La imagen inmortal de Hugo Chávez

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Hugo Rafael Chávez Frías, un líder realmente carismático, polarizó la sociedad, por lo cual siempre habrá evaluaciones opuestas de su herencia política.

Hugo Rafael Chávez Frías, un líder realmente carismático, polarizó la sociedad, por lo cual siempre habrá evaluaciones opuestas de su herencia política. 

Su fama mundial (y los presidentes de países como Venezuela raras veces se convierten en estrellas de nivel planetario) reflejó los cambios en la política global.

La sensación de que en el planeta había empezado la era del monopolio del modelo político y económico liberal  condicionó la demanda de una alternativa. Y Chávez, con su discurso del “socialismo del siglo XXI”, no pudo sino despertar esperanzas entre los izquierdistas desilusionados fuera de su propio país. Al mismo tiempo en el mundo iba creciendo la irritación por el predominio estadounidense. Además, cabe notar que pese a las múltiples críticas contra el sistema político construido por Hugo Chávez, en Venezuela no hubo dictadura monopartidista. Chávez intuyó correctamente la tendencia mundial de fines del siglo XX: las dictaduras ya no estaban de moda. En todo el mundo: desde Europa Oriental hasta Asia Oriental, desde África del Sur hasta América del Sur, la gente reivindicaba la posibilidad de influir en los que gobernaban.

Es poco probable que el “socialismo bolivariano” persista durante mucho tiempo sin Chávez. Al igual que el socialismo soviético, es bueno para redistribuir ingresos (y en la Venezuela petrolífera habrá qué distribuir durante unos dos decenios), pero no estimula ni la eficacia de la administración económica, ni el espíritu emprendedor de la población. Las iniciativas a gran escala de Chávez en la política exterior se extinguirán junto con él: no habrá recursos suficientes para  ambiciones globales, cueste lo que cueste el petróleo.

Sin embargo, todo ello no quiere decir que Chávez sea un rey por un día o alguien incapaz de influir en el curso de la historia. Por muy extraño que parezca, el papel de Chávez se puede comparar con el de Augusto Pinochet, a pesar de que estos dos personajes son antípodas políticos y personas diametralmente opuestas.  Estos dos militares que llegaron a ser jefes de Estados tienen un rasgo en común más: sus líneas políticas, aunque rechazadas más tarde, cambiaron la política posterior, introduciendo en ella nuevos elementos.

Pinochet llevó a cabo reformas neoliberales que sanearon la economía chilena, socavada por muchos años de administración inadecuada que estuvo a punto de colapsar el país, víctima del experimento socialista del Gobierno de Salvador Allende. Está claro que sus métodos represivos no son aplicables hoy, y sus exageradas medidas en el campo económico exigieron correcciones bien pronto. Pocos eran los que lamentaban la retirada de Pinochet, y sus últimos años los pasó de manera humilde, escapando de la justicia internacional.

Sin embargo, la vacuna de una política económicamente responsable, que el general y sus allegados aplicaron a Chile, aún da sus resultados. Desde el año 1989, cuando Pinochet abandonó el puesto de presidente y hasta finales de los 2000 el país lo gobernaron los políticos de izquierda, los viejos oponentes del dictador y partidarios de Allende, derrocado por él. Sin embargo, Chile aun es un Estado muy estable que funciona de manera eficaz, las transformaciones realizadas por gobiernos democráticos no destruyeron la sana base puesta por Pinochet.

Con Chávez la situación es contraria. Introdujo en la política venezolana un motivo muy importante, el de la justicia. Venezuela, incluso en comparación con los demás países latinoamericanos con estructuras sociales similares, destacaba por una estratificación de la sociedad muy grave: siempre con una arrogante élite aristocrática que desdeñaba las masas miserables.  Precisamente estas últimas eligieron a Chávez, viéndole como a uno entre ellos, y el líder hizo que la política estuviera dirigida a los pobres. Algún día el proceso de redistribución tendrá que acabar, y el curso cambiará. Pero aunque los derechistas vuelvan al poder, ya no podrán ignorar lo que Chávez les enseñó a las masas: reivindicar sus derechos. Y en todo caso el elemento social en la política económica tendrá que conservarse, y hasta es posible que sea necesario reforzarlo.

La justicia es una de las palabras clave en la política mundial de hoy. Tanto en el sentido económico, a raíz de la insatisfacción por el existente modelo económico, como en el sentido político. Las “masas” mundiales hablan cada vez en voz más alta, ponen en tela de juicio los privilegios de la “élite”, sean miembros permanentes del Consejo de Seguridad o participantes del G-8. Chávez, con toda su extravagancia, que a veces llegaba a lo caricaturesco, inspiró a muchos en América Latina, y en esto consiste su influencia en la política mundial. En países vecinos aparecieron líderes que siguen el ejemplo de Chávez orientándose a la mayoría pobre. Aunque el altisonante y provocador discurso antiestadounidense de Chávez no tiene mucho futuro, ahora desde Chile y Argentina hasta Brasil y México los líderes muestran que ya no están dispuestos a marchar por donde dice EEUU.

Chávez encarnó su época. Y ahora su nombre completará la lista de los revolucionarios cuyos actos reales no son tan importantes como su imagen, cuya memoria quedará inmortalizada.

 

*Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es presidente del Consejo de Política Exterior y Defensa. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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