No es Rusia, sino Europa la que está errando en la oscuridad

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En opinión de la copresidenta del Club Zinóviev, Olga Zinóvieva, las ambiciones de Europa y sus pretensiones respecto a Rusia carecen de fundamento.
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Un día, en 1920, llegó del Reino Unido a la joven Rusia soviética que todavía no había cobrado fuerza el escritor de ciencia ficción Herbert Wells, para ver con sus propios ojos, y admirar llegado el caso, los avances de los bolcheviques. En su conversación con Vladimir Lenin se mostró descontento con la falta de comodidades, la mugre y la pobreza y, dejándose llevar por el debate, exclamó: "Rusia está en tinieblas". Y le contestó a eso Lenin vivamente: "Venga, muy señor mío, a nuestro país en unos cincuenta años".

¿Y si fuera verdad el vaticinio de Alexander Zinóviev que aparece en su último libro ‘Factor del entendimiento'? ¿Y si la humanidad realmente pereciera por culpa de su propia tontería?

Siguiendo las calamidades actuales del mundo político, uno cada vez con mayor preocupación se da cuenta de que nosotros, por muy homo sapiens que seamos, todos a la vez y, sin haberlo acordado previamente, nos dedicamos a sacudir el gran barco de la civilización mundial.

El armamento, el desarme, el rearme y las armas de nuevo tipo, los drones y las bombas de racimo, las armas químicas y el terrorismo desenfrenado y siniestro, que ha cobrado ya dimensiones transcontinentales, la epidemia del Ébola que en un momento tan "idóneo" ha estallado en África. Y, por supuesto, los enormes arsenales nucleares almacenados en todos los rincones del mundo. Todos los guiones catastróficos de la saga sobre James Bond parecerán juegos de niños en comparación con la cruda realidad, con las salvajadas y atrocidades propias de maniáticos que se viven hoy en Ucrania, en Francia, en Oriente Próximo.

Se apagan las luces de la Torre Eiffel en memoria de los doce ciudadanos franceses, víctimas del atentado terrorista cometido en París el pasado 7 de enero… Toda Europa, sumida en luto…

Pero, ¿y por qué esta Europa ni Barack Obama, que observa y posiblemente dirige desde distancia segura los acontecimientos, no apagaron las luces de sus acogedoras ciudades el 2 de mayo de 2014, cuando los terroristas nazis quemaron vivas a decenas de personas desarmadas y mataron a los heridos en la sede de los sindicatos en Odessa? ¿Y por qué no se declaró el luto ni las banderas fueron bajadas a media asta en memoria de más de 4.000 víctimas mortales de entre la población civil, perecidos todos en Ucrania por las armas modernas? ¿Acaso las víctimas de los alocados dirigentes de esta antigua república de la URSS han dejado de ser víctimas y, por lo tanto, no merecen el luto? ¿Y cuál en general es el organismo que toma la pertinente decisión, la de honrar la memoria de personas deliberadamente asesinadas? ¿La Casa Blanca, la ONU y la OTAN?

¿De qué unión mundial para la lucha contra el terrorismo se puede hablar, si la población eslava es exterminada impunemente por miles?

Parece que en este mundo enloquecido, dominado por ordenadores y tecnología digital, la correlación del rublo y el dólar o del rublo y el euro es aplicable a los humanos, porque resulta que un francés que perdió la vida equivale a 71 rusos o ucranianos muertos. Y un británico decapitado por el verdugo del Estado Islámico es igual a 60 eslavos exterminados.

Occidente, de forma lenta pero segura se está sumergiendo en las tinieblas de su propia tontería, pecando de una vista muy corta y una criminal autosuficiencia al pasar por alto con insolencia los mítines de protesta celebrados en Dresde y Colonia, a los que acudieron unas 70.000 personas, al hacer caso omiso a los carteles que ponían: "¡Señora Merkel, nosotros somos el pueblo!". El pueblo que, dicho sea de paso, no dio consentimiento a las sanciones contra Rusia.

¿Podría llamarse esta actitud ante la opinión de su propio pueblo una actitud criminal, una que se asoma al borde de un peligro terrible? ¿No será la tontería que marcará el final de la humanidad?

No se puede controlar el deseo de dominar el mundo, de la misma forma que no se somete la pasión por subyugar la conciencia humana, de presionar psicológicamente a la gente, de conquistar pueblos y continentes. Ha ocurrido ya una vez, y Julius Fucik nos avisó sobre el fascismo: "¡Hombres! Yo les amé. Estén alerta".

La película de Charlie Chaplin ‘El gran dictador' que se estrenó en 1940 es una brillante obra grotesca que satirizó a Hitler y al fascismo, fue un remedio drástico contra la inacción, un antídoto al veneno y un aviso. La película invitaba a que la comunidad internacional prestara atención al monstruo nazi, al maniático Adolf Hitler, que estaba incitando a la tragedia, que sumió al mundo en el mayor desastre, la Segunda Guerra Mundial. Se cobró la vida de 54 millones de personas, dejando heridos a otros 90 millones. Son unos hechos bien conocidos.

