La paciencia rinde frutos en América Latina

¿Cómo se puede mantener las instituciones europeas con la grave situación migratoria donde cada uno de los países miembros de la UE obviamente hará todo lo posible para colocar sus intereses nacionales por encima del bloque en la lucha contra el flujo de refugiados? ¿Cómo se puede frenar la crisis cuando las fronteras establecidas a través del Tratado Sykes-Picot crean unos masivos vacíos de poder para los militantes? ¿Cómo se puede hacer cumplir el alto el fuego a largo plazo en Siria cuando Rusia cuenta con concesiones por parte de Occidente a las sanciones y a Ucrania? ¿Cómo se puede hacer para que Kiev reconozca las elecciones en el este del país cuando el gobierno no tiene un terreno seguro bajo sus propios pies?

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Y no es coincidencia que esta vorágine de conflictos de suma cero se concentren en el espacio euroasiático, una parte del mundo donde la geografía les da la oportunidad a los rivales para chocar de un modo terriblemente violento. Sin embargo, la perspectiva se hace bastante más prometedora, cuando Washington mira hacia el sur.

El populismo izquierdista queda en ruinas

A diferencia de EEUU, América Latina arregla exitosamente sus problemas por sí mismo. Ahora, al estar a punto de regresar a los mercados de bono internacionales, Argentina trata de conformarse con un duro proceso de reestructuración; Brasil desea condenar al populista más conocido y más carismático de su época en honor a la lucha contra la corrupción. Colombia se enfrenta a la etapa final de las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) después de 50 años de conflicto armado. Mientras que Caracas está en llamas, la Cuba pragmática se ha excusado de sus obligaciones como parte de la Alianza bolivariana para congraciarse con EEUU. De Caracas a La Paz, de Quito a Managua, la marea roja del populismo izquierdista desaparece.

Podemos ver el motivo tras el que Barack Obama, el presidente estadounidense, prefirió este contexto geopolítico para su próximo viaje internacional.

Por fin Washington tiene espacio para maniobrar de nuevo en la región donde la economía —en contraste con las acciones de la CIA- ha cumplido la mayoría del trabajo sucio en eliminar a todos los populistas problemáticos quienes enfadaron durante mucho tiempo a los legisladores estadounidenses y a los inversores. Promoviendo los elementos de la lucha contra la corrupción —un arma cada vez más popular en la política extranjera de Washington- EEUU podría influir de forma más sutil en el curso político de los países de la región y al mismo tiempo reforzar las instituciones.

Además, EEUU tiene un clima más favorable para suavizar la paranoia alrededor de la considerada restauración del neoliberalismo. Ahora, China sigue a EEUU como el segundo aliado comercial de la región y ha ayudado a realizar la creación del Nuevo Banco de Desarrollo para elaborar alternativas financieras para el mundo desarrollado. El imperialismo económico estadounidense es más difícil de contradecir cuando China cumple un papel fundamental en el panorama comercial del bloque.

Incluso el Fondo Monetario Internacional —el ejemplo perfecto de cómo el Consenso de Washington prescribe las reformas que ofenden la conciencia social de la región y alimentan al populismo- se ha permeado de un sentimiento de la política keynesiana en el periodo de la crisis financiera del año 2008. El FMI ha estado articulando una mayor tolerancia de gastos por la necesidad de un análisis más profundo de los costos sociales y del uso de una amplia variedad de herramientas fiscales que podrían ser trasladadas a los países que están confrontando la recesión. En pocas palabras, la muerte del populismo en América Latina no significa el retorno a las prescripciones de las medidas económicas draconianas preparadas en Washington.

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Los derechos humanos siguen siendo el mayor punto de fricción con la Casa Blanca en la región. Los dos aspirantes cubano-estadounidenses del Partido Republicano, participantes en la carrera presidencial, van a hacer muchas declaraciones relacionadas con la visita de Barack Obama a Cuba, durante la que destacarán la relación apologista del actual presidente con los regímenes brutales. Mientras que no se puede esperar que EEUU en el futuro próximo levante el embargo comercial de Cuba en nombre de los derechos humanos, tampoco podemos esperar que el presidente Obama pase por alto la oportunidad de socavar la estabilidad de la Alianza bolivariana de Venezuela.

