años. No parece haber otros motivos, dado que los países occidentales apenas podrían contar con simpatías por parte de los nuevos regímenes de la zona.

Oponiéndose a Europa y a Estados Unidos, Rusia en absoluto intenta “rivalizar con ellos en todo”. Más bien al contrario, a Moscú le gustaría conseguir nuevas fórmulas de cooperación adaptadas a esta nueva y complicada época.

Ocurre que Oriente Próximo no tiene ningún monopolio en lo que a  disturbios callejeros se refiere y el año pasado en segundo lugar en el uso de la violencia en las calles estaba precisamente los países europeos. Estados Unidos tampoco debería considerarse al margen.

La diplomacia rusa defiende sus principios no sólo en Oriente Próximo, sino por todo el mundo. No está sola en su empeño, es miembro de los BRICS (junto con Brasil, la India, China y Sudáfrica) y es apoyada además por decenas de Estados. No es un ejemplo de fuerza, sino de su esfuerzo por conseguir sus objetivos de manera civilizada.

De modo que los principios expuestos no se aplicarían únicamente a las relaciones con Oriente Próximo, sino que servirían de base para el intento de corregir el orden de las cosas en una época difícil. Y los resultados de este intento se verán más adelante.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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