En Uruguay hay un hombre que está solo, hambriento y deshidratado. Hace 27 días decidió, por voluntad propia, poner en riesgo su vida. Comenzó una huelga de hambre porque quiere volver a encontrarse con los miembros de su familia, a quienes no ve desde hace 15 años. Se trata de Jihad Ahmad Deyab, uno de los seis reclusos de Guantánamo que llegó a Uruguay en 2014, tras el acuerdo entre los Gobiernos de José Mujica y Barack Obama, en el marco de la política de Estados Unidos de liberar a los presos de ese centro de detención.
"Hay una gran imprecisión y desconocimiento acerca de los términos de ese acuerdo. Sobre el alojamiento en Uruguay, pero también acerca de la posible relocalización de los exreclusos de Guantánamo en otros sitios. Aun cuando tengan estatuto de refugiados, su situación es 'sui generis'", dijo a Sputnik Pablo Chargoñia, abogado de Derechos Humanos del Observatorio Luz Ibarburu (OLI), una red de organizaciones sociales que vela por los derechos humanos.
Los seis reclusos —cuatro sirios, un tunecino y un palestino—, tienen documentos que los habilitan a salir del país. De hecho, Deyab viajó a Argentina, Brasil y Venezuela, de donde fue deportado tras presentarse en el consulado uruguayo en Caracas pidiendo ser trasladado a Turquía, donde reside su familia.
"Este hombre [Deyab] es una persona que sufrió mucho, no ve a su familia desde hace años y quiere estar con ellos. Es un reclamo muy humano. ¿Por qué no se ha podido lograr que estas personas se reúnan en algún sitio para abrazarse y verse las caras? Esas son las cosas que hay que preguntarse. ¿Cuáles son los límites del acuerdo de Mujica con EEUU?", dijo a Sputnik Susana Mangana, profesora responsable de la cátedra de Islam y Mundo Árabe en la Universidad Católica del Uruguay.
"Estados Unidos, a pesar de ser el país que secuestró, mantuvo preso durante 12 años sin un debido proceso y torturó a Deyab, no ha tenido ninguna participación en su relocalización e intento de reencuentro con los suyos. Al haber generado el problema, es el país con mayor deber de reslverlo, y además el que tiene las mejores oportunidades para que Deyab consiga la visa para reunirse con su familia", opinó Chargoñia.
Dentro del islam, la medida que tomó Deyab es extrema. "La huelga de hambre, que puede provocar su muerte, es para él algo sumamente duro porque en su religión es Dios el que decide cuándo una persona muere. Pero es lógico que la persona esté inestable si hace 15 años que no ve a su familia", dijo Mangana.
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"Uruguay se compró un problema que no puede resolver. Estamos viendo la ineficiencia con tintes trágicos. Deyab va a mantener su decisión de morir si no vuelve con su familia. Estamos muy preocupados porque no vislumbramos una salida humanitaria a la situación. El desinterés de un Estado y la negligencia de otro pusieron en riesgo la vida de este hombre", concluyó Chargoñia.