Para identificarlo, los astrónomos utilizaron dos potentes telescopios situados en Arizona y Sutherland, en el norte de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
El Kelt-9b está tan cerca de su estrella que la temperatura de su superficie supera los 4.300 grados centígrados, lo que lo convierte en el planeta gigante más caliente jamás descubierto.
El calor que recibe es tan intenso que este 'infierno', literalmente, se hincha y puede llegar a ser tres veces más voluminoso que Júpiter. La temperatura abrasadora que soporta en su superficie hace que sea imposible que se formen partículas de agua, dióxido de carbono o metano.
En lugar de estos elementos, a través de su atmósfera solo se 'cuelan' átomos de metal.
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El tórrido planeta, además, está sometido a un constante bombardeo de radiación tan feroz que los astrónomos creen que en el futuro se desintegrará por completo o que de él solo quedará su núcleo rocoso.