Los indignados reclaman un “Brasil Nuevo”

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Vicky Peláez - Sputnik Mundo
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Un despertar social repentino del pueblo brasileño, que durante los últimos 10 años estaba disfrutando el boom macroeconómico estudiado y aplaudido tanto en América Latina como en el resto del planeta, dejó sorprendido a todos los estudiosos de movimientos sociales.

Deseo a todos ustedes que tengan su motivo de indignación. Porque cuando algo nos indigna, nuestra fuerza es irresistible  (Stéphane Frédéric Hessel, 1917-2013)

Un despertar social repentino del pueblo brasileño, que durante los últimos 10 años estaba disfrutando el boom macroeconómico estudiado y aplaudido tanto en América Latina como en el resto del planeta, dejó sorprendido a todos los estudiosos de movimientos sociales.

Hace apenas 15 días nadie pensó que una convocación a la protesta utilizando Twitter por el Movimiento Passe Livre (MPL) por el aumento del boleto de transporte público se convertiría en un despertar social. Los políticos brasileños tanto pro gubernamentales como los de la oposición  se quedaron atónitos cuando el  17 de junio pasado unos 250.000 mil brasileños, siendo la mayoría jóvenes, llenaron las calles de Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador, Palmas, Boa Vista y decenas de otras ciudades para protestar por el alza del valor de transporte, reclamar mejoría en los servicios públicos y decir No a la corrupción.

Las primeras movilizaciones esporádicas y de poca magnitud comenzaron en Sao Paulo  a principios de este mes, cuando  el Ayuntamiento subió el precio de transporte público (el ómnibus, tren y metro) de 3 reales (unos 1,5 dólares) a 3,2 reales (unos 1,6 dólares). Todo esto sucedió días antes del inicio de la Copa FIFA Confederaciones que es un ensayo general del Mundial de Fútbol 2014, entre los campeones de cada continente, programado en seis ciudades (Belo Horizonte, Brasilia, Fortaleza, Recife, Río de Janeiro Salvador y Sao Paulo).

 Simultáneamente la población fue convocada por las redes sociales a manifestarse en otras ciudades afectadas también por el alza de boleto de transporte público. Lo interesante es que las manifestaciones carecen del liderazgo político o social claramente definido.

Se calcula que en las discusiones sobre las protestas a través de Twitter, Facebook etc., participaron no menos de 79 millones de brasileños, es decir un 40 por ciento de la población que es de 190 millones de personas. Según el conteo en la red,  su número está creciendo día a día igual como las manifestaciones... El uso de la violencia brutal por la policía contra los participantes  hizo crecer la indignación en el Brasil, haciendo aumentar las marchas de protesta que se extendieron por todo el país, y plantear nuevas reivindicaciones que incluyen mayores inversiones en la salud y la educación  pública. La movilización ha sido tan fuerte que el gobierno federal tuvo que restringir el uso de balas de goma y el gas lacrimógeno (Brasil es el tercer productor en el mundo de este gas, detrás de Estados Unidos y China), permitiéndole actuar con fuerza solamente en casos de vandalismo y si es provocada.

El descontento de la población llegó a tal extremo que por primera vez en su presidencia, Dilma Rousseff, quien la semana pasada tenía aprobación del 75 por ciento, fue abucheada en el estadio de Brasilia al declarar inaugurada  la Copa FIFA Confederaciones 2013 junto al presidente de la FIFA Joseph Blatter. Para la mayoría de los habitantes de Brasil, los 30 mil millones de reales (unos 13,3 mil millones de dólares) del erario público para la renovación y construcción de 12 estadios beneficiando a las compañías de construcción y estaciones de televisión eran demasiado gasto que hubiera sido mejor destinado al sistema de salud, educación y del transporte público. El último  es de mala calidad y consume un tercio del salario de la mayoría de la gente que permanece hasta seis horas diarias en el transporte para ir a su trabajo y retornar a la casa.

A medida que ha estado creciendo la protesta, aumentaban también las   reivindicaciones del pueblo exigiendo bajar los impuestos que consumen el 37 por ciento del salario en condiciones cuando el Estado pierde anualmente 47 mil millones de dólares en la evasión de impuestos. Por su parte la Asociación Nacional de los Comités Populares del Mundial (ANCOP), la Resistencia Urbana y el Movimiento de Trabajadores y Trabajadores Sin Techo de Brasil exigieron transparencia en el uso del dinero público destinado al Mundial y acusaron al gobierno en crear las condiciones para la explotación empresarial del fútbol.

Para calmar la opinión pública no le quedó otra alternativa a la presidenta Dilma Rousseff que anunciar, después de consultar a Luiz Inácio Lula da Silva, que “mi gobierno está atento a esas voces por el cambio y está comprometido con la justicia social”, añadiendo después que “esas voces necesitan ser oídas”. Por su parte el alcalde de Sao Paulo, Fernando Addad  y sus colegas de otras municipalidades se comprometieron a dejar sin efecto el decretado aumento del boleto del transporte público sin dejar de comentar las dificultades que esto representaría para los presupuestos municipales.   

¿Quién  se hubiera imaginado  que el pueblo brasileño declarado y confesado  el amante más grande en el mundo del fútbol  exigiría alguna vez  a su gobierno gastar menos en su deporte favorito y más en salud y educación? Parece que en estos últimos diez años los intentos de Lula da Silva y de Rousseff de producir cambios sociales en el país dieron resultado, haciendo madurar la conciencia social de su pueblo. Según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, la pobreza se ha reducido del 37.5 al 20.9 por ciento y la indigencia del 13.2 al 6.1 por ciento, lo que significa que unos 30 millones de brasileños han ingresado en la capa de la clase media baja mejorando su poder adquisitivo. Se calcula que actualmente el 53 por ciento de los brasileños (unos 104 millones de habitantes) forman parte de la clase media en comparación al 38 por ciento de hace una década.

En los últimos cinco años el ingreso del 10 por ciento del sector más pobre subió el 10 por ciento mientras que él del 10 por ciento del más rico aumentó el 7 por ciento.  Simultáneamente fueron creados 18 millones de puestos de trabajo. Aproximadamente 11 millones de familias (unos 40 millones de personas) están inscritos en el programa estatal “Bolsa familia” que aporta 68 reales a las familias que ganan menos de 70 reales al mes, más beneficios materiales por cada hijo. El salario mínimo fue aumentado este año a 667 reales (330 dólares) al mes.

A la vez en este Brasil, el 30 por ciento de la población económicamente activa trabaja en el sector informal, el 18.4 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años de edad no tienen empleo ni estudian y el 1,4 millones de niños de 5 a 14 años trabajan. El 50 por ciento de las tierras cultivables, de acuerdo a la CEPAL, están en manos del uno por ciento de la población. El 85 por ciento de las mejores tierras se utilizan sólo para la soja, maíz, pastos y caña de azúcar y el 10 por ciento de los hacendados controlan el 85 por ciento del valor de la producción agrícola. Según el semanario brasileño, “Carta Capital”, el agro negocio produce desempleo “reemplazando a los trabajadores con máquinas y venenos” y hace dependiente al país de la importación de fertilizantes, del capital financiero, de los grupos extranjeros que controlan las semillas, insumos agrícolas, precios, comercialización y obtienen la mayor parte de la ganancia.

Los contrastes abundan en este enorme país sudamericano que actualmente constituye una atracción para los mejores profesionales del mundo. Recientemente se inauguró el programa público- privado “Startup Brasil”. Para la primera ronda de 50 ganadores han postulado 909 empresas extranjeras, incluyendo 90 norteamericanas. Según el director del programa, Felipe Matos, “Brasil está empeñado en dar un  gran salto tecnológico en los próximos 10 años atrayendo mentes avanzadas y los especialistas que puedan ayudarnos a volver más competitivos en el mercado mundial”. Brasil ofrece a nuevas empresas casi 100.000 dólares de ayuda estatal, espacio gratuito para las oficinas, asesoramiento empresarial y servicios legales y contables, prometiendo las empresas de quedarse en el Brasil.

Este mismo Brasil es el motor principal del desarrollo económico latinoamericano y uno de los actores decisivos en el  proceso de integración en el continente. Es el actor principal del MERCOSUR y uno los más importantes en el UNASUR y la CELAC. Su ex presidente Lula da Silva participó activamente en la derrota del ALCA  en 2005 que el ex presidente George W. Bush trató de imponer. En los últimos diez años, a diferencia de las décadas anteriores, tanto Lula da Silva como Dilma Rousseff han mostrado solidaridad con Venezuela y Cuba y les han dado su apoyo.

Este gigante latinoamericano, que ocupa el sexto lugar en el ranking económico del Fondo Monetario Internacional, detrás de EE.UU., China, Japón, Alemania Y Francia y miembro del BRICS, también está en la mira permanente de los iluminados globalizadores que jamás han podido  dominarlo y establecer, utilizando todos los pretextos, sus bases militares en su territorio que incluye 3.165 kilómetros de la Cuenca de Amazonía (6.750 kilómetros de extensión total). No pueden soportar su acercamiento comercial con China y en especial, el reemplazo del dólar en sus transacciones comerciales por el yuan y el real.    

Los globalizadores ya han activado su plan para debilitar y aislar tanto a Brasil como China creando  la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, Perú y México) que en América Latina es como una sucursal del Transpacific Partnership (TPP) bajo la guía de los Estados Unidos que según los cálculos de los iluminados podría neutralizar y finalmente eliminar al MERCOSUR, UNASUR y la CELAC. Simultáneamente, en la última reunión del G-8 Brack Obama lanzó a sus colegas europeos idea de  crear un Transatlantic Economic Partnership (TEP) para poder junto con el TPP establecer la hegemonía económica y financiera  en el planeta.

Se está acercando un tiempo difícil para llevar adelante en Latinoamérica el proceso de la integración  y del desarrollo sostenible, de acuerdo a las condiciones en cada país. Vemos permanentemente los esfuerzos de las transnacionales para parar estos procesos en Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y en especial en Venezuela. Los intentos desestabilizadores encubiertos o por medio de una permanente guerra mediática, tanto local como internacional, en el marco globalizado son pan de cada día. Pero al menos en el Ecuador fue promulgada recientemente la Ley de los Medios de Comunicación que establece cierto control sobre los medios privados y en otros países del ALBA están surgiendo medios alternativos. Pero Brasil está en las manos de los medios de comunicación globalizados que son reaccionarios y orientados hacia una crítica diaria del actual gobierno. En realidad el pueblo está desinformado y su voz prácticamente no existente.

En estas condiciones, un movimiento social como el de  los indignados de ahora podría fácilmente ser enrumbado al retorno del pasado durante las próximas elecciones presidenciales que se realizarán en octubre de 2014. Seguro que los globalizadores iluminados ya se frotan las manos y están revisando el manual de Gene Sharp para ver cuál de  sus 198 métodos de hacer “revolución” son aplicables para Brasil  y así elegir el color para  su puesta en marcha.

Esto no tiene que olvidar el pueblo y debe orientar su indignación hacia el mejoramiento de las condiciones socio económicas en el país para cumplir con sus aspiraciones de tener un “País Nuevo” cuidándose en este empeño de no destruir lo logrado en estos largos y tensos diez años por Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.  

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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