El nombre de la monja Kosaka Kumiko evoca un tormento para varios niños que pasaron por el Instituto Provolo. Esta entidad educativa, vinculada a la Iglesia Católica, se volvió tristemente célebre por los repetidos abusos que cometieron sus miembros hacia los alumnos, en su mayoría sordos o con otros tipos de discapacidades.
La religiosa de origen japonés identificaba a los golpes a los niños más sumisos —los que se quejaban menos— para remitirlos a los curas, que luego abusaban sexualmente de ellos. Una vez consumada la violación, se encargaba de esconder las evidencias. Los testimonios de las víctimas indican que Kumiko también participaba activamente de las vejaciones.
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"Con sus golpes lograba entender el nivel de vulnerabilidad de los menores. Si el nivel de vulnerabilidad era muy alto, terminaban siendo sometidos sexualmente. Después hay testimonios de que ella participaba como cómplice", dijo a Sputnik el abogado Sergio Salinas, vicepresidente de la ONG de defensa a los derechos humanos Xumek, una de las partes en el proceso judicial.
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Uno de ellos es Nicola Corradi, mencionado por varias víctimas como uno de los sacerdotes que incurría en las prácticas humillantes. El italiano fue procesado en diciembre de 2016 con prisión, así como el cura argentino Horacio Corbacho y otros tres funcionarios del Instituto Provolo de Mendoza.
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La ciudadana presentó la denuncia cuando su hijo dibujó a un "niño con un hombre teniendo sexo oral". La fiscalía, "en vez de llamar al niño y revisarlo física y psicológicamente para ver si era víctima de abuso, citó a la autoridad del Instituto", explicó el vicepresidente de Xumek.
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Una veintena de denuncias pesan sobre la causa mendocina contra los sacerdotes del Instituto Provolo. Paralelamente, existe otra investigación por casos similares en una filial de la organización en La Plata (provincia de Buenos Aires). Las autoridades eclesiásticas de Mendoza dicen desconocer el prontuario de Corradi, hecho que ha suscitado una fuerte polémica en Argentina.