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Queda al descubierto el enigma de la 'puerta del infierno' romana

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'La puerta del infierno' fue redescubierta hace solo siete años en la antigua ciudad de Hierápolis, en la actual Turquía, antes parte del Imperio Romano. Era conocida por su 'mágica' capacidad para matar a los animales sanos que se acercaban.

El historiador romano Plinio el Viejo la describía como el 'alcantarillado de Caronte', el mítico barquero del Hades, encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos de un lado a otro del río Aqueronte, desde el que prosiguen al inframundo.

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Es una puerta de piedra que conduce a una pequeña gruta con forma de cueva. Forma parte de una pared alrededor de una arena rectangular al aire libre coronada por un templo y rodeada de asientos de piedra para los visitantes. La cueva era conocida como Plutonium, en honor a Plutón, dios del inframundo.

Los romanos organizaban aquí elaborados sacrificios por creer que era una de las entradas al mundo de los muertos presuntamente esparcidas por la región del Mediterráneo. Se sacrificaban toros saludables que caían muertos sin intervención humana en cuanto llegaban hasta la misteriosa construcción, pero los sacerdotes castrados que los acompañaban regresaban ilesos. Ahora, un nuevo estudio del antiguo lugar sugiere que estos 'milagros' pueden tener una explicación geológica.

La investigación publicada por la revista de Ciencias Arqueológicas y Antropológicas demuestra que una fisura en la superficie de la tierra en la ubicación de la puerta emite dióxido de carbono a concentraciones tan altas que pueden resultar mortales.

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Al usar un analizador de gases portátil, Hardy Pfanz y su equipo de vulcanólogos encontraron CO2 en niveles que oscilan entre el 4% y el 53% en la boca de la cueva y hasta el 91% en el interior, más que suficiente para matar organismos vivos.

El geógrafo griego Estrabón, que vivió entre el año 64 a.C. y el 21 d.C., ya reconocía que esta reacción estaba relacionada con la emisión de algún gas: "El espacio está lleno de un vapor tan neblinoso y denso que apenas se puede ver el suelo". No obstante, a Estