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Susana Trimarco, la madre emblema de la lucha contra la trata

© AFP 2023 / Julio PantojaSusana Trimarco
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En 2002, Marita Verón, de 23 años, fue secuestrada en Tucumán (Argentina) para ser sometida a la trata sexual. Desde entonces su madre, Susana Trimarco, ha movido cielo y tierra para encontrarla. En ese arduo camino, ha liberado a casi 10.000 víctimas.

Susana Trimarco se ha disfrazado de prostituta, ha entrado a whiskerías y burdeles y ha conseguido liberar a miles de chicas víctima de la esclavitud sexual. 

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Gracias a su labor, Susana puso el drama de la trata de personas, hasta hace poco desconocido para muchos, en el centro del debate social. En 2002, "nadie hablaba" del tema, ni siquiera ella, contó en diálogo exclusivo con Sputnik. "Buscando a mi hija aprendí a conocer estas redes mafiosas que se dedican a secuestrar mujeres y a usar otras técnicas bajo engaño, como ofrecimientos de trabajo para niñera, para ser modelo, o para cualquier tipo de empleo", dijo. 

María de los Ángeles Verón, conocida como Marita, fue secuestrada el 3 de abril de 2002. Tenía una hija de tres años, Sol Micaela, que crió su abuela. Hoy ya tiene 18 años. "A ella le arrancaron a una madre y a mí me arrancaron una hija. Para mí ha sido una batalla muy dolorosa, muy complicada, muy difícil", confesó. 

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Marita fue ingresada en una red de trata de mujeres y obligada a ejercer la prostitución. De Tucumán, los delincuentes la llevaron a la provincia de La Rioja y luego la desplazaron de ciudad en ciudad, en connivencia con los funcionarios judiciales y policiales, para que se perdiera su rastro.

En aquel entonces no había en Argentina una ley integral contra la trata. Susana se encontró con la Justicia como antagonista: en cada provincia cambiaba el sistema judicial. "Cuando yo tenía información seria que podría haber rescatado a mi hija, la piedra mayor en el camino era la Justicia", detalló. 

Los agentes judiciales "no sacaban las órdenes de allanamiento rápido, las resoluciones para que se la busque y se centre en los lugares donde la tenían escondida". En condiciones infrahumanas, Marita fue confinada en un tanque de agua, en un sótano, en un campo y hasta en una casa.

Fue entonces cuando Susana emprendió la búsqueda por sí sola, recorriendo lupanares de toda Argentina para encontrarla. Así, pudo ver el rostro de las víctimas de la esclavitud sexual, chicas a las que les robaron la vida bajo falsas promesas o que, como a su hija, las secuestraron. De origen humilde, a muchas las dejaron de buscar.

"Cuando no la encontraba, me paraba en esos lugares que disfrazaban como whiskerías o cabarets, pero que eran prostíbulos. Había proxenetas con guardias armados y cuando entraba la policía ni siquiera escondían las armas. Veíamos a las chicas con muchísimo miedo. Miraban al piso, en su cuerpo se describía todo el terror que tenían. Estaban paralizadas y no podían hablar",  rememoró Susana.

"Yo les decía a las que estaban en contra de su voluntad, que era la oportunidad para que salgan. Salían corriendo, se abrazaban con mi esposo y conmigo, y rodeados por la policía las sacábamos de ahí. Muchas de ellas las traía a mi casa. Salían como estaban, yo les daba alimento, ropa y las acompañaba a hacer la denuncia en la Fiscalía, porque la policía era cómplice de estas mafias y avisaban cuando íbamos a ir", agregó.

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Uno de los casos más emblemáticos fue el de Andrea da Rosa. Cuando la secuestraron en su pueblo natal de la provincia de Misiones tenía apenas 15 años. En un principio, su familia la buscó en Brasil y pensaron que había sido asesinada, pero Susana la encontró en un prostíbulo de La Rioja, a más de mil kilómetros de su casa.

"La hacían limpiar el piso y trabajar en la prostitución. Le balearon una pierna porque se quiso escapar, a patadas le quebraron una costilla. Ha sufrido muchísimo. La traje a mi casa dos meses hasta que logré dar con sus padres en Aristóbulo del Valle, en Misiones", narra esta madre luchadora.

Susana y Andrea siguen en contacto hoy en día, ya que crearon un vínculo de madre e hija. Mientras seguía buscando a Marita, Susana se aseguró de conseguir un techo para Andrea, la ayudó a terminar el colegio secundario y a encontrar un trabajo. Hoy en día tiene un negocio, pero las secuelas de los ocho años de reclusión siguen siendo una herida abierta para la joven.

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Al comienzo, Susana y su marido —fallecido en 2010— se enfrentaban en solitario a la corrupción policial. Ellos solos liberaron a más de 150 víctimas. No las dejaban nunca con la policía, por miedo a que las devolvieran a los secuestradores. 

"Intentaron matarme dos veces en la calle, intentaron secuestrestrar a Micaelita [la hija de Marita] cuando era más chiquita y otra vez hace tres años. Ya no confío en nada. Tengo la experiencia, esa sabiduría de reconocer cuando un funcionario está mintiendo, si un policía dice la verdad. Yo me doy cuenta, por todas las cosas que pasé y sigo pasando", aseveró.

Cuando Susana vio que no podía seguir luchando sola contra un sistema corrupto, creó en 2007 la Fundación María de los Ángeles, en memoria de su hija. Desde entonces y hasta el día de hoy "se rescataron más de 9.558 víctimas", pero Marita sigue desaparecida. 

Susana "golpeó las puertas del Estado Nacional" y peleó por la aprobación de una ley de lucha contra la trata. Logró su objetivo en 2008, cuando el Congreso Nacional aprobó la Ley de Trata.

Susana recibió numerosos reconocimientos por su lucha: obtuvo varios doctorados honoris causa, entre ellos el de la Universidad de Buenos Aires. En 2001, la expresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, le entregó el Premio Azucena Villaflor, un galardón para distinguir a las personas que lucharon por los derechos humanos. En 2007, el Departamento de Estado de EEUU le concedió el premio 'Madre Coraje'.

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Susana no ha encontrado a Marita. Pero logró que 13 personas estén presas con sentencias firmes de entre 10 y 22 años. Los hermanos Alé, autores intelectuales del secuestro, están en la cárcel por lavado de dinero, tráfico de armas y de drogas. Estos delincuentes tenían vínculos probados con el Gobierno provincial, ya que poseían conexión con la radiofrecuencia de la Policía y una flota de 3.500 taxis. 

"Imagínese cómo iba a encontrar a mi hija si estos delincuentes estaban metidos dentro del poder político, judicial y policial. Por eso no la he encontrado, porque la tierra no traga gente. Mi hija no tiene la varita mágica para que la movilicen como la movilizaban de un lado al otro", dijo.

"Jamás voy a bajar los brazos. No quiero cerrar mis ojos hasta no saber de Marita", concluyó. 

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