El 31 de agosto de 2016, Michel Temer se confirmó como presidente de Brasil, tras el apartamiento definitivo de la mandataria electa popularmente en 2014, Dilma Rousseff, tras un juicio político sembrado por la polémica y denuncias cruzadas por supuesta corrupción. En los últimos 12 meses, hay varias cosas que han cambiado en el país, pero hay una se mantiene constante: "la inestabilidad endémica" de la escena política del país, dijo a Sputnik el analista argentino Patricio Talavera, especializado en temas brasileños.
Policía Federal brasileña ve "evidencias" de que #Temer practicó corrupción pasiva https://t.co/e4jlshxaoC pic.twitter.com/bRr7tUSMuL
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 21 de junio de 2017
"Eso es algo que no ha variado. El presidente Temer acaba de recibir la noticia de que el Tribunal Supremo Federal acaba de aceptar una nueva denuncia en contra de él. Recordemos que el Parlamento desestimó otra denuncia hace cuestión de semanas", dijo Talavera, politólogo de la Universidad de Buenos Aires y profesor en el mismo centro de estudios.
El analista incidió que no ha habido "un agravamiento de la crisis". En el inicio de la administración de Temer, el coloso sudamericano estaba cayendo, pero "no estaba claro dónde estaba el piso" al cual se precipitaba. Ahora, "ha dejado de caer", con exiguas perspectivas de crecimiento (0,2%) para 2017 y una proyección del 2% en 2018.
Para mantenerse en el Gobierno y aplicar su plan de reformas, Temer ha debido cambiar la configuración de la coalición que lo apoya. Para eso, se ha valido de un conjunto de "pequeños partidos de ideologías extremas", denominado por la prensa brasileña 'centrão' (gran centro). Sus integrantes son, entre otros, el Partido Socialcristiano (PSC), Partido de la República (PR), Partido Socialdemócrata Cristiano (PSDC) o el Partido Social Liberal (PSL).
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"Tienen plataformas francamente conservadoras. Si quisiéramos algún tipo de símil tendríamos que buscarlo en el ‘tea party' estadounidense. Por la fragmentación del sistema de partidos brasileños, esta miríada de agrupaciones tiene un rol muy importante", incidió el analista.

Un ejemplo es Fernando Collor de Mello, el presidente electo en 1990 y destituido en 1992. Unos 15 años después, el exmandatario fue electo senador federal y sigue aún en su cargo. Del mismo modo, el exmandatario José Sarney "salió de una presidencia desastrosa en lo económico y se transformó en uno de los líderes más influyentes del parlamento brasileño".
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Su posible participación en los comicios presidenciales previstos para 2018 es fruto de polémicas, ya que fue condenado en primera instancia a nueve años y medio de prision —en suspenso— por un presunto episodio de corrupción. La sentencia fue apelada y del resultado del proceso depende mucho de lo que suceda en los comicios.
"El PT sin Lula estaría en una situación francamente dramática. Y con esa locomotora hoy es un partido clave para el 2018. Si uno se guía por las encuestas hay dos candidatos que han crecido sostenidamente en el curso del último año: [el conservador] Jair Bolsonaro y Lula. De alguna manera los extremos", precisó.