Republicanos laicos, defensores de la autoridad del Estado y acusados de "islamófobos", contra "islamoizquierdistas", considerados por los primeros como los "tontos útiles" del islamismo; de nuevo, las dos izquierdas irreconciliables.
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Precisamente uno de los más mediatizados "especialistas" en el islam, el autoproclamado "islamólogo" Tarik Ramadan, ha protagonizado el último detonante de la polémica sobre este asunto en Francia.
Mientras en las televisiones y otros medios Ramadan destila un mensaje abierto y tolerante, en las reuniones y en las redes desvela su verdadero pensamiento. Así, ha llegado a defender la ablación del sexo femenino o a pedir una moratoria sobre la lapidación de mujeres, pero no la prohibición de esa aberración.
A pesar de las denuncias sobre el mensaje oscurantista de Ramadan en Francia, este fue incluso contratado como "experto" por Tony Blair y ha llegado a dirigir una cátedra sobre el islam en Oxford. Además, ha coescrito libros con el filósofo francés Edgar Morin, lo que le ha servido de caución intelectual en los salones parisienses.
O con velo, o violadas
Las acusaciones hay que encuadrarlas en la onda de choque que ha desatado las denuncias de violación y acoso sexual en la industria cinematográfica norteamericana, y que se han extendido a toda Europa.
El semanario Charlie Hebdo dedicó una portada a Ramadan, dibujado con un enorme sexo, del que la caricatura presentaba como "el sexto pilar del Islam". En el siguiente número, la publicación dedicaba su "primera" a un periodista, director del diario digital Mediapart, que ha acompañado a Ramadan en seminarios, presentaciones de libros y otros actos públicos, el ex director de Le Monde, Edwy Plenel, y al que Charlie acusa de haber defendido las tesis de Ramadan y haber justificado su radicalismo, además de silenciar las acusaciones de violación.
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Plenel, cuyo diario no reaccionó durante días a las querellas judiciales contra Ramadan, atacó afirmando que Charlie Hebdo declara "la guerra a los musulmanes". A su vez, el director del semanario satírico denunció a Plenel por lo que interpretaba como "una llamada al asesinato para hacer callar a Charlie de una vez por todas".
Plenel forma parte de toda una generación del mundo mediático e intelectual francés, provenientes del trotskismo y que, más tarde, ante la agonía de la izquierda francesa, decidieron que los musulmanes eran "los nuevos condenados de la Tierra". Propagandistas de su nueva alianza, no dudan en calificar de "islamófobos" a cualquiera que insinúe una crítica al islamismo radical, o incluso al islam. Una nueva fe político-religiosa que nunca aplicaron cuando judíos o cristianos son caricaturizados o son incluso víctimas de asesinatos —los primeros— o de burla, los segundos.
El combate de Manuel Valls

El asunto podría pasar por ser una de las polémicas habituales en Francia, pero es mucho más grave. En un país donde 241 personas han sido asesinadas en los dos últimos dos años en nombre de Alá; en un Estado laico por ley, algunos grupos han decidido que cualquier crítica al islam, que cualquier sugerencia de reforma a la interpretación que algunos imanes radicales hacen del Corán, debe ser silenciada para "no estigmatizar a los musulmanes".
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Una estupidez sociológica y política, pues está claro que la comunidad musulmana francesa, como la de cualquier país occidental, no vota según los preceptos de su religión. Y esos que se presentan como defensores de un supuesto grupo unificado de intereses no condenan los ataques ni defienden a los periodistas, ensayistas y otros intelectuales musulmanes progresistas franceses o no, que viven en su país con escolta policial, por defender los derechos de las mujeres y de las minorías, por defender la libertad que, según ellos, la interpretación y la utilización política de una religión impide disfrutar a los miembros de su misma comunidad.
El Presidente Emmanuel Macron, hasta ahora ha jugado una cierta ambigüedad y no ha entrado de lleno en el problema. Está claro que el método "latino" de denuncia de Valls no cuadra con su política de contentar a todos. El hábito de Presidente le obliga también a ello. Pero no puede permanecer por más tiempo callado ante un debate que genera posturas radicalizadas entre sus compatriotas.
En todo caso, Manuel Valls no se arredra. "Mi discurso molesta a los que no tiene el coraje de abordar el fondo del problema" afirma. "Mejor. El combate por el laicismo es el combate de mi vida".
La izquierda francesa tiene un problema —otro— que hasta ahora no ha querido debatir en profundidad. Los intelectuales, también de izquierda, que desde hace años denuncian la ceguera ante el aumento de la influencia del islam político, han sido calificados de "reaccionarios " o de "ultraderechistas" para cerrar la discusión. Y así, de atentado en atentado, el asunto sigue pudriéndose.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK