Según el experto, Turquía —a diferencia de Rusia, la que es capaz de seguir adelante a pesar de las sanciones occidentales— depende totalmente del capital extranjero.
"El que depende del dinero de los otros no debe caer en desgracia. Por eso, el poder del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, está limitado: necesita la confianza de los inversionistas extranjeros", agregó Müller.
"Cuanto más limita Erdogan la libertad en el país, más sombrías son las perspectivas de desarrollo económico y peores las posibilidades de los inversores de recuperar su dinero", según el experto.
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De acuerdo con el artículo, solo existen dos escenarios posibles. En caso de que las autoridades del país escojan una política más suave, todo volverá a la normalidad. No obstante, en el caso contrario, las restricciones llevarán a la fuga de capitales, el desempleo y el descontento de la población, lo que podría labrar el camino hacia la dictadura.