Arcadia fue una de las prefecturas de la antigua Grecia, poblada en su mayoría por gente humilde. Con el paso del tiempo se convirtió en un símbolo de sencillez y felicidad.
En su humilde manera, el artista se autoproclamó embajador del país imaginario, inaugurando misiones diplomáticas en ciudades como La Habana y Berlín.
Así describe el sitio web del artista este singular concepto:
"La insatisfacción con nuestro mundo causa el anhelo de una vida diferente. La Embajada ofrece asilo a los exiliados y naufragados en el océano de la vida, a los perdedores, visionarios, utopistas y soñadores, tanto a los inocentes como a los cínicos de sangre fría. A los felices se les emite visados".
Kees afirma que Arcadia es una respuesta a la sociedad decadente y degenerada, que ofrece un sueño de felicidad natural: unidad con la naturaleza, así como la promesa de regresar a la época de la inocencia perdida, donde reinaba la paz, el amor y la libertad.
Desde luego, el ideal de Arcadia sigue siendo una ilusión. Sin embargo, no ha perdido su poder como símbolo de escape a las exigencias de la vida.