Por su parte, el primer ministro Benjamín Netanyahu ha calificado de "asesinos y terroristas" a los prisioneros que se niegan a alimentarse para presionar con el fin de obtener mejoras en sus condiciones de vida en la cárcel.
También exigen acabar con el aislamiento de los prisioneros, instalar teléfonos de pago accesibles en todas las galerías, que se permitan las visitas de familiares con mayor frecuencia y que se mejoren las condiciones médicas.
Después de largas semanas de preparativos, la huelga ha sido convocada por Marwan Barghouti, uno de los principales líderes de Fatah que fue detenido en 2002 y condenado a cinco cadenas perpetuas por haber ordenado atentados que costaron la vida a cinco israelíes en los territorios palestinos ocupados.
Las autoridades israelíes están furiosas porque el domingo Barghouti publicó en el New York Times un largo artículo explicando los motivos que hay detrás de la huelga.
De momento la huelga de hambre es de carácter indefinido y la están siguiendo entre 1.300 y 1.500 prisioneros.
Los israelíes creen que Abás, a pesar de respaldar a los huelguistas oficialmente, es el primer interesado en que vuelva la normalidad en las cárceles antes de viajar a la Casa Blanca. También esperan que los medios de comunicación internacionales muestren una mayor atención a la guerra siria que a los prisioneros palestinos.
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Se estima que en las cárceles israelíes hay en la actualidad unos 6.500 palestinos, de los que 32 son mujeres y unos 300 son menores de edad. También hay unos 500 prisioneros en calidad de "detención administrativa".