Cuando los asesinatos condicionan la campaña electoral

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Mientras estaba vivo, hablaban de él como el “tirador de la motocicleta”, “el asesino de Toulouse” y “el Breivik francés”.

Mientras estaba vivo, hablaban de él como el “tirador de la motocicleta”, “el asesino de Toulouse” y “el Breivik francés”.

Tras su muerte, tal vez, hablen de la influencia que ejerció en el comportamiento de los electores en Francia en vísperas de las presidenciales. Aunque él mismo nunca se habría parado a pensar en tal posibilidad, las acciones de Mohamed Merah de 23 años, ciudadano francés de origen argelino que mató a sangre fría primero a tres militares y pasados unos días a un maestro y tres niños en la escuela judía de Toulouse, llegaron a formar parte intrínseca de la campaña electoral en este país europeo.

El primer asesinato, el de un soldado de cuerpo de paracaidistas, cometido el 11 de marzo en Toulouse, no tuvo amplia resonancia. Sin embargo, el segundo ataque, casi idéntico, perpetrado por un hombre montado en una motocicleta negra tipo scooter que en pleno día disparó contra tres militares causando muerte a dos de ellos y heridas graves al tercero, despertó a los políticos que, unánimes, empezaron a solicitar que el culpable sea “buscado y castigado”, aprovechando la ocasión para de paso intercambiar reproches.

Después del tercer ataque del “tirador de la motocicleta” – la masacre en la escuela judía de Toulouse el 19 de marzo - el vínculo entre los asesinatos y la política se hizo evidente para todos. Por primera vez en la historia de la Quinta República dos de los participantes de la carrera presidencial, el actual presidente Nicolas Sarkozy y su principal rival, socialista François Holland, anunciaron la suspensión de la campaña durante tres días. De este modo dieron a entender que no tenían intención de utilizar la tragedia con fines electorales.

También los representantes de las comunidades judía y musulmana de Francia pidieron a los candidatos que se abstengan de utilizar lo ocurrido en Toulouse con fines políticos. “Estas cosas no se deben vincularse”, declaró el presidente del Consejo Representativo de Instituciones Judías en Francia, Richard Prasquier.

“Estamos en plena campaña electoral, por lo tanto algunos podrán intentar utilizar lo ocurrido con fines políticos. Pero estas tentativas me parecen vergonzosas”, dijo a su vez el presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán, Mohammed Moussaoui. “No estoy hablando de nadie en concreto, simplemente quiero advertir contra una conducta indigna”, añadió.
No obstante, la actitud de los líderes de la carrera presidencial y las declaraciones de los líderes religiosos no encontraron apoyo del resto de los candidatos a la presidencia.

Tan solo la lider del Frente Nacional, Marine Le Pen, a la que los sondeos le otorgan el tercer lugar en la carrera presidencial, pidió que se aplazaran los teledebates con su participación. Los demás candidatos decidieron continuar la campaña, algunos incluso declararon que la continuación de la lucha electoral es la única reacción correcta ante las acciones del entonces todavía anónimo “asesino de Toulouse”.

En cierto sentido tienen razón. Después del todo, todo lo que hacían y decían los participantes de la carrera presidencial inevitablemente se percibía en la sociedad como una prolongación de la lucha electoral. Además, los medios franceses no dejaban escapar ningún detalle al respecto informando sobre quién de los candidatos había participado en el minuto de silencio organizado en los centros escolares del país en recuerdo y homenaje de las víctimas de la matanza en Toulouse, quien había acudido a la ceremonia de despedida de los militares caídos a manos del “tirador de la motocicleta”. Y, naturalmente, siguieron con máxima atención todas las declaraciones de los candidatos ya que, dada la situación, cada palabra podía tener un papel decisivo para despertar antipatías o simpatías de los electores.

No es la primera vez que los sucesos sangrientos intervienen en el curso de la campaña electoral en Francia. Los expertos recuerdan que en 1988, en vísperas de la segunda ronda de las presidenciales, los comandos franceses realizaron en Nueva Caledonia una operación para liberar a los rehenes secuestrados por los independentistas de este territorio ultramar. Los rehenes se quedaron en libertad pero durante el operativo murieron 19 terroristas y dos paracaidistas.

El entonces presidente francés François Mitterrand, que como jefe supremo del Ejército había dado su visto bueno a la operación, calificó sus resultados de “lamentables”. Su rival, el primer ministro Jacque Chirac, al contrario, dirigió a los militares el mensaje de sus más “calurosas feliciaciones”. Los expertos creen que esta imprudente declaración fue una de las causas de que Chirac perdiera las elecciones.
Más frescos aún en la memoria están los acontecimientos de la campaña de 2001: el 27 de marzo Richard Durn, de origen esloveno, abrió fuego con un arma automática en la sala donde se celebraba una reunión del Consejo Municipal de Nanterre, en las inmediaciones de París. En el ataque murieron ocho diputados y más de 20 personas resultaron heridas. Tras ser detenido e interrogado durante varias horas, Durn se suicidó tirándose por la ventana de la sede de la Brigada Criminal parisina.

Al día siguiente el entonces presidente Jacque Chirac responsabilizó durante un mitin del aumento de la criminalidad y la violencia al gobierno socialista presidido por su principal rival, el primer ministro Lionel Jospin. Éste no supo darle una respuesta que valiera y no tardó en quedar derrotado cediendo liderazgo a Jean-Marie Le Pen, presidente del Frente nacional, que durante su campaña electoral hizo especial hincapié en las tareas de seguridad de los ciudadanos y lucha contra la delincuencia.

Cuando Sarkozy hace cinco años luchó por su primer mandato, centró su campaña en temas de seguridad. Entonces le ayudó a ganar, ahora le podrá costar caro. Es verdad que las fuerzas de orden consiguieron localizar al “tirador de la motocicleta” e identificarlo en seguida. Pero la confesión pública de Claude Gueant, el ministro del Interior de Francia, que Mohamed Merah había estado durante varios años en el punto de mira de la Dirección Central francesa de Información Interior por estar vinculado a los grupos islamistas no mejorarán el prestigio de los servicios secretos del país, sino todo lo contrario.

Los detalles del operativo para capturar al terrorista, que durante más de 24 horas siguieron en directo los espectadores no solo en Francia sino de todo el mundo, no dejan de suscitar preguntas. Al fin y al cabo, los comandos franceses no llegaron a cumplir la misión encomendada por el mandatario del país: capturar al “tirador de Toulouse” vivo para entregarle a la justicia. Cuando tras un prolongado asedio los comandos penetraron en el piso donde se refugiaba Merah, el terrorista opuso una encarnizada resistencia, hirió a dos policías y fue muerto por un disparo cuando intentaba escapar por el balcón.

No obstante, esto no impidió a Sarkozy felicitar las fuerzas de orden y amenazar con penas a los que visitan páginas web que defienden el terrorismo o que llaman al odio y la violencia. No tardaron en pronunciarse los demás candidatos: felicitaron, expresaron su alegría por el “triunfo de la justicia” pero en seguida pasaron a acusarse unos a otros de unas declaraciones, evaluaciones y conductas “incorrectas”. En todo caso, la nota real la darán los electores el 22 de abril.

Está claro que no se guiarán exclusivamente por su opinión con respecto al caso de Mohamed Merah, pero éste podrá convertirse en la última gota que colmará el vaso y determinará su elección.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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