En la mañana del 30 de junio de 1908, una enorme bola de fuego cruzó el apacible cielo de la taiga en la región siberiana de Krasnoyarsk. Poco después, se produjo una fuerte explosión que fue registrada por numerosas estaciones sismográficas de Rusia e incluso del Reino Unido.
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Sin embargo, 19 años más tarde, una expedición liderada por el científico ruso Leonid Kulik llegó a Tunguska para examinar el lugar de la explosión. No obstante, los investigadores no lograron descubrir ningún rastro de la caída del meteorito. Kulik explicó que esto se debía a que la materia extraterrestre se quemó completamente al entrar en la atmósfera. Mucho más tarde, en 2007, un equipo científico de la Universidad de Bolonia (Italia), liderado por Luca Gasperini, propuso una teoría según la cual el lago Cheko era el supuesto cráter dejado por el meteorito de Tunguska debido a su inusual forma y profundidad. El científico agregó que se desconocía la existencia de este lago antes de 1908.
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Recientemente, sus colegas del Instituto de Geología y Mineralogía de la delegación siberiana de la Academia de las Ciencias de Rusia han terminado el análisis radioscópico de las muestras obtenidas, según un informe publicado en el portal de la Sociedad Geográfica Rusa.
Con su hallazgo, los científicos rusos 'han matado' la última esperanza de la comunidad internacional para esclarecer las circunstancias que rodean la extraña explosión del bólido de Tunguska, uno de los mayores misterios sin resolver de la historia.