Y, sin embargo, hace unos días un político rapado al cero, representante de los dirigentes actuales de Ucrania, fue de visita a Berlín, para respirar el embriagador aire de la libertad. Y, seguramente, quiso quedar bien con sus hospitalarios anfitriones, ofreciendo su propia versión del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Avisó con extrema delicadeza a su homóloga europea de que no debería repetirse, ¡atención!, el pérfido ataque a Alemania y Ucrania, cosa que ocurrió en 1941. Según indicó Alexander Zinóviev: "En los tiempos que corren está claro que la falsificación campa por sus respetos". Y el mencionado político rapado ha cogido ya el tranquillo en la falsificación de los hechos, en el fraude de las nociones y hasta tal punto hábil se ha vuelto que ha tenido esta gran "revelación", por lo visto, después de haberse leído los nuevos libros de historia ucraniana.

Y prosigue Alexander Zinóviev: "El pasado se marchó y nunca volverá. La imagen que le dé la gente depende de los intereses de quienes vivan en el presente. Sea cual sea la marcha de la historia, los dueños del proceso histórico lo representarán de la forma que les resulte más deseada y beneficiosa".

Todo parece indicar que algunas fuentes, conocidas únicamente por los actuales dirigentes de Ucrania, amantes de la verdad histórica, aseveran que Homero escribió ‘La Ilíada', los 15.700 versos hexámetros, en el antiguo ucraniano. No debería ser motivo de preocupación, dado que los griegos modernos no retarán por ello a los ucranianos modernos. Aunque estos últimos deberían releer el gran poema, y no obligatoriamente en el antiguo ucraniano, para refrescar en su mente lo que son la táctica y la estrategia… Porque aparece en la descripción de la guerra de Troya el mítico caballo de Troya que muchos males trajo a la gente… Y ellos, con su independencia tan flamante, siguen invitando a los defensores troyanos de la OTAN…

Por otra parte, los griegos, al igual que todos los europeos, tienen la mente en otra parte. Están deshojando la margarita: nos quieren-no nos quieren-nos iremos de la Europa común de una vez. Al ganar en las elecciones en Grecia el partido Syriza que tiene una postura bastante radical, su líder, Alexis Tsipras, podría cumplir con su promesa de renunciar a la férrea disciplina económica impuesta por los acreedores internacionales del país.

Y, dado que Alemania paga por todo, tendrá que asumir también está carga adicional, añadiendo uno más a los numerosos compromisos internacionales que tiene. Ni falta que hace hablar de los 400.000 nuevos inmigrantes, gente sin formación, que entraron en este país en el último año con la esperanza de instalarse y prosperar en el país más rico de Europa que tiene abiertas sus puertas y su seguridad social para el mundo entero. Al escritor alemán Günter Grass incluso se le ocurrió la brillante idea de instalar a los inmigrantes de forma forzosa en casa y pisos particulares, algo muy propio de los primeros años de los Soviets.
Y en este nada apropiado momento surgen los ánimos de independencia insular por parte del Reino Unido, se habla de cambiar la política de extranjería, de introducir cuotas y observarlas estrictamente, de no conceder a los recién llegados prestaciones sociales en los primeros dos años… Italia quiere el euro cada día menos… Con España tampoco está bien la cosa: un paro galopante y el descontento con la política de Bruselas y Estrasburgo…

Y además la Europa común no parece sentir mucho entusiasmo con la introducción de limitaciones sancionadoras contra Rusia, aunque Hollande, Merkel y el Premio Nobel Lech Walesa, junto con los dirigentes de Ucrania, siguen repitiendo las frases redactadas por Washington sobre las sanciones, amenazas por parte de una Rusia que sueña con atacar a Europa, para ampliar sus mercados de venta, para subyugar a la Unión Europea que vela por la libertad, para que los aviones rusos vuelen impunemente delante de las narices de los aviones de la OTAN que por pura casualidad acaban encima del espacio del mar Negro y en las costas de Crimea que se ha reunificado a Rusia. O para obligar al Ministerio de Defensa de Suecia a gastar no pocos millones de euros en seguir en las aguas del mar Báltico a un submarino extranjero no identificado. Si no ha sido identificado, ruso va a ser, ¿de quién, si no?

Me gustaría terminar mis apuntes de forma esperanzadora y optimista, por ejemplo, con las palabras de la maravillosa película soviética que se llevó en 1963 el primer premio del Festival de Cannes a la mejor película sobre la revolución. Me refiero a la obra maestra de la cinematografía soviética, ‘Una tragedia optimista' inspirada en la pieza de Vsevolod Vishnevski. Dos marineros miran concentrados en la oscuridad de la sala y nos dicen a nosotros, sus descendientes: "No existe la muerte para nosotros. Porque son muchos los que quedan… Sangre caliente late en el corazón de nuestro país".

Posiblemente estas palabras nos den la esperanza de que el vaticinio de Alexander Zinóviev sobre el relativamente triste futuro de nuestro planeta no llegue a ser verdad…

 

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