El profesor de política internacional de la Universidad Federal del Extremo Oriente de Rusia, Artiom Lukin, aborda la dinámica de la Ruta de la Seda de China que abulta: "la economía de China es ocho veces más grande que la de Rusia", y considera en forma desmedida que en "el largo plazo, esta asimetría económica desarrollará una desigualdad política, con Rusia como Estado tributario (sic) de China a lo largo de la Ruta de la Seda".
Por cierto, en el sesgado Berggruen Institute abundan demasiados aliados del megaespeculador George Soros y faltan genuinos geoestrategas.
El profesor sobredimensiona la parte continental de la ruta de la seda china en su travesía por las estepas de Asia central y Rusia para desembocar en Europa, pero mutila sus otros dos vectores:
1. La Ruta de la Seda Polar, que aborda en forma pasajera y en donde otorga demasiada importancia a la 'liquidez' monetaria de China, "un país casi ártico" y elude el papel determinante que Rusia juega desde hace 10 años;
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2. No cita su parte 'marítima' del Indo-Pacifico que llega hasta la parte oriental de África.
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Asimismo, Lukin concede la relevancia que se merece a la Ruta de la Seda y arguye la atracción de Rusia a partir de la "crisis de Ucrania", lo cual es muy debatible ya que, después de las aperturas de Moscú para integrarse a la OTAN, después de haber sido miembro del G-8 —aunque nunca le fue permitido participar en sus cónclaves financieros, por lo que lo califiqué de G-7,5—, el Kremlin entendió que las intenciones de la cábala de los neoconservadores 'straussianos' en EEUU era su desintegración.
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Sería un grave error de juicio ilusionarse con que la cooperación de Rusia y China se epitomiza solo en la Ruta de la Seda, la cual inició desde el lanzamiento del concepto geoestratégico del RIC (Rusia, India y China) por el ex primer ministro Evgueni Primakov en 1996, y la participación de Rusia y China en el Grupo de Shanghái en 2001.
El autor peca de exagerado economicismo y soslaya el poder militar ruso que le brinda a China su paraguas nuclear.
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Lukin se equivoca al considerar que "como siempre, el principal juego de Moscú es político, más que económico", al no saber diferenciar entre economía y finanzas.
Es evidente que Rusia carece de estructuras financieras que sean competitivas frente a las de EEUU/Reino Unido, Europa y China (aún incipiente) y de las que se ha vuelto aberrantemente dependiente Moscú.
Desde el punto de vista 'económico', Rusia se encuentra prácticamente empatada con Alemania y dispone de enormes reservas de materias primas donde brillan intensamente los hidrocarburos y el oro que no cuentan aún con los apropiados financiamientos para su explotación.
El especialista se basa en el modelo del siglo XIX del Concierto Europeo de naciones que afirma adoptó Rusia para el siglo XXI en Eurasia.
Juzga que "considerando la masa de la población, extensión territorial y potencial militar de Eurasia continental, los tres grandes jugadores deberán manejar en forma colectiva los asuntos económicos y de seguridad de esta mega-región".
A su juicio, "Rusia aspira ser el principal intermediario diplomático y de seguridad en Eurasia, mientras deja a China el papel del líder económico".

Además, Lukin rememora la historia de la Comunidad Europea "cuando Francia actuó como el líder político, mientras Alemania occidental era el motor económico".
Aduce que la "preferencia de Moscú de un nuevo orden euroasiático se refleja en su activismo diplomático, como en su papel prominente para asegurar la admisión de la India y Pakistán al Grupo de Shanghái y su apoyo para la futura membresía de Irán".
Este aserto es discutible ya que fue China la que empujó la admisión de Pakistán a cambio del ingreso de la India por Rusia, mientras que la futura adhesión de Irán goza de la anuencia simultánea de Moscú y Pekín.
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Pone en tela de juicio que "China acepte la idea rusa de que la preeminencia china deba ser restringida y equilibrada dentro de un concierto político de grandes poderes".
Quizá sea excesivo el concepto de 'Gran Eurasia' que conviene a ciertos círculos del agónico poder occidental para confrontar a China y a Rusia por el control euroasiático —añeja idea de Mackinder y Brzezinski—, al estilo decimonónico entre las potencias europeas antes y durante las dos guerras mundiales.
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La desglobalización, al unísono del resurgimiento de nacionalismos políticos y económicos, tiende a regionalismos económicos, pero también a regionalismos políticos, donde cabría el concepto de la 'Gran Eurasia' que sería el reflejo de dos polos necesariamente complementarios, de Rusia y China, frente a EEUU: dentro del nuevo orden tripolar por asentar.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK