El mundo católico espera a su nuevo Sumo Pontífice

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La inesperada renuncia al Trono Papal por Benedicto XVI deja a la Iglesia católica en una situación muy delicada. Los cardenales habrán de elegir un nuevo pontífice estando vivo su antecesor y no será fácil desplegar en estas condiciones “campañas electorales”.

La inesperada renuncia al Trono Papal por Benedicto XVI deja a la Iglesia católica en una situación muy delicada. Los cardenales habrán de elegir un nuevo pontífice estando vivo su antecesor y no  será fácil desplegar en estas condiciones “campañas electorales”. De modo que hasta el último momento no se sabrá nada de los pretendientes reales al papado. Lo único que se puede decir con seguridad es que difícilmente se elegirá a un papa reformador.

Benedicto XVI se marcha por el bien de todos

Incluso si alguien en el entorno del papa estaba al tanto de sus planes, fueron pocos y eran de fiar, porque parece imposible mantener en secreto la información sobre un acontecimiento tan extraordinario.

“A juzgar por las reacciones de mis conocidos del mundo católico, la decisión del papa causó gran conmoción”, señala el colaborador de la cátedra de Historia de religiones de la Universidad Estatal de Humanidades de Rusia y miembro de la redacción de 'Enciclopedia católica', Alexéi Yudin.

La última vez que un papa renunció a su cargo fue en 1415, y no ocurrió de buena voluntad. En aquellos momentos la Iglesia católica tenía dos sumos pontífices, en Roma estaba Gregorio XII y en Aviñón, Benedicto XIII. Y sus partidarios se mostraban dispuestos a luchar a brazo partido.

Los reyes de Francia y Alemania solicitaron a ambos papas que renunciaran voluntariamente. Benedicto se negó y fue excomulgado, mientras que Gregorio aceptó y vivió en la tranquilidad del monasterio de Aviñón manteniendo el rango de cardenal. En el Concilio de Constanza convocado para la ocasión se eligió a un nuevo papa, Martín V.

Actualmente, nadie quiere manifestar sus pretensiones al trono papal. Todo parece indicar que Benedicto XVI se marcha realmente de buena voluntad, debido a su delicado estado de salud. Lo que busca es evitar que en caso de agravarse éste, se vea rodeado de intrigas para promover a un sucesor.

En cualquier caso, la explicación ofrecida por Benedicto XVI es que deja el papado por “el bien común” y que es consciente de la seriedad de su decisión y de su “gran importancia para la vida de la Iglesia”.

Las apuestas han fallado

Dadas las circunstancias, Benedicto XVI debería estar preocupado por quién será nombrado como su sucesor en el trono papal. ¿Por qué no lo nombra él?

La fe no permite hacerlo. Únicamente el apóstol san Pedro eligió al primer papa de Roma, Lino, como sucesor suyo. Sin embargo, nadie más osó concederse este derecho. Sin embargo, en la vida real no hace falta pronunciar el nombre de la persona a la que al papa le gustaría ver como su sucesor: basta con redactar un testamento muy detallado sobre cómo desearía ver la Iglesia tras su muerte. Por ejemplo: que no se emprendan reformas internas, que se haga frente al Islam y que esté la Iglesia abierta a la sociedad, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.

Los participantes en el cónclave entendían perfectamente a quién se refería el entonces ya fallecido Juan Pablo II. Entre los cardenales más influyentes había varios defensores incansables de los mencionados valores. Dos de ellos eran italianos, el secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, y el arzobispo de Milán, Dionigi Tettamazi: y uno era alemán, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger.

Al parecer, todo el mundo lo tenía muy claro, porque en las apuestas lideraba el cardenal Tettamazi, mientras que la candidatura de Joseph Ratzinger quedó detrás del cardenal Francis Arinze de Nigeria y del cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga de Honduras. El cónclave, no obstante, votó a Ratzinger, conocido en el Vaticano bajo el sobrenombre de cardenal-tanque. Una muestra convincente de que a la hora de elegir papa todo pronóstico sobra.

La larga lista de los papables

En la actualidad el favorito de las apuestas es Francis Arinze, de 80 años, cuya dimisión del puesto de prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos firmó Benedicto XVI hace cuatro años, debido a su avanzada edad. En noviembre del año pasado por la misma razón dejó de ser miembro del cónclave.

El segundo candidato es el cardenal Peter Turkson de Ghana, de 64 años de edad, prefecto del Consejo Pontificio Justicia y Paz.

El siguiente candidato es Marc Ouellet, de 66 años de edad, prefecto de la Congregación para los Obispos.

En la lista figuran también los nombres de dos italianos, Tarcisio Bertone, de 78 años, secretario de Estado del Vaticano y Angelo Stola, de 71 años, arzobispo de Milano y patriarca de Venecia, uno de los sacerdotes más populares en Italia.

“Existe la palabra 'papable' con la que se designa al candidato más posible al trono papal, y algunos cardenales llevan décadas como papables y nunca llegar a ser elegidos”, explica Alexéi Yudin.

Según el experto, además de los  mencionados cardenales, tiene posibilidades de ser elegido el cardenal austríaco Christoph Schönborn.

“Entre los pretendientes no europeos hay figuras muy interesantes; la del joven cardenal filipino Luis Antonio Tagle, muy dinámico, con un gran potencial. En Sudamérica merecería especial atención el cardenal brasileño Odilio Pedro Sherer, nacido en 1947 y lleno de energía, y el argentino Leonardo Sandri, de 70 años de edad”, señala Alexéi  Yudin. De los cardenales estadounidenses podría ser elegido papa Timothy Dolan.

La pureza de la fe

Los expertos se negaron a reducir la extensa lista de los pretendientes al trono papal a dos o tres nombres. Ni siquiera los propios cardenales quieren hacer pronósticos. “La esperanza nos anima a rezar porque el cónclave inspirado por el Espíritu Santo elija al sucesor digno de afrontar los retos de la actualidad”, señaló el cardenal Timothy Dolan.

Pese a que nadie daría ahora un nombre concreto, el principal requisito para los pretendientes es fácil de conocer. Para ello sólo habría que contestar a la pregunta de ¿cuál es el primer reto que la vida lanza a la Santa Sede?

“Uno de los principales retos y no sólo para nuestra Iglesia, sino para toda la cristiandad es el secularismo mundial”, explica Igor Kovalevski, secretario general de la Conferencia de obispos católicos de Rusia. Se refiere a que la condición no obligatoria de la Iglesia y de la fe para el Estado y sus institutos lleva a un ateísmo, a veces, beligerante. “De modo que lo más importante en estos momentos es aportar el Evangelio a la cultura, la Iglesia precisa de un apasionante misionero que batalle por la pureza de la fe. Podría decir incluso que uno como San Pablo”, indica Igor Kovalevski.

De esta forma se prioriza la continuidad de la política de los últimos dos papas, Juan Pablo II y Benedicto XVI que promovían los valores cristianos tradicionales y conservadores. “Liberales y conservadores son nociones laicas, en absoluto son aplicables a los patriarcas de la Iglesia. Diría que un papa ideal sería en estos momentos el que luche por la pureza de la fe”, señaló.

Es posible que los cardenales se guíen en el cónclave por unos motivos más complejos. Pero sean cuales sean sus anhelos personales, acabarán votando por un defensor de las tradiciones. No importa que no sea un “tanque” como Joseph Ratzinger, que tenga una cuenta en Facebook y Twitter o de qué continente provenga. Será sin falta una persona ajena a las ideas de una “perestroika católica”.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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