Sputnik dialogó con el director general de la compañía para conocer la historia de su producto.
Un pasado 'lunar'
A finales de la década de los 2000, Máltsev, especialista en visión artificial, participó en el ambicioso proyecto ruso Selenojod, el único participante ruso del concurso Google Lunar X Prize.
A pesar de dos prototipos construidos, el equipo no logró conseguir fondos suficientes para pasar a la etapa de lanzamiento, y para 2013 el proyecto se dio por concluido.
Pero varios miembros del equipo aprovecharon la experiencia única de ser parte de un proyecto de alta tecnología y de trabajo en condiciones de escasa financiación para lanzar sus propias empresas tecnológicas. Sputnik ya habló de, o mencionó, algunas de ellas: Motorica y New Space Tecnhologies Research, así como el proyecto Mayak.
RoboCV es uno de los descendientes de este mismo equipo 'lunar'.
Robotizar lo rutinario
Al crear RoboCV en 2012, Máltsev y su equipo analizaron el mercado para determinar el sector más prometedor de este mercado emergente. Tras comparar varios negocios según las inversiones necesarias y el período de su retorno, la respuesta quedó clara: robots industriales, más precisamente, robots para el sector de la automatización de almacenes y naves industriales.
"Inicialmente queríamos crear un sistema de autopiloto para los carros y hasta construimos un pequeño prototipo que cruzaba por el parque de innovaciones moscovita Skolkovo. Pero como los autopilotos automovilísticos requieren grandes inversiones, decidimos reorientarnos hacia la robótica industrial", comentó Máltsev a Sputnik.
Así nació la idea de crear un tipo de carretilla elevadora automatizada capaz de realizar la mayoría de las operaciones rutinarias en los almacenes. Este tipo de dispositivos tienen una variedad de nombres en diferentes países de habla hispana, entre ellos 'montacargas', 'grúa horquilla' o 'transpalé'.
Actualmente, RoboCV produce sus robots en Rusia, aunque una gran parte de los componentes son importados.
"De hecho, no somos una empresa productora: somos autores del software y del diseño del robot, y nos resultará más ventajoso ensamblar los robots más cerca del cliente", explica Máltsev calificando su producto como "con un 'cerebro' completamente ruso basado en componentes extranjeros".
El mencionado cerebro es una de las ventajas principales de RoboCV: sus robots son capaces de colaborar activamente con los empleados del almacén, reaccionando a sus movimientos y no les molesta si la carga está mal colocada —el robot puede cambiar su posicionamiento para montarla—.
"Hay muchos transpalés automáticos: en esencia, cada productor los ofrece. Pero colaborar con los humanos, eso no lo puede hacer ninguno de nuestros competidores", destaca Máltsev.
Por esta misma razón los países asiáticos todavía no están en la mira de la empresa ya que la mano de obra en el sector del almacenamiento sigue barata.
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En cuanto a América Latina, Máltsev admite que actualmente es un mercado "geográficamente bastante lejano", aunque los planes para introducirse en Suramérica sí existen.
Dos décadas hasta la robotización
El ingeniero ruso se pronuncia con certeza sobre el futuro de los vehículos no tripulados.
"Tarde o temprano, todas las tareas de transporte serán robotizadas. Primero, en zonas cerradas, como canteras o minas. Luego, en 15 o 20 años, las tecnologías de los autopilotos, los procedimientos de su certificación y la base jurídica alcanzarán la madurez, y veremos la adopción en masa de los autopilotos en áreas abiertas: en carros, aviones, trenes, naves, etc.", vaticina Máltsev.
Mientras la automatización total esté fuera del alcance, RoboCV buscará desarrollar su nicho elegido, fusionando el trabajo de los robots con el de los humanos para delegar el aspecto más rutinario de trasladar mercancía a sus montacargas robotizados.
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