Aunque la indignación con Rousseff ha crecido y ya hay un 71% de desaprobación a su gestión, los convocantes no han conseguido aglutinar a todos los descontentos, pues la mayoría de los manifestantes que han salido a las calles contra el Partido de los Trabajadores (PT) son de clase media alta, edad avanzada y perfil conservador.
Uno de los hechos que han diferenciado estas protestas de las de marzo y abril ha sido la participación del principal líder de la oposición, Aécio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña), que ha desfilado en la marcha de su ciudad natal, Belo Horizonte.
Aunque en las otras dos ocasiones dijo que no quería participar para no apropiarse de unas manifestaciones espontáneas y desligadas de los partidos políticos, esta vez incluso ha subido a un camión de sonido, desde donde ha gritado basta "a tanta mentira, a tanta corrupción y a tanto desprecio al pueblo brasileño".
"Estamos aquí como parte de la sociedad indignada, sin querer ningún tipo de protagonismo", ha dicho Neves, que en las pasadas elecciones de octubre se quedó a las puertas de la presidencia y desde entonces ha desempeñado un discreto papel de opositor al Gobierno.
En Brasilia, la capital, unas 25.000 personas han ocupado la Explanada de los Ministerios, según la Policía Militar, igual que en la última protesta de abril, aunque los organizadores elevan la cifra hasta los 45.000.
En general, la tendencia ha sido a mantener el nivel de asistencia de las manifestaciones de abril o a bajarlo, pero en ningún caso se han superado las protestas de marzo, que fueron las más multitudinarias; si en aquella ocasión en Río de Janeiro hubo 100.000 personas según la Policía Militar en esta ocasión ha habido menos de la mitad.
No hay cifras oficiales de la protesta en Sao Paulo, que ha llenado la principal arteria de la ciudad, la Avenida Paulista; aunque los partidarios del Gobierno han realizado un acto paralelo en el barrio de Ipiranga, frente al Instituto Lula, llamado #NãoVaiTerGolpe ("No habrá golpe").
"Queremos dialogar, hablar de las cosas del Gobierno que no nos gustan, queremos un cambio en la política económica, que se tase a las grandes fortunas, pero no queremos un cambio de Gobierno, estamos contra un golpe de Estado", explicaba al diario O Globo Camilo Vannuchi, uno de los organizadores de la jornada.
En Salvador de Bahía, la tercera ciudad más poblada de Brasil con más de tres millones de habitantes, ha habido 5.000 personas protestando, según la policía, y el triple según los organizadores.
En general la jornada ha tenido mucho más seguimiento en las ciudades del sureste –la región más rica del país—que en los Estados menos desarrollados del norte y el noreste; por ejemplo en Sao Luis y en Aracaju, capitales de los estados de Maranhao y Sergipe, respectivamente, apenas han salido a la calle 300 personas, según la policía.
Por el momento ningún miembro del Gobierno ha valorado las manifestaciones, aunque es probable que algún ministro o incluso la presidenta Rousseff se pronuncien a última hora de la tarde, según la prensa local.
En la última semana Rousseff remarcó que no tiene nada en contra de las manifestaciones, recordando que ella, que luchó contra la dictadura militar, sabe bien que en aquella época estas protestas eran vistas como una amenaza, pero aun así pidió respeto para la democracia y se reafirmó en el cargo diciendo que "nadie" le va a quitar la legitimidad que le dieron las urnas.