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Testigos de la historia: 25 años después de la disolución de la URSS

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Rafael Poch, corresponsal del diario La Vanguardia en Moscú entre 1988 y 2002, recuerda que en la Plaza Roja, la noche del 8 de diciembre, cuando la URSS llegó a su fin, nadie festejaba. Tampoco se acuerda de haber visto personas llorando. El sentimiento que reinaba en el ambiente era la "estupefacción".

"Las cámaras de televisión estadounidenses estaban allí intentando captar escenas de júbilo pero no consiguieron ni una sola imagen así. La CNN filmó a un grupo marginal de cuatro o cinco personas tocando el acordeón y bailando, y transmitieron esa noticia al mundo. Nada que ver con la realidad. Fue un día sombrío y extraño", dijo a Sputnik el cronista español que hoy es corresponsal en París para el mismo medio.

Para él, lo más significativo de ese momento histórico fue "la oportunidad perdida". Con la Unión Soviética de Mijaíl Gorbachov, presidente de la Unión Soviética entre 1990 y 1991, existió la posibilidad de "acabar con la Guerra Fría" y de abrirle al Siglo XXI una puerta de viabilidad donde la "cooperación internacional" abordara los grandes retos globales "como el calentamiento global o la desigualdad", aseguró.

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"Occidente prefirió omitir aquella oportunidad. Interpretó la desarticulación de la gran potencia como una manifestación de debilidad que había que aprovechar para irrumpir en la utopía monopolar", agregó, señalando que esto llevó al "desastroso intento de dominar Oriente Medio y despreciar la diplomacia y el multilateralismo en pos de la política del más fuerte". El resultado es "el imperio del caos", que no fue responsabilidad de la Unión Soviética sino de sus adversarios, analizó.

Para Poch, realizar un balance de las cosas que dejó a la humanidad la experiencia marxista-leninista es un ejercicio complejo. Por un lado destacó que tras la Revolución rusa de 1917, la Unión representó "la esperanza de la humanidad". Allí, durante un "breve" período reinó un "espacio de enorme libertad", indicó.

Luego, esa experiencia fue suplantada por un "salvajismo horrible" durante la guerra civil, que se transformó durante el estalinismo en un "imperio despótico". Pero después, la URSS protegió los movimientos de liberación nacional y del Tercer Mundo durante en los años sesenta y setenta.

"No se puede pintar la experiencia soviética de un brochazo", afirmó, y destacó que a nivel global, siendo uno de los dos pilares del mundo bipolar, la Unión Soviética era "la menos agresiva".

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Para Poch, la disolución de la Unión fue una "gran sorpresa" para el mundo entero. "Nadie imaginaba el desmoronamiento", aseguró. Poch descarta los análisis que adjudican la responsabilidad del colapso a agentes externos como "la mano firme de Ronald Reagan", la "influencia del Papa Juan Pablo II, o de la puja entre los "nacionalismos". El hecho "fundamental" que puso fin a la experiencia soviética fue que la propia clase dirigente "creía muy poco en el socialismo" y se preocupaba mucho de "mejorar su posición" como grupo, señaló el periodista.

Para conquistar el poder, "el grupo de Borís Yeltsin [primer presidente de la Federación Rusa entre 1991 y 1999], tenía que disolver el super Estado soviético y eso es lo que ocurrió porque el sistema estaba muy oxidado con una situación socio económica muy crítica", concluyó.

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