"La mente se niega a entender que ya no está con nosotros. El corazón se niega a creerlo… Sabíamos que tenía que volar a Siria, a la base aérea de Hmeymim, para llevar medicamentos al hospital universitario de Latakia. Hasta el último momento, esperábamos un milagro. Ella misma era un milagro, un mensaje de Dios", aseguró el jefe del Consejo Presidencial para los Derechos Humanos, Mijaíl Fedótov.
Elizaveta Glinka nació el 20 febrero de 1962 en Moscú. En 1986, se graduó de la Segunda Universidad Médica Pirogov con la especialidad de anestesióloga infantil. Aquel mismo año se trasladó a EEUU con su marido, el abogado Gleb Glinka. En Estados Unidos, durante 5 años trabajó en un hospicio y en 1991 se graduó de la Escuela Médica de Dartmouth, con la especialidad de medicina paliativa. En aquel mismo año se mudó a Kiev junto con su esposo. En la capital de Ucrania, fundó el primer hospicio en el Centro Oncológico de Kiev. Más tarde, regresó a EEUU, pero siguió al frente del hospicio ucraniano.
En 2007, la madre de la doctora Glinka, la famosa dietista y periodista Galina Poskrióbisheva, cayó gravemente enferma. Entonces, la doctora Liza se trasladó a Moscú, donde fundó la asociación benéfica Ayuda Justa. Inicialmente, se suponía que la organización no solo ayudaría a los enfermos terminales, sino que también socorrería a los sin techo moscovitas y a las personas con bajos ingresos. Más tarde fueron ampliándose las áreas en la que trabajaba la fundación.
En 2010, Elizaveta Glinka organizó una recolecta de ayuda humanitaria para las víctimas de los incendios forestales que afectaron la parte central de Rusia. Dos años después, logró recaudar más de 16 millones de rublos —unos 260.000 dólares— para los afectados por la inundación en Krimsk —en la región de Krasnodar—.
Para los rusos, Glinka se ha convertido en un símbolo de altruismo y humanidad. El 6 de diciembre, la doctora fue galardonada con el Premio Estatal. Al recibir el galardón de las manos del presidente de Rusia, Vladímir Putin, la médica declaró que "el derecho a la vida es el derecho más importante".

Subrayó que para ella, "es muy difícil ver a los niños muertos y heridos de Donbás y de Siria. Es imposible reconocer la división de la sociedad, en la que las personas dejan de escucharse las unas a las otras. Nosotros [los defensores de los derechos humanos] estamos fuera de la política, al igual que las personas a las que defendemos. Estamos del lado de la paz, del diálogo y de la colaboración con todo el mundo".
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Al mismo tiempo, manifestó que "nunca estamos seguros de si regresaremos vivos, porque la guerra es el infierno en la Tierra, y sé de lo que hablo. Pero estamos seguros de que la bondad, la misericordia y la compasión son más poderosas que cualquier arma".