Según Doidge, aunque "los deportes, como el resto de la sociedad, cambian", en el caso de la FIFA "será necesaria una enorme presión desde abajo, desde las bases, así como una dirección muy fuerte y enérgica, y el proceso de renovación, de producirse, será lento y requerirá mucho tiempo".
Preguntado por la sorprendente dimisión de Joseph Blatter, apenas 4 días después de su reelección, comenta que el ya expresidente conoce a la perfección "los mecanismos de funcionamiento de la FIFA, y es muy probable que se haya echado a un lado para manejar mejor la agenda de la renovación".
De hecho, y tal como ha explicado el propio Doidge en un reciente artículo, Blatter seguirá siendo presidente de la FIFA durante meses, e incluso cuando haya un nuevo presidente el artículo 19 de los estatutos de la FIFA le permitiría optar a la presidencia de honor, tal y como sucedió con su antecesor, "João Havelange, a pesar de las alegaciones de corrupción".
A su juicio la FIFA, gracias a Blatter y a Havelange, "se abrió al mundo, dio voz y voto a las federaciones más pequeñas, a regiones y países fuera de las potencias tradicionales del fútbol".
Además, y con el objetivo de ayudar al crecimiento del fútbol a nivel mundial, "ha repartido mucho dinero, y claro, esa redistribución, que es muy loable y contrasta con la forma de proceder de la UEFA, que solo se ayuda a si misma", trae como contrapartida el hecho de que "existen federaciones muy dependientes del dinero que reciben de FIFA, y eso condiciona su voto".