Las cifras reflejan una realidad vigente en América Latina. En Panamá, un informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (Unodc, por su sigla en inglés), señaló que el 81% de la población femenina encarcelada es madre. Un 68% de esas mujeres declaró no tener pareja, lo que supone que son cabezas de familia, de acuerdo con el documento.
Más allá de América Latina, en Estados Unidos los índices son parecidos. Casi el 80% de las mujeres detenidas en ese país norteamericano tiene hijos menores a cargo, además de ser en su mayoría madres solteras. Los números datan de 2014 y fueron compilados en una publicación del Instituto Vera de Justicia.
"Son indicadores muy altos y los que más sufren son los hijos. Cuando la mujer está en la cárcel, automáticamente toda la familia es afectada, pero en primer lugar los hijos. Y luego las mujeres sufren la preocupación por ellos, se sienten malas madres por no poder criarlos, no poder atenderlos cuando están enfermos. Sienten una doble culpa en la cárcel. Se acentúa el dolor y la infamia que ya es la cárcel en sí misma, el encierro, el hacinamiento", observó Mauersberger.
A su juicio, hay que repensar el sistema penal punitivo y buscar sentencias alternativas, como el trabajo comunitario, sobre todo para "delitos menores", como el microtráfico de drogas. "Hay estudios que señalan que los hijos de las mujeres presas tienen mucho más probabilidad de delinquir en algún momento de sus vidas", remarcó la trabajadora social.
Desde la Articulación Feminista Marcosur (AFM), organización regional que integra movimientos de mujeres de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay, la referente Lilián Celiberti también cuestionó las penas aplicadas.
"El sistema judicial tiende a condenar sin considerar alternativas, como el trabajo comunitario. La cárcel no es el único lugar correctivo, sino que es un camino que conduce a más violencia, no permite un desarrollo humano. Hay que mirar hacia una política no punitiva, sobre todo para las mujeres que tienen menores a cargo", aseveró la uruguaya a Sputnik.
Madre de dos hijos, Celiberti vivió ella misma la realidad penitenciaria: estuvo ocho años detenida en el marco de la dictadura cívico-militar que gobernó Uruguay entre 1973 y 1985. Sin embargo, la activista consideró que sus condiciones en la prisión tenían la particularidad de que las reclusas compartían las mismas causas de condenas por la represión ideológica, lo que las integraba en una suerte de comunidad que se apoyaba internamente, algo que no existe en las cárceles comunes.

"Hay que mirar hacia la población reclusa, qué vida ha tenido antes de ser condenada, muchas de esas mujeres fueron víctimas de abusos, la mayoría viene de contextos vulnerables. Hay que actuar con programas de prevención. ¿Cómo? Con políticas integrales, desde fomentar la educación y el empleo, pasando por facilitar microcréditos para acceso a vivienda y proporcionar guarderías para los niños de forma que ellas puedan trabajar y tener ingresos", abogó.
En la mayoría de los países latinoamericanos, el Día de la Madre se celebra este 14 de mayo. "En la cárcel donde yo estuve en Cartagena, afortunadamente, el domingo es el día de visita, es cuando viene la familia, los hijos, por lo que el Día de la Madre va a ser un día feliz para esas mujeres ya que cae un domingo. Muchas se pasan toda la semana preparándose para el día de visita, pensando qué van a hablar con los hijos. Pero hay otras cárceles en Colombia que solo tienen un día de visita al mes, entonces el Día de la Madre se hace más triste porque no estarán con sus hijos", contó la investigadora alemana.