Luego de más de una década de dictadura militar, en 1984 se vislumbraba una salida de la etapa más oscura de la historia uruguaya. En esa época se gestaba la transición hacia un gobierno democrático, pero en los cuarteles la represión seguía. En abril de ese año, el régimen se cobraba su última víctima: el médico de origen ruso Vladimir Roslik. Ahora, a más de tres décadas de esta muerte, un documental innovador llega a la pantalla grande para que el caso no quede sepultado en el olvido.
'Roslik, y el pueblo de las caras sospechosamente rusas' hilvana fino sobre el trágico hecho a través de los relatos de las dos personas que vivieron en carne propia las consecuencias del asesinato del médico: su esposa, María Cristina Zabalkin, y el hijo, Valery. Según dijo el director de la obra a Sputnik, la cinta "es una reconstrucción del pasado puesta en el hoy".
La sangre rusa del último muerto de la dictadura uruguaya https://t.co/mILRy5y4I7 pic.twitter.com/waVl2U5JQ0
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 7 de diciembre de 2016
"Todavía tenemos una deuda. Creo que es algo que nos sigue pasando, porque todavía tenemos una deuda pendiente. La película la cuenta desde lo humano, desde la emoción y desde lo que ellos están viviendo con eso", dijo Goyoaga en entrevista con el programa Telescopio.
Roslik había sido detenido, torturado y enviado a prisión en 1980, bajo la excusa insólita de formar parte de un complot para orquestar una invasión soviética a través de las costas del río Uruguay. Fue liberado un año después. No corrió la misma suerte cuando una noche de 1984 los militares se lo llevaron nuevamente de su casa. A los pocos días apareció muerto, en circunstancias no esclarecidas, pero con signos de tortura y un informe de una autopsia que ocultaba la represión militar.
"En las 24 horas que se llevaron a mi esposo y me lo devolvieron muerto, no sé qué fue lo que me iluminó. Quizás la injusticia y la mentira. Yo me llevé el cadáver y me fui a otra ciudad a hacer otra autopsia. De repente si me hubiera quedado quietita, quién sabe cuántos años más seguiría la dictadura. Eso como que fue desencadenante para que empezara… y el periodismo que apoyó. Fuimos todos juntos un equipo que se movió unido", contó Mary Zabalkin a Sputnik.
La arbitrariedad y la autopsia falsa cobraron visibilidad nacional con una investigación del semanario Jaque. En poco tiempo, todo Uruguay estaba enterado de la injusticia cometida por los militares. Desde entonces, Mary Zabalkin se ha movilizado por mantener viva la memoria de ‘Valodia' (como se conocía a Roslik, el diminutivo de Vladimir en ruso) y por esclarecer los hechos que cobraron la vida de su esposo.
En la última escena del documental se ve a Zabalkin que pide a su hijo Valery tomar la posta de esa mochila que cargó durante muchos años. Sin embargo, la intención no es legarle un lastre, sino luchar para que la memoria siga viva.
"Para mi ha sido muy traumático y para el que no lo vivió pero todo se lo cuentan también es traumático. Hemos tenido y seguimos teniendo muchos traumas y problemas con esto que nos paso, pero también me refiero a la mochila en el sentido de que este documental es para que quede algo para la historia por algo que pasó, para que la juventud se entere", describió Zabalkin.
Dentro de esa mochila hay cosas que siguen doliendo en San Javier, el pueblo en el que nació y vivió Roslik y que fue fundada por inmigrantes rusos en 1913. Muchos se volvieron automáticamente sospechosos por un posible vínculo con la URSS debido a sus orígenes. En el pueblo, tener un apellido ruso "era lo más normal", pero al salir se encontraban con que tenían "caras rusas".
"Tenemos que seguir trabajando en la Justicia, porque hay una ausencia total en este caso, y capaz que yo con 64 años ya no voy a lograr verlo. Esto me pasó cuando yo tenía 30 y de repente capaz que Valery tampoco lo puede resolver, pero quizá sí mis nietos… algún día tenemos que saber por qué pasó todo esto", se lamentó la viuda de Valodia.
Valery dijo a Sputnik que el problema de su generación es que no vieron la dictadura con sus propios ojos: "No sabemos más de lo que podemos escuchar, leer o ver. Por eso apoyamos tanto el documental, para que estas generaciones sepan lo que se vivió y tengan conocimiento", aseveró.
"Mi viejo era para mí una muy buena persona, de un gran corazón y bien humilde, de pueblo, que daba todo por el prójimo. Creo que por más que no me pudo criar, esos valores se me transmitieron", dijo el hijo de Vladimir y Mary.
El registro del documental cambia según la parte que se está narrando. Las partes más crudas son contadas desde la animación. Goyoaga explicó que al empezar a hablar con Valery, el joven dijo que vivió todo "como un cuento" que otros le iban transmitiendo, pues tenía pocos meses de vida cuando su padre murió.
"Él era un personaje importantísimo de esa historia, y para mucha gente la foto de Vladimir con él en brazos es un ícono. Entonces de ahí surgió la idea de contar algunas cosas con animación, que por un lado nos permite narrar momentos difíciles sin caer en el golpe bajo y por otro lado también tiene la cuestión más infantil, de alguien que se está construyendo esa historia", explicó el director del documental.
Son animaciones las dos detenciones de Roslik y la parte final de la película, "cuando llega la democracia y empieza el momento de reconstruir".
En San Javier, el hecho provocó heridas. Según Zabalkin "se dividió el pueblo". "Hay gente que sabe que todo fue una mentira, sin embargo hay otros que quedaron dudando. Cuando empiezan a instalarse esas dudas y las sospechas del vecino, la sociedad se empieza a separar", dijo la viuda de Roslik.
La impunidad judicial llevó a que Mary mantuviera viva la memoria de Vladimir a través de ONGs para beneficio de la población de San Javier. El hogar de ancianos del pueblo, la policlínica y el jardín de infantes de la localidad son impulso de la fundación que encabeza la protagonista del documental.
"Para San Javier hay todo un nuevo desafío, quiere aflorar después de todo lo que pasó, que quemaron sus culturas, sus danzas. Ahora con el turismo, las comidas típicas y el idioma quiere revivir", aseguró.
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Valery concluyó que "hay que seguir luchando para que se sepa la verdad", a pesar de que él y su madre están "un poquito agotados". Sin embargo, eso no es obstáculo para que ambos mantengan su compromiso de hacer "todo lo que se pueda".
"Ella [Mary] ya está muy agotada. El físico no es el de antes y yo hace años la estoy ayudando. Después seguiré yo", concluyó Valery Roslik.