La obra tejida sobre su propio modelo de fabricación, es una muestra del cine independiente que navega "entre los vientos de la adversidad, a punta de talento y paciencia", dice a Sputnik Sorto, cineasta, poeta, escritor, dibujante y hombre de teatro, a quien el exilio lo ha llevado a vivir en Guatemala, México y Francia, en Bayona, País Vasco, donde ahora reside.
SISTIAGA, UNA HISTORIA VASCA 100 min. / Digital/Color / El Salvador-Francia / 2016 / Director: Manuel Sorto.https://t.co/ihEa70wwmU
— FESTIVAL MEMORIA (@FMDI) 14 de agosto de 2016
El esmero de José Antonio Sistiaga está reservado para apasionados "con una gran carga de locura, un camino de creación empedrado de obstáculos, con la única compensación de momentos plenos de gran exaltación", define el director.
Ese festival celebrado en la colonial y turística Cuernavaca representa una faceta del cine alejada de las pretensiones del cine industrial del "mainstream".
"Se me ocurrió hacer la película de un pintor que proyecta su obra porque conocí a Sistiaga, desde que yo trabajaba como responsable de prensa en el festival de cine latinoamericano de Biarritz, entonces me habló de las películas que él pintaba a mano sobre el celuloide", dice Sorto, tanbién co-productor de la obra.
En aquella época, Sorto trabajaba para el cineasta Pierre-Henri Deleau, director de ese festival francés, y de otros célebres como el de la Quinzaine des Réalisateurs de Cannes, durante décadas.
Locura de artista
En esa atmósfera, a Sorto le despertó curiosidad y se fue a conocer el taller del singular artista vasco, nacido en Donosti, hace 84 años.
"Allí lo vi trabajar y comprendí su increíble procedimiento creativo: se necesitan 24 cuadros para lograr un segundo de proyección, y cada fotograma es como una obra de arte en miniatura, en aquella época había solo tres personas en todo el mundo que lo hacían".
Hacia 1993, aparecieron unos ocho segundos de su última película, que impresionaron en la alta atmósfera del cine, "entonces me pareció que estaba loco, llevaba dos años pintado los fotogramas, pensé que debía hacer algo con él". Para lograrlo pasaron más de dos décadas.
"Comprendimos que hacía cine sin cámara, pintando sobre el negativo virgen, velados con la luz, material que no se puede usar en cámara porque la emulsión anula las impresiones de luz", explica desde Bayona, Francia a Sputnik Camilo Sorto Cazaux, hijo del cineasta, ahora convertido a sus 30 años en editor de la obra, co-guionista, junto con el co-productor Xabi Hiriart.
El fastidioso procedimiento no solo es laborioso sino complejo: "Sistiaga se obliga a pintar en negativo, por ejemplo, para lograr rojo tiene que pintar en azul y luego se revela en laboratorio" explica el cineasta.
La gigantomaquia es tal que la versión de 1992 de un film sobre el sol no la ha terminado, y lleva más de 20 años trabajando en ella: "el sol lo pinta sobre todos los fotogramas, y lo pinta en negativo".
Una imagen fija y dinámica
Sistiaga define su obra como "una imagen fija que se mueve, habla de un cine directo, o de cine sin cámara", explica Sorto-Cazaux.
De manera que se trata de artes plásticas llevadas a técnicas cinematográficas sin cámara ni micrófonos, "utiliza el celuloide como materia prima, nada mecánico y todo a mano y en laboratorio".
Un largometraje pintado a mano "es una factura que no hay en el mundo, en su obra maestra de cine, pero ante todo Sistiaga es un artista plástico, un pintor".
Entonces comenzó el tejido: "con una pequeña productora, la creación de un equipo, mi hijo Camilo y yo escribimos el guión, no es como el de una ficción, sino que se escribe a la hora de la edición, es cuando se decide la estructura".
"Lo único que había eran unas tres líneas de navegación, como mapa de carretera para no perderte, y luego de encontrar las mejores líneas, buscas las bisagras que uno va escribiendo al mismo tiempo que se edita", explica a su turno Camilo Sorto-Cazaux.
Ese guión se escribió en el montaje, en 1993 fueron filmados 20 minutos, en aquella época Camilo tenía siete años, hasta que en 2011 la idea renació.
"La idea original se me había olvidado —confiesa Sorto—, tuve sueños de volver de Francia a El Salvador cuando la izquierda ganó por primera vez las elecciones en 2009, pero todo naufragó, entonces dejé de estar soñando y volví a ocuparme de mis asuntos, y desempolvé el proyecto Sistiaga".
El director solo tenía un temor: "no estar a la altura de la locura de Sistiaga".
La primera palabra salida de la boca del vasco en la proyección fue conmovedora: "¡Cojonuda!", exclamó Sistiaga.