El más básico de todos es vestir de blanco la noche de Reveillon (Nochevieja): la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, se convierte cada 31 de diciembre en un mar de millones de cariocas y turistas vestidos de blanco en busca de la buena suerte.
Otro requisito casi obligatorio es acercarse a la orilla del mar y saltar siete olas justo en la medianoche, una tradición que enlaza con las creencias de las religiones nacidas con los esclavos que llegaron a Brasil procedentes de África.
Muchos creyentes de la umbanda y del candomblé aprovechan el último día del año para rendir homenaje a Iemanjá, la diosa que reina sobre el mar entre las divinidades orixás.
Miles de flores, sobre todo gladiolos, se lanzan al mar o se dejan sobre la arena a modo de ofrenda, pero también velas, comida e incluso botellas de champagne.
En el noreste de Brasil, donde las religiones sincréticas están más arraigadas, también es común tomar un baño de hierbas aromáticas para limpiar el espíritu.
En estos días el mercado de las Siete Puertas de Salvador de Bahía, donde se pueden encontrar hasta 500 tipos de hojas, es un hormiguero de gente en busca de las plantas sagradas.
Los que tengan ganas de viajar en 2017 pueden guardar un vestido blanco en una maleta la noche de fin de año y para los que busquen dinero la clave es chupar siete semillas de granada durante la cuenta atrás para el año nuevo.
Después se envuelven en una hoja de papel y se guardan todo el año en la cartera, bien cerca del dinero, para que se multiplique.