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Solo la negociación política puede desbloquear el problema entre Cataluña y España

© REUTERS / Susana VeraBandera independentista catalana
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MADRID (Sputnik) — La forja de la identidad nacional catalana tiene sus orígenes en el medievo, pero fue en 2006 con la campaña del Partido Popular de Mariano Rajoy para frenar la reforma del Estatuto catalán cuando "se rompió el pacto territorial" de la Constitución de 1978, lo que espoleó los ánimos independentistas hasta llegar al escenario actual de desencuentro entre Madrid y Cataluña, del que solo se saldrá con "negociación política", aseguró en una entrevista con Sputnik el historiador Jordi Casassas.

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A pocas horas de la celebración del referéndum de autodeterminación convocado por el Gobierno catalán para este domingo 1 de octubre, Casassas asegura que "sea cual sea el resultado" y "haya o no una declaración unilateral de independencia", "solo la negociación política puede desbloquear el problema".

Antes de abordar la situación actual, este académico, catedrático de la Universidad de Barcelona y presidente del Ateneo de Barcelona —que apoya la convocatoria de referéndum—, repasa los principales acontecimientos históricos que llevaron a la misma.

La importancia de 1714

En primer lugar, Casassas explica que la construcción de la identidad nacional catalana tiene unos "orígenes medievales" que se fueron renovando con "la lucha contra monarquías autoritarias o absolutas" tanto en 1640 con la revuelta de los segadores en Cataluña como en 1714 con la Guerra de Sucesión en España.

"Cataluña defendió en 1714 —y esto está escrito por los propios protagonistas— un modelo de tipo holandés o inglés y por tanto se enfrentó al modelo de estado central de la monarquía absoluta de Luis XIV en Francia", relata este historiador.

Entonces, Cataluña era "una economía de exportación más viva que la española y tenía una tradición institucional pactista, lo que casaba muy bien con esos modelos".

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Sin embargo, las grandes potencias "decidieron cerrar la Guerra de Sucesión en 1713 y Cataluña se quedó sola frente al gran Ejército hispano-francés, que sitió Barcelona con 40.000 efectivos, una cantidad mayor que la de la población de la ciudad".

"Después se produjo el saqueo y la ocupación de una parte de Barcelona, lo que provocó el exilio de una parte de las élites económicas y la instauración de un estado de sitio durante muchos años; esto dejó una herida muy profunda en la sociedad catalana que se fue reproduciendo de padres a hijos", expone este académico.

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Según Casassas, el recuerdo de 1714 continúa "bastante vivo" en la sociedad catalana porque el aplastamiento militar supuso también la "pérdida institucional" de unas estructuras que trascendían los métodos medievales y tenían como norte "un modelo comercial de república", aunque deja claro que ese modelo de república era el del siglo XVIII y nada tiene que ver con el actual.

La represión

En el relato que formula este académico, la "beligerancia del Estado" contra Cataluña con actuaciones como la de 1714 fue decisiva para plantar la semilla de la que posteriormente brotaría una identidad nacional propia.

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En ese sentido, este historiador recuerda la célebre frase atribuida al General Espartero, Duque de la Victoria, que tras atacar la capital catalana en 1842 dijo "hay que bombardear Barcelona cada 50 años para mantenerla a raya".

"Esto se produjo durante el siglo XVIII de una forma sistemática y luego los efectos de la Guerra Civil (1936-1939) dejaron una huella muy fuerte en el sentimiento colectivo", apunta.

Jordi Casassas recuerda que la aprobación del Estatuto de Autonomía catalán por las Cortes republicanas en 1932 y la posterior proclamación del Estado catalán en 1934 fueron dos de los principales factores que espolearon los ánimos golpistas de la ultraderecha en 1936, lo que derivó en la posterior Guerra Civil y la instauración de la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975).

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"La represión sobre Cataluña, sus instituciones, su lengua y cultura fue especialmente dura entonces", asegura Casassas antes de apuntar que no se debe obviar que una élite de catalanes vivió de manera "muy cómoda" durante la dictadura.

La transición

La muerte de Franco en 1975 y la posterior transición hacia un sistema democrático dio como resultado la reinstauración de las instituciones catalanas y la redacción de la Constitución de 1978, que establecía la creación un sistema de administración territorial formado por 17 Comunidades Autónomas, siendo Cataluña una de ellas.

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Este sistema permite a las Comunidades Autónomas tener su propio Gobierno y ciertas competencias específicas, aunque siempre dentro de un marco general establecido por la Constitución y la negociación con el Gobierno central.

"Podemos decir que la transición fue una transición muy forzada por el miedo a la vuelta al pasado dictatorial: el Ejército estaba muy vivo y muy fuerte, el fascismo sociológico era muy fuerte, por tanto, se intentó pactar una Constitución para ir rápido a una monarquía parlamentaria y alejar el peligro involucionista", relata Jordi Casassas.

De esta manera, se redactó una Constitución "con prisas" que "debía liquidar la dictadura" pero seguía reflejando "la mentalidad de esta gente".

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Así las cosas, la Constitución que sirvió para dejar atrás el oscuro pasado de la dictadura, con el paso de los años se convirtió en "una losa" por su "rigidez" y "poca capacidad para adaptarse al paso del tiempo".

"La gente en el siglo XXI quiere participar de forma más activa, lo que desborda los márgenes de esta Constitución", relata Casassas.

La fractura

La narración de este historiador lleva, tras la aprobación de la Constitución de 1978, a señalar el año 2006 como el punto de ruptura entre Cataluña y Madrid.

"La radicalización social que ha significado el resultado de la crisis económica es la espoleta final, pero esto ya venía de 2006 con la gran campaña de recogida de firmas por toda España por parte de Mariano Rajoy y el Partido Popular para llevar al Constitucional una reforma de un Estatuto que había sido aprobada en las Cortes y aprobada en Referéndum", apunta.

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Tras un proceso que duró varios años, el Tribunal Constitucional decidió en 2012 que 14 de los artículos del Estatuto de Autonomía de Cataluña aprobado en 2006 eran "inconstitucionales y, por lo tanto, nulos".

Aunque el Tribunal Constitucional mantuvo la definición de Cataluña como nación en el preámbulo del Estatuto por carecer de efectos jurídicos, los magistrados dejaron sin efecto cuestiones relativas a la administración de justicia, a los mecanismos de financiación de la Comunidad Autónoma o a la designación del catalán como "lengua preferente" en las instituciones públicas.

"Se rompió por parte del Partido Popular el pacto constitucional y territorial; la manipulación política del Constitucional hasta llegar a aquella sentencia motivó que mucha población a la que no se le pasaba por la cabeza el tema de la independencia se decantase por esta opción como una forma de afirmación propia y repulsa a este tipo de políticas", repasa, a grandes rasgos, el historiador consultado por esta agencia.

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Una vez trazado el recorrido que alimentó el actual clima de desafección, este historiador señala que una vez planteado en la escena pública un tema "de tanta envergadura" como la independencia a España solo le queda la opción de caminar hacia "una reforma política a fondo" porque, de lo contrario, su única forma de dar respuesta a la situación será con "represión militar". 

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