Europa: los desastres de lo ideológicamente correcto

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Las 359 agresiones sexuales sufridas por mujeres alemanas en la noche final de 2015 siguen suscitando un agrio debate en Europa, que trasciende la vertiente policial, jurídica o política y anega ya el mundo intelectual.

El ejemplo más claro es el protagonizado, por desgracia para él, por el escritor y periodista argelino Kamel Daoud, que ha sido linchado por un grupo de sociólogos y antropólogos de la escena francesa por escribir sobre la relación 'enfermiza' hacia la mujer en el mundo árabe-musulmán.

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Para Daoud, los hechos de la ciudad de Colonia son el ejemplo de que en ese mundo la mujer es negada como persona, rechazada, asesinada, violada, encarcelada o poseída. El escritor señalaba en un artículo que le ha valido la condena de ciertos intelectuales que el sexo es la gran miseria del mundo de Alá, y denunciaba como ejemplo de ello el porno-islamismo predicado por algunos imanes que prometen un paraíso que más parece un burdel, donde 70 vírgenes esperan a los autores de atentados.

Refiriéndose al problema de la inmigración masiva de musulmanes en Europa, Daoud propone un acompañamiento cultural para hacer comprender los valores de un espacio donde a las mujeres se las considera como personas con los mismos derechos y libertades que el hombre, al contrario de lo que sucede en el mundo árabe-musulmán.

Daoud es, además de escritor, periodista desde hace más de 20 años. Fue redactor-jefe del diario argelino Quotidien d'Oran. Sus escritos sobre la libertad de la mujer y, en general, contra el obscurantismo islamista le valieron una fatwa, amenaza de muerte que pende sobre él desde entonces.

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Huyendo de esa llamada a su eliminación física, Daoud se refugió en Francia, donde por su artículo sobre la noche negra de Colonia ha sido víctima de otro tipo de fatwa, esta vez de ciertos investigadores sociales franceses que le acusaron en el diario Le Monde del último delito de moda entre la policía occidental del pensamiento correcto: islamofobia.

En Francia, concretamente, el término islamofobia sirve para cerar la boca, la pluma o el teclado de cualquier crítica hacia el Islam, el islamismo o la situación de la mujer en la sociedad árabo-musulmana. Otros la esgrimen como insulto incluso cuando alguna voz se atreve a sugerir que los refugiados provenientes de paises musulmanes deberían adaptarse a la sociedad que les acoge.

La inquisición de los celadores de lo políticamente, religiosamente, o culturalmente correcto ya han obtenido en Francia otros éxitos, obligando al silencio o al exilio a intelectuales que pretenden ser libres o disentir de la línea oficial.

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Tras los atentados de enero de 2015 en París, se empezó a liberar la palabra y los escritos sobre el islamismo radical y el debate, en general, sobre el Islam. La sangre vertida pareció poder liberar la represión mental de ciertos sectores que, enseguida, encontraron el antídoto para frenar la crítica: la acusación de islamofobia.

La nueva censura no escrita frena cualquier intento de abordar con claridad los problemas, y en especial cuando las víctimas son las mujeres, como demostraron la policía y los políticos locales en Alemania, y también, antes, en Suecia y otros países nórdicos. Daoud, que tras la polémica ha decidido dedicarse solo a la literatura y abandonar el periodismo, siempre ha condenado la utilización que la derecha y la extrema derecha podían hacer de estos asuntos.

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Ahora ciertos intelectuales intentan apagar otra voz en defensa de la mujer en en mundo árabe-musulmán. La socióloga argelina Marieme Helie Lucas escribó en el semanario Telerama (uno de los medios de la izqueirda políticamente correcta) que la izquierda francesa, fijada en su culpabilidad colonial, opera una escandalosa jerarquía de derechos, en la que los de la mujer ocupan el último puesto en la clasificación, después de los de las minorías, los derechos religiosos y los culturales.

Mientras a orillas del Sena una capillita de intelectuales denosta a Daoud, escritores del espacio árabe-musulmán le prestan su apoyo. El último, la tunecina Fawzia Zouari: Sí, es cierto, arrastramos una mentalidad milenaria que define a la mujer como un señuelo y algo vergonzoso; sí, tenemos una relación patológica con la sexualidad; si, existe un racismo que insinúa que se puede violar a una mujer no musulmana sin consecuencias; sí, algunos de los árabes-musulmanes que llegan a Europa deben hacerse a la idea de la igualdad de sexos y del laicismo.


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