Cuba, la clave para Venezuela

Los hermanos Castro sabían de antemano que el régimen de Venezuela se derrumbaría. La inteligencia cubana ocupa posiciones dominantes en el país a invitación del expresidente Hugo Chávez, quien decidió confiar en los hermanos en Cuba en vez de en sus propios generales compatriotas en

Venezuela para defender al régimen. Con ese acceso, llegó a La Habana la información del estado de salud del comandante hasta el día de su muerte hace 3 años. Cuba podía ver que no existía una persona que pudiera gestionar el resultado de los años de putrefacción de la economía que por el momento tenía la aprobación de los ciudadanos, a pesar de la mal administrada ayuda a las pobres islas vecinas en nombre de la solidaridad bolivariana. Asimismo, Chávez toleraba a una red bien elaborada de grupos armados, desde los barrios y hasta las prisiones para hacer muy costoso a sus rivales los intentos de desafiarle.

Cuba necesitaba crear opciones para sí misma, incluso tenía influencia en Caracas. Washington desea la mejor calidad de información para modelar lo que va a ser una tumultuosa transición venezolana y la podrá obtener de La Habana. Por lo tanto, Venezuela fue el catalizador en la normalización atrasada de las relaciones entre La Habana y Washington.

Durante su visita a Cuba, Obama puede examinar en profundidad los retos que quedan por delante a Venezuela. Los venezolanos lograron sobrevivir el caos económico, pero el país se acerca a un punto crucial. La falta de alimentos, de agua y de electricidad reina en Caracas, el núcleo urbano que el estado siempre intenta priorizar en lo que se refiere a la distribución de suministros básicos para evitar malestares sociales.

Los posibles escenarios de transición en Venezuela

Nicolás Maduro, el presidente actual de Venezuela, busca neutralizar a la oposición en la Asamblea Nacional, pero es una estrategia vana, y el tiempo se agota. El primer paso en la transición en Venezuela será la destitución de Maduro, para superar el estancamiento y antes de que la inquietud social se vaya de las manos. Padrino López, el ministro de Defensa del país, probablemente será una de las "figuras claves", involucradas en la intervención potencial contra Maduro, mientras que tiene el respaldo de las fuerzas armadas y mientras coopera con ciertos representantes de la oposición. Pero la situación puede tomar otra dirección, teniendo en cuenta la fuerza de la Constitución para eludir el estigma de una junta, y asegurar el apoyo por parte de los vecinos de Venezuela y por parte de Occidente. Se harán esfuerzos en atraer a la Organización de los Estados Americanos (OEA) y a la UNASUR para sancionar contra Maduro. El Vaticano también podría mostrar su asistencia a la transición democrática en Venezuela en tiempo oportuno para ayudar a obtener el apoyo de las masas.

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Pero tal escenario puede tener sus fallas. Los militares saben usar los disturbios sociales como un detonante para intervenir contra Maduro, aunque existe el riesgo del surgimiento de protestas fuera de su control. Los chavistas arriesgados, como Diosdado Cabello, antiguo presidente de la Asamblea Nacional, intentarán obtener más influencia en la Guardia Nacional y los grupos de narco armados para negociar el fin del conflicto, ya que la amenaza de la extradición a EEUU sigue pendiente.

Todas las partes, incluso Cuba y EEUU, quieren examinar lo mejor posible los peligros para la seguridad. Eso significa que la gran parte de la responsabilidad la van a tener los militares, la única institución que es capaz de manejar una transición altamente inestable, no importa que violen los dichos derechos humanos. La duración del proceso es también importante: los militares pueden usar el descontento social como justificación para una intervención, pues las protestas en las calles pueden llenar el país aún más pronto. No hay ninguna garantía de las consecuencias constitucionales cuando la desesperación se extiende sobre la población.

La crisis venezolana y su efecto dominó en la región favorecerá a la política exterior estadounidense. La transición será desordenada y al país le espera un largo camino de reestructuración. Aunque no es lo primordial para Washington, a diferencia de la red de conflictos en los que participa en el espacio euroasiático, EEUU simplemente debe aprovecharse del momento. Los líderes populistas han perdido la fuerza económica y los únicos que pueden salvarles son los políticos.