Sobre Penélope Cruz, Javier Bardem y el “antisemitismo”

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Hablar de genocidio en Palestina constituye una infamia. ¿Genocidio? No en el nombre de Auschwitz.

He asistido estos días al linchamiento mediático de los actores Penélope Cruz y Javier Bardem con una mezcla de indignación y rubor. Los citados, y otros grandes nombres del cine español firmaron un manifiesto Contra el genocidio palestino.

De resultas John Voight ha declarado su “vergüenza”, la Fox ha elegido a Cruz “tonta de la semana” y el productor Ryan Kavanaugh comentó que “todos esos judíos que piensan que el Holocausto no podría volver a ocurrir deberían visitar España y otros lugares de Europa”. Yo, que visito España e incluso nací allí, debo de ser un ingenuo, pero les aseguro que durante mis viajes nunca sospeché que se estuviera fraguando la reedición del acontecimiento más espantoso del siglo XX.

¿Hay antijudíos en mi país? En todo lugar encontrarás imbéciles y canallas, pero en términos porcentajes no son, ni muchísimo menos, mayoría, y ni siquiera constituyen una minoría significativa. Y, ah, la izquierda europea, alguna tarde, tendría que hacérselo mirar y distinguir, de una vez, entre matanza, ocupación, injusticia, masacre… y genocidio. Hablar de genocidio en Palestina constituye una infamia. ¿Genocidio? No en el nombre de Auschwitz. No si recuerdan Treblinka. Genocidio fue Camboya. Genocidio Ruanda y Armenia. No Palestina. Genocidio implica unas cualidades exactas en el origen, medios y objetivos del mal, de la conferencia en villa Gross Wannsee número 20 al horno crematorio. Una intención explícita de liquidar a una raza, un credo, una etnia en su conjunto, que está muy pero que muy lejos de cumplirse en Palestina. Como diría Arcadi Espada, “es lo de siempre, hay que matarse por las palabras”.

Respecto a las declaraciones de un Voight que acusa a Cruz y Bardem de incitar al “antisemitismo” para a continuación afirmar que “sólo habéis conseguido ser famosos y sólo habéis obtenido vuestro dinero por vivir en un país democrático: América. ¿Creéis que podríais haber conseguido lo mismo en Irán, Siria y Líbano?”. Imagino que el señor Voight, tan preciso en los términos, tan puntilloso, habla de Estados Unidos de Norteamérica, si bien denomina América, ay, a su país. ¿Para qué matizar? Antes ha largado sobre “antisemitismo” cuando semitas son también los palestinos y encima semita tiene unas connotaciones que partiendo de un origen lingüístico terminaron por ser puramente racistas.

Voight también explica que la fama y fortuna de la pareja española es fruto de vivir “en un país democrático”. ¿Bardem y Cruz llegaron de un país, España, no democrático? ¿Cuándo traspasaron por vez primera los controles del JFK lo hicieron en calidad de mendigos, algo así como los cómicos de El viaje a ninguna parte decididos a representar a Lope en un rincón umbrío de Central Park? Javier Bardem, en 2001, acumulaba veinticuatro películas y sólo una, Antes de que anochezca, había sido rodada en EEUU. Ya había ganado una Concha de Plata y dos Goyas, y había sido nominado a los premios del Cine Europeo. En 2004, cuando rueda su segunda cinta en Hollywood, Collateral, acumulaba en su palmarés otros dos Goyas, un Premio del Cine Europeo, dos Copas Volpi en Venecia, un Independent Spirit… varios por Antes de que anochezca, pero también por Los lunes al sol, Mar adentro, Carne trémula, Días contados, Perdita Durango, etc. Películas, claro, que no pudieron darle “fama” dado que nadie o casi nadie las vio en EEUU, o sea, en América, que para Voight, visto lo visto, equivale al continente, el mundo y la galaxia.

Que en España hayan amplificado con alegre jolgorio el paseíllo de los Bardem/Cruz corrobora la singularidad de un país tan anómalo que, entre otras cosas, todavía jalea el nacionalismo, esa supuración racista, y que ceñido a la cultura  patria favorecerá cualquier medida que contribuya a su hundimiento, del gratis total y la piratería de películas, discos y libros al insulto rastrero y la felicidad absoluta cuando alguien, un deportista español, un cineasta español, incluso un español a secas, pierde pie y es arrastrado por las masas.

He escrito mucho sobre el monstruoso yihadismo, sobre la regresión al medievo que representan los regímenes teocráticos musulmanes y su agresión constante a las mujeres, su desprecio por la pluralidad, su guerra declarada contra el laicismo, sus crímenes contra los homosexuales, etc. Defenderé ante cualquiera la absoluta legitimidad del Estado de Israel, última barrera democrática rodeada de satrapías, y su derecho a defenderse. Considero a Hamás un grupo terrorista. Pero no comparto que a los terroristas, delincuentes al cabo, se les combata como a un ejército. Ni tampoco que un bien, por supremo que sea, justifique el asesinato selectivo o indiscriminado, la guerra sucia o la tortura. Igual que no hubiera aceptado el ataque por tierra, mar y aire de un pueblo en el País Vasco ante la evidencia de que muchos de sus habitantes fueron, cuando menos, cómplices del terrorismo.

No todo vale, no. En eso radican el fulgor y debilidades de la democracia, siempre en condiciones desiguales cuando combate a un enemigo de los derechos humanos, sea Hamás o ETA. ¿Qué los terroristas utilizan como escudo humano a la población civil? Sí, y también los secuestradores de un banco, y nadie razonable solicitaría que un F-18 arrase el edificio a punta de misiles. Cómo no llorar si cualquier objeción te predispone al paseíllo de quienes van por la vida repartiendo certificados de pureza, dándole al manubrio del tópico y caricaturizando a quien disienta, a quien discuta, a quien no marque el paso o busque, qué fastidio, debatir y no cuadrarse. Recomiendo al respecto las palabras del imprescindible Antonio Muñoz Molina cuando tuvo que defenderse de los fanáticos y sectarios que lo criticaban por aceptar un ilustre premio literario en Israel: “Yo no creo que haya elegir entre estar con los israelíes o estar con los palestinos. Estar a favor de los unos implica necesariamente defender a los otros, porque sólo un acuerdo justo y practicable puede garantizar el porvenir de Israel y de Palestina”.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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