La ONU o el viejo ombligo del mundo

© AFP 2023 / Emmanuel Dunand Sede de la ONU en Nueva York
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La ONU necesita una reforma porque su armazón se fraguó en el contexto geopolítico de finales de la Segunda Guerra Mundial, muy distinto del que actualmente vivimos.

Como todos los meses de septiembre, la sede de la ONU en Nueva York se transforma en el ombligo del mundo. El periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas se convierte por unos días en una majestuosa reunión internacional que en realidad oculta conciliábulos. Al empezar el otoño, cancilleres y presidentes de todo el planeta se dan cita en ese característico edificio de la Primera Avenida que Alfred Hitchcock inmortalizó en su película de suspense "Con la muerte en los talones". Algunos de los políticos aprovechan la excelente coyuntura para organizar reuniones discretas sobre los más diversos temas.

Este año, a diferencia de otros, la expectación es máxima. Por primera vez en la historia de esta organización mundial un Papa hablará a los delegados plenipotenciarios. Y además un Papa latinoamericano, de nombre Francisco. El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio pronunciará su discurso en calidad de jefe del Estado Vaticano, diminuto país que curiosamente no es uno de los 193 miembros de la ONU sino un simple observador invitado a los periodos de sesiones y a los trabajos de la Asamblea.

El Sumo Pontífice subirá a la tribuna de oradores de la ONU el 25 de septiembre, aprovechando su visita a Estados Unidos, que se prolongará del 23 al 28 de septiembre. Su discurso girará sobre los objetivos de desarrollo sostenible para el 2030 y será en español, su lengua materna, al igual que otros 13 de los 18 que pronunciará en ese país. Todo un mensaje para la pujante comunidad hispana que habita EEUU, pues es la primera vez que un Papa se expresa en español ante la asamblea que representa al mundo entero. 

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El primer ministro indio llama a reformar Consejo de Seguridad de la ONU
Un día antes de su visita a Naciones Unidas, Francisco intervendrá —esta vez en inglés- en Washington ante los representantes de las dos cámaras del Congreso estadounidense. Será un momento tan histórico que su alocución se retransmitirá al público en la fachada oeste del Capitolio.

Otro invitado de excepción será Raúl Castro. El canciller Bruno Rodríguez se ocupó de confirmar que el presidente cubano será el tercer orador de la sesión vespertina del próximo 28 de septiembre; esa jornada también comparecerán Barack Obama y Vladimir Putin, quien no lo hace desde hace una década.

Es muy posible que Obama y Putin aprovechen su paso por la ciudad de los rascacielos para entrevistarse cara a cara y hablar de la guerra civil en Siria, por ejemplo. Los primeros contactos ya se han producido a este respecto. 

Precisamente hace 10 años, en septiembre de 2005, el presidente de la Federación Rusa hacía un llamamiento a las reformas dentro de la estructura de Naciones Unidas. "Es necesaria la adaptación de la Organización a la nueva realidad histórica. Pero este proceso debe ser creativo: Debe tener en cuenta las lecciones y las ganancias de la ONU, y debe unir y no separar", dijo entonces Putin. En concreto abogaba por que la ONU y su Consejo de Seguridad fueran el cuartel general de la coordinación de la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo. 

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La hipocresía de las Naciones Unidas
La ONU necesita ser reformada porque su armazón se fraguó en el contexto geopolítico de finales de la Segunda Guerra Mundial, muy distinto del que actualmente vivimos.

La idea de las Naciones Unidas cuajó en la Conferencia de Yalta que reunió en febrero de 1945 a los líderes de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, la Unión Soviética, Iosif Stalin, y el Reino Unido, Winston Churchill, cuando ya se veía el fin de Adolf Hitler y la Alemania nazi. Uno de los acuerdos de Yalta preveía la celebración de una conferencia en San Francisco para establecer los cimientos de la nueva organización, pero ya se concebía un Consejo de Seguridad y el poder de veto de sus miembros permanentes, lo que les otorgaba el derecho a bloquear las decisiones que consideraran inconvenientes. En realidad, el embrión de la ONU se levantó en otra Conferencia mucho más técnica, la de Dumbarton Oaks, una villa situada en el barrio de Georgetown de Washington, que se prolongó más de un mes entre agosto y octubre de 1944. Con los mimbres de Dumbarton Oaks y Yalta se fabricó la Conferencia de San Francisco, una convención de 50 países, 20 de ellos latinoamericanos, que sellaron el texto de la Carta de Naciones Unidas en junio de 1945, con la guerra ya concluida en Europa. La organización echa a andar oficialmente el 24 de octubre de 1945 con la ratificación de la Carta por los cinco miembros permanentes y por la mayoría de los otros 46 países signatarios.

El marco actual contempla un Consejo de Seguridad formado por 15 países. Cinco de ellos son miembros permanentes y tienen derecho a veto: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia. Los otros 10 no son permanentes y son elegidos por la Asamblea General cada dos años. Conforme a la Carta de Naciones, todos los países están obligados a cumplir las resoluciones del Consejo que tiene potentad para ejercer el uso de la fuerza, invocando el artículo 42 del Capítulo VII, referente a las acciones en caso de amenaza a la paz, quebrantos de la paz o actos de agresión.

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Internacional
África y Asia piden una reforma de la ONU
Este esquema tuvo sentido hace ahora 70 años pero ahora se ha quedado obsoleto. África no está bien representada, ni América Latina. La India, con 1.280 millones de habitantes, es decir, el 17,5% de la población mundial, tampoco tiene un sitio fijo en el Consejo de Seguridad, lo que es un auténtico disparate. Europa, sin embargo, está sobrerrepresentada. Brasil debería tener un asiento permanente y Sudáfrica sería la elección perfecta para dar más voz al Continente Negro. No es casual que los tres Estados citados formen parte del grupo de los BRICS, junto a Rusia y China. También parecen legítimas las reivindicaciones de Japón y Alemania, dos potencias económicas.

Los cambios no sólo han de afectar al Consejo de Seguridad y su funcionamiento. Es necesario fortalecer el papel de secretario general. Es necesario simplificar el aparato burocrático. Es necesario mejorar la financiación. Es necesaria una mayor transparencia en los procedimientos, los gastos y la rendición de cuentas.

El éxito de la reforma de la ONU depende la voluntad política de sus Estados miembros, pero algunos de ellos no piensan mover un dedo, porque les interesa mantener eternamente el statu quo. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

 


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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