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El califato y Oriente Próximo, en transformación

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El acuerdo Sykes-Picot que alcanzaron el Reino Unido y Francia hace casi un siglo para repartirse Oriente Próximo está en entredicho.

El Estado Islámico, la organización yihadista que en unos pocos meses ha pasado a controlar amplios sectores de Irak y Siria, se ha marcado como objetivo acabar con aquel contrato y extender el flamante califato que declaró el pasado 30 de junio por toda la región e incluso más allá.

Londres y París se repartieron Oriente Próximo en zonas de influencia que a duras penas consiguieron mantener durante tres décadas desde la caída del imperio otomano. Trazaron las fronteras con la ayuda de una pluma en un despacho, sin tener en cuenta la realidad histórica de la región, de manera que fue una consecuencia lógica que la colonización directa no aguantase mucho tiempo.

Un siglo después, el Estado Islámico no está dibujando las fronteras con una pluma en un despacho sino con armas en un territorio, y obligando a sus nuevos súbditos a acatar una interpretación estricta de la ley islámica. De momento, ha borrado la frontera entre Siria e Irak, pero esto no garantiza que el Estado Islámico vaya a perdurar durante mucho tiempo, por ejemplo durante más décadas que la partición Sykes-Picot.

“Hay dos cuestiones distintas. Asistimos a un fenómeno en el que cada día participa más gente y que corre el riesgo de extenderse a países como Jordania, Arabia Saudí o Líbano; sin embargo, me parece que Occidente no permitirá un nuevo estado terrorista como no lo permitió en el caso de Afganistán. Resumiendo, creo que estamos ante un cometa que ha llegado rápidamente pero que también caerá muy pronto”, opina Mordechai Kedar, profesor de estudios islámicos en la Universidad Bar Ilan de Tel Aviv, un centro judío ortodoxo muy conservador.

Un régimen como el del flamante califa Abu Bakr al Bagdadi que se guía por el terror no podrá prosperar a medio y largo plazo. Las ejecuciones, las matanzas no solo de chiíes sino también de sunníes desafectos, la amputación de manos a los ladrones, la prohibición de las bebidas alcohólicas o la imposición a las mujeres de una indumentaria “modesta”, harán que el sistema no aguante demasiado si no se suaviza sensiblemente como en los casos de Arabia Saudí o Hamas, algo que no parece probable en el caso de Bagdadi.

El Estado Islámico ha recuperado uno de los conceptos más reaccionarios del islam, el de "takfir" o "excomunión" que permite a los "buenos musulmanes" excomulgar a los "malos musulmanes", es decir a quienes no comparten la aplicación estricta de la sharia, y a quienes es lícito matar.

El concepto de "takfir" estuvo en boga en Egipto a finales del pasado siglo en el seno de organizaciones yihadistas marginales, algunas de las cuales surgieron de los Hermanos Musulmanes, pero está muy desacreditado entre el grueso de los musulmanes. Su restauración no es bien vista en países que temen que la religión se mezcle con la política más de lo que ellos consideran estrictamente necesario.

Estados Unidos puede vivir perfectamente con una inestabilidad controlada en la región, y así lo ha hecho durante muchos años, aunque la inestabilidad ponga nerviosos a países sunníes que paradójicamente han ayudado a crear el monstruo del Estado Islámico a causa del odio mortal que sienten hacia chiíes y alawíes. Al fin y al cabo, una inestabilidad endémica pero controlada juega a favor de los intereses políticos, económicos y militares de Washington.

Por su parte, Moscú “ve con preocupación el resurgimiento islamista en Oriente Próximo, y en especial en Siria e Irak, pues teme que una parte de los yihadistas que combaten allí regresen a Chechenia y a otras partes de Rusia. En el caso de Irak, este país está en la órbita de Estados Unidos, pero no ocurre lo mismo en Siria, donde el régimen cuenta con el apoyo de Moscú, y donde Moscú contribuye a la lucha del régimen contra los islamistas”, explicó Kedar a Nóvosti.

Muchos musulmanes que simpatizan con el Estado Islámico han comparado la rápida expansión del califato de Bagdadi con la rapidísima expansión del califato tras la muerte de Mahoma en el siglo VII. Sin embargo, aquella sorprendente expansión difiere de esta en que la potencia militar de Estados Unidos y sus aliados no está en decadencia como la de los imperios limítrofes con la península arábiga en aquella época. 

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