Ataques a embajadas de EEUU demuestran el fracaso de su política exterior

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Los musulmanes continúan las protestas multitudinarias frente a las embajadas estadounidenses en Oriente Próximo y otros países. Pero la oleada de violencia ha empezado a reducirse.

Los musulmanes continúan las protestas multitudinarias frente a las embajadas estadounidenses en Oriente Próximo y otros países. Pero la oleada de violencia ha empezado a reducirse.

Cualquier acción callejera, sean las protestas o los pogromos, tiene su inicio y su fin. Los últimos acontecimientos sacaron a la luz pública las verdaderas relaciones entre el mundo islámico y otras civilizaciones, incluida la occidental.

Para Occidente la situación es más grave que antes de la llamada “primavera árabe”, pero esto se puso en evidencia ya antes de los recientes disturbios, que tan solo demostraron cómo se habían agravado estas relaciones. Pero ¿otras civilizaciones han sacado provecho de esto?

Durante los últimos días, la comunidad mediática transmitía en directo la información sobre las manifestaciones en los países islámicos, desde Libia hasta Yakarta (Indonesia), sin hablar de los musulmanes, que demostraron asimismo su ira en las capitales europeas.

Se pueden sacar conclusiones importantes. Por ejemplo, resulta que la polémica película ‘La inocencia de los musulmanes’ contra la que protestan los representantes del mundo islámico no fue más que un simple pretexto para desatar una ola de violencia.

El mundo islámico no siente odio hacia los ultraderechistas occidentales que producen películas controvertidas o queman el Corán, sino hacia lo que se denomina el “imperialismo”.

Además, se supone que por detrás de las manifestaciones actuales están los salafistas (islamistas fundamentalistas) o wahabitas, incluida la red terrorista Al Qaeda, que quedaron relegados al segundo plano en las primeras semanas de las revueltas en el mundo árabe, aunque después tomaron la iniciativa y empezaron a promover su agenda.

Resulta que la película que instiga el odio y la discordia no tiene nada que ver con la escalada de violencia, sino que este odio es mucho más profundo y que los extremistas islámicos salen en el primer plano en muchos países. Y esto es una muy mala noticia.

Además, los viejos y nuevos Gobiernos de la región del ‘Gran Oriente Próximo’ empezaron a aplicar medidas después de una larga pausa y reprimir paulatinamente a la muchedumbre. Los medios de información estadounidenses, por ejemplo, el diario The Washington Post, describen este proceso. Las autoridades no van a tolerar un descontrol de las acciones de protesta incluso si no ha impedido a su celebración desde un inicio.

El periódico menciona las negociaciones entre EEUU y Egipto sobre la concesión al país árabe de un paquete de rescate valor de 3.000 millones de dólares, así como otras noticias tradicionales.

La actividad de las embajadas estadounidenses tiende a normalizarse y todo estaría bien si no se hubiera puesto en evidencia la situación general en el ámbito de relaciones entre EEUU, sus aliados y el mundo islámico.

Un diplomático estadounidense retirado, Aaron David Miller, describió de la mejor manera esta situación. Según él, EEUU no puede conseguir nada en el mundo árabe, pero por otro lado no puede abandonarlo.

Miller recuerda que al inicio de su mandato presidencial el mandatario estadounidense, Barack Obama, hizo un intento de mejorar las relaciones de EEUU con los países islámicos, pero fracasó.

El ex diplomático estadounidense menciona las causas por las que ningún presidente de EEUU, ni siquiera el republicano Mitt Romney en caso de que logre ganar las próximas elecciones, cambiará de postura respecto al Oriente Próximo. Se trata de la lucha por la supervivencia de Israel, los intereses comunes de EEUU, Arabia Saudita y otras monarquías petroleras del Golfo pérsico, etc.

Esta coyuntura suscita preguntas sobre los fundamentos de la política exterior de la administración de Barack Obama que ha dado un viraje de Oriente Próximo hacia el Lejano Oriente, tomando el rumbo hacia la disuasión de China.

Actualmente crece la tensión entre China y Japón por las islas Senkaku (Diaoyu, según la denominación china). Pekín envió 138 barcos pesqueros a aguas territoriales niponas próximas a las islas Senkaku. ¿Podría Obama hacer algo simultáneamente en ambas direcciones de la política exterior: hacia el mundo árabe y el contexto japonés? Sí que podría, pero muy poco.

Además, llegaron malas noticias desde Afganistán que desempeña una importancia especial en el mundo islámico. Los soldados del régimen de Kabul mataron a cuatro militares estadounidenses.

Se lo atribuyó a la venganza por la muerte de nueve mujeres en un parte alejada del país a raíz de varios ataques aéreos de la OTAN. Solo durante el año en curso, 51 estadounidenses fueron asesinados en Afganistán por sus aliados, los soldados del presidente afgano, Hamid Karzai. Además, en Kabul se celebraron manifestaciones de protesta de carácter antiestadounidense.

Afganistán es el punto de coincidencia de la antigua política de EEUU orientada a Oriente Próximo y la nueva orientada hacia el Lejano Oriente. Después de la retirada de la mayoría de las tropas de EEUU de Afganistán en 2014, un escaso contingente se quedará allí para contener así los apetitos de China. Pero el mundo islámico ya recordó a EEUU que no le gustan tales estrategias.

Las manifestaciones de protesta celebradas en países musulmanes pusieron en evidencia que los cambios producidos en esta región no beneficiaron a EEUU y Occidente. ¿Pero quién ha sacado provecho de estos?

¿China? Esto no se sabe todavía. Al menos, el gigante asiático no perdió mucho.

¿Rusia? Los que consideran que Rusia se ha beneficiado del fracaso de EEUU pueden alegrarse. Pero si Rusia ha obtenido una victoria en esta región, solo se trata de la victoria moral. Se advirtió de que las revueltas árabes sumirían al mundo islámico en el caos y contribuirían a la salida de las fuerzas extremistas al primer plano y así ha sido.

EEUU fingió alegría por la “llegada de la democracia” a Oriente Próximo. Y ahora los que se ríen son los que asaltan las embajadas estadounidenses. En este aspecto, Rusia no ha fracasado.

Pero recordemos la década de los ochenta, cuando Afganistán era el único baluarte del extremismo islámico y los soldados soviéticos hicieron un intento de luchar con ellos. Y comparémoslo con lo que representa Oriente Próximo hoy por hoy. Se desvanece el deseo de alegrarse.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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