En concreto, el documento —que fue enviado al Congreso Nacional, que deberá votar la aprobación del mismo antes de ser ratificado por la propia Rousseff- incluyó una estimación del déficit en las cuentas públicas de 2016 de 30.500 millones de reales (unos 8.187 millones de dólares), es decir, el equivalente al 0,5 por ciento del Producto Interior Bruto(PIB) de Brasil.
La presidenta insistió que el Gobierno de Brasil "está siendo transparente" a la hora de realizar sus cuentas y que la actual situación de crisis económica que atraviesa el país demuestra que "claramente, existe un problema".
Sin embargo, el éxito de las maniobras de Rousseff con sus aliados del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), partido que concentra la presidencia de ambas cámaras del Congreso Nacional, garantizó que el presidente del Senado, Renan Calheiros, rechazase devolver los presupuestos al Gobierno, dejando abierta la opción a una aprobación de las cuentas en la Cámara.
La divisa norteamericana se vende en Brasil a su mayor precio desde 2002, dificultando con ello una eventual remontada de la economía del país en 2016 y, por tanto, anticipando que incluso las pesimistas previsiones de los Presupuestos Generales podrían quedarse cortas.
Por último, Rousseff quiso desmentir los rumores en torno al "desgaste" del ministro Joaquin Levy vertidos por la prensa del país en los últimos días a raíz de la presentación de los presupuestos: "El ministro Levy no está desgastado, participó de todas las discusiones de los presupuestos; no contribuye al país ese tipo de discusiones que dicen que el ministro está aislado dentro del Gobierno".