Según The Wall Street Journal, aunque inicialmente el Pentágono planeaba finalizar la importación para 2020, el desarrollo de un reemplazo propio ha resultado en extensos problemas.
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Debido a este retraso, se presenta la cuestión de si las fuerzas armadas estadounidenses tendrán que comprar más motores rusos en un contexto de creciente tensión entre Moscú y Washington. Además, surge la pregunta sobre el "costo y plazos de los programas espaciales del Pentágono, el estado del sector militar-industrial y el crecimiento de la industria espacial comercial", escribe el periodista del diario.
La carrera por el desarrollo de una nueva generación de cohetes portadores más baratos y más potentes en Estados Unidos actualmente está siendo encabezada por United Launch Alliance —empresa conjunta de Boeing y Lockheed Martin—, la compañía de Elon Musk SpaceX y la empresa emergente del director de Amazon Jeff Bezos, Blue Origin.
De acuerdo con el periódico, United Launch Alliance espera a completar el desarrollo y prueba de su propio motor para 2019, y para 2022-2023 planea certificar un nuevo misil que se conoce bajo el nombre Vulcan. Sin embargo, ya se ve que estos planes son demasiado optimistas.
Según los cálculos de WSJ, el desarrollo de un potente motor costará alrededor de 1.000 millones de dólares, mientras que la creación de un completamente nuevo portador de cohetes junto con un sistema de apoyo terrestre costará tres veces más; y todavía no queda claro qué parte de estos costos cubrirá el Pentágono.
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Mientras tanto, las empresas privadas también están enfrentando problemas muy graves, dice el artículo. Así, el trabajo sobre Falcon Heavy de la empresa Space X dura cuatro años ya y está acompañado de "enormes dificultades técnicas". A su vez, Blue Origin este año ha tenido que posponer el desarrollo de su motor de metano, después de que parte de su cohete explotara en el suelo.