Pero lo más sorprendente es que tan solo en las elecciones de 2011, las ofertas políticas de izquierda y centroizquierda hegemonizaron los resultados, superando el 73 por ciento de los votos emitidos.
Incluso la candidatura del radical Raúl Alfonsín (hijo), que se aseguró entonces 11 por ciento de sufragios, encarnaba una propuesta de centro, y no se vislumbraba un espacio electoral claro para opciones de derecha.
El resultado obtenido por Macri y su coalición de centroderecha Cambiemos, 51,40 por ciento de sufragios en la segunda vuelta del domingo, aparece entonces como un vuelco dramático del electorado, aunque quizás no lo sea tanto.
Consenso sobre el papel del Estado
En segundo término, el propio Macri tomó nota en julio que debía modificar su declarado rechazo a la creciente intervención del Estado en la economía, puesto que se trata de una política que recoge una sólida adhesión, según todos los estudios de opinión pública.
Macri declaró entonces que estaba de acuerdo con el retorno a manos del Estado de las jubilaciones privatizadas, de la línea aérea y, sobre todo, de la emblemática empresa petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), creada en 1922 en una política pionera en el mundo, privatizada por Menem en 1992 y vuelta al control estatal por la presidenta Fernández en 2012.
"A diferencia del clima de ideas que predominaba en los años 90, hay un consenso en el papel del Estado, tanto en política social como en el control de algunos sectores: la energía y la empresa petrolera YPF", ejemplificaba hace unas semanas para Sputnik Nóvosti el doctor en ciencia política Sergio Berensztein.
En su opinión "una curiosa mayoría está a favor de esta presencia protagónica del Estado", de modo que "el próximo presidente tiene el desafío de ajustar el déficit fiscal sin quitarle importancia al Estado", pues esa "es una demanda muy nítida de la sociedad", añadía.
Una respuesta a este aparente dilema está en la percepción actual de la economía: con un desempleo por debajo del seis por ciento y la acumulación de varios años de crecimiento del producto a tasas "chinas", de ocho por ciento anual y más, Argentina no vive la sensación de estar ante un inminente desastre como el vivido en 2001, cuando se precipitó al cese de pagos y a su peor crisis social en décadas.
Demanda de transparencia
Otro factor que explicaría el vuelco al conservador Macri está también más allá de las identificaciones ideológicas izquierda versus derecha y tiene que ver con la figura de la presidenta Fernández.
Tras dos mandatos consecutivos, la presidenta ha conservado una importante imagen positiva de casi 50 por ciento, según las encuestas, algo que no logró ninguno de los presidentes que gobernaron luego de la restauración democrática de 1983, excepto su esposo Néstor Kirchner (2003-2007).
Así no es descabellado afirmar que un porcentaje de votantes, aun acordes con medidas económicas centrales de las últimas administraciones, prefirieron cambiar de signo político en una suerte de voto castigo a un Gobierno que daba señales de cansancio; los resultados indican que no fueron muchos, apenas los necesarios para que ganara Macri.
Cuán a la derecha fue este viraje se dilucidará cuando el mandatario electo eche a andar sus nuevas políticas, a partir del 10 de diciembre.