Vila Autódromo, en concreto, centró todas las miradas, porque estaba situada justo al lado del Parque Olímpico de Barra de Tijuca y los planes de las autoridades buscaban su demolición total para dar paso a un gran aparcamiento.
La veintena de casas de nueva construcción, todas iguales, blancas y de una planta de unos 60 metros cuadrados, fueron entregadas a los vecinos pocos días del arranque de los Juegos Olímpicos, lo que los más críticos ven como un ejemplo de que esta compensación era solo un intento de tapar la polémica a última hora.
De las casas autoconstruidas por los vecinos hace años a orillas de la laguna de Jacarepaguá apenas queda nada, aunque hace apenas unos meses aquí vivían unas 800 familias. Justo al lado aún es posible ver los restos de algunos escombros. En uno de los postes de la luz se lee la palabra 'Apartheid'.
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La mayoría aceptó las indemnizaciones del Ayuntamiento o el traslado al Parque Carioca, un complejo de viviendas de protección oficial situado a poco más de un kilómetro de la antigua Vila Autódromo.
Algunos vecinos aseguraban que a pesar de todo el sufrimiento, intentarían asistir a alguna competición durante los Juegos, pero la mayoría no quiere ni oír hablar del macroevento deportivo que acabó con sus casas originales, llenas de recuerdos familiares.
Para el activista Pedro Monteiro, eventos como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol sirven "para legitimar la violación de los derechos humanos", algo que en su opinión se intensificó en Río en los últimos diez años.
Recuerda que la batalla de Vila Autódromo viene de mucho tiempo atrás, incluso antes de que se adjudicaran a Río los Juegos de 2016: con vistas a los Juegos Panamericanos de 2007 ya hubo un intento de desalojar a sus vecinos.