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La lengua aymara salta a la pantalla grande (vídeo)

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Wiñaypacha, una palabra que en aymara significa 'eternidad', a partir de hoy pasará a la historia por ser el título de la primera película en esa lengua del altiplano andino. Sputnik dialogó con Óscar Catacora, el peruano que dirigió esta cinta.

Este año quedará marcado como un hito en el cine peruano. Por primera vez en la historia, un largometraje será hablado exclusivamente en aymara. Esta obra, titulada Wiñaypacha, cuenta el día a día de una pareja de ancianos que vive en una aldea a más de 5.000 metros de altura. Ambos esperan la visita de su único hijo, quien partió a la ciudad y nunca más volvió a visitarlos.

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La película —cuyo nombre de en castellano se traduce en 'eternidad'— explora entre sus temas la identidad, el éxodo del campo a la ciudad y el quiebre con los orígenes. La cinta, que será estrenada en el Festival de Cine de Lima, tiene mucho que ver con la historia de vida de su director, Óscar Catacora.

Este joven de 30 años, proveniente de una familia rural cuyas raíces se encuentran "a orillas del lago Titicaca", fue enviado a vivir con su abuela en las alturas de Puno para acompañarla y aprender la lengua aymara.

"En esa época un niño que hablaba castellano era superior a uno que hablara aymara. Cuando yo me fui a vivir con mi abuela sentí la ausencia de sus hijos. Muchos están en Lima y cada 6 o 7 años van a visitarla y ella sufría. Cuando empiezo a escribir la historia recurría a las experiencias de mi infancia", comentó Catacora en diálogo con Sputnik.

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El hijo ausente en la película se avergüenza de su cultura, una escena con la que muchos de los que conformaron el éxodo a las ciudades se pueden identificar. Al dejar sus pueblos, "pierden su identidad cultural, entonces niegan sus orígenes", dijo el cineasta.

"Sobre todo en Perú, la influencia del racismo y la discriminación hacia los pueblos del Andes es muy fuerte. Muchos jóvenes emigran hacia las ciudades e intentan aparentar que son citadinos. Incluso las mujeres cuando se van tienen el pelo morocho y vuelven rubias. La película habla de eso, de la pérdida de la identidad cultural de los jóvenes de las zonas rurales de Perú", acotó el director.

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La utilización del aymara en la película —una lengua con alrededor de dos millones de hablantes repartidos entre Bolivia, Chile y Perú— es de cierta manera la reivindicación de las cultura de esos pueblos.

Wiñaypacha contó con la financiación del Ministerio de Cultura de Perú. Catacora estaba trabajando en un largometraje sobre la Revolución Indígena de 1860, pero luego cambió de carriles para enfocarse en la historia que estrenará a inicios de agosto en Lima.

Una de las principales dificultades, según el director, fue elegir a los actores que encarnarían a los personajes. El proceso requirió tener en cuenta las especificidades culturales con las que un realizador normalmente no se encuentra en el set de rodaje.

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Aunque contaban con la financiación suficiente, la participación de actores profesionales requería un esfuerzo considerable en términos de producción. Además de hablar correctamente aymara, los intérpretes debían introyectar la forma de caminar o de expresar, entre otros elementos idiosincrásicos de los pueblos andinos.

Influenciado por el neorrealismo italiano, y luego de ver la filmografía de Vittorio de Sica, el equipo decidió apostar por actores no profesionales, un camino arduo que ahora da sus frutos.

"Un tipo de cine así se veía mejor, más realista. Fue ahí cuando empezamos a buscar a estos dos actores. Pensamos que iba a ser fácil este proceso, pero tardamos un año. Fue demoroso y requirió mucha contención", comentó al respecto Catacora.

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Por ejemplo, en aymara no existe un término para referirse a la actuación o al cine, ya que no son elementos propios de esa cultura. El hecho de tener un equipo de producción que podía comunicarse en esa lengua facilitó la intermediación, pero no del todo.

​"Por una parte fue fácil de hacer y trabajar con los actores, pero también fue muy complicado. Yo hablo aymara: conozco la realidad, las costumbres y la cosmovisión de la cultura andina. Sin embargo fue difícil en cuanto a algunas costumbres", relató.

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Un joven de la edad de Catacora no puede dirigirse directamente a un octogenario, como los protagonistas. Hacerlo implicaría faltarles el respeto. Por eso, tuvieron que contratar a un intérprete que tuviera autoridad dentro de la comunidad para poder transmitir ciertas palabras o ideas que el director "no podía decirles directamente".

Otra cuestión que generaba incomodidad en los actores era repetir varias veces una toma, algo que veían casi como una ofensa: "Era como rechazar lo que estaban haciendo y decirles que estaban haciendo algo mal", recordó Catacora. También se aburrían de hacer de nuevo lo mismo. Por eso ensayaban varias veces antes de grabar. Y si no, recurrían a otras técnicas menos ortodoxas.

"A veces mentíamos y decíamos que la cámara había fallado o se había movido, o que el sonido no había grabado. Era una forma de trabajo completamente distinta de la que se hace con actores profesionales", remarcó el director.

El cineasta, que luego del estreno en el festival comenzará su labor de difusión y distribución dentro de fronteras, confesó a Sputnik que no le gusta abanderarse de su cultura, porque hay quienes hacen eso para explotarla. En su lugar, prefiere pensarlo como un legado para el pueblo peruano.

"Y para el pueblo indígena, no solamente del Perú, sino de muchas partes de Sudamérica y del mundo. Es una forma de representarlos y yo me identifico dentro de ellos", concluyó.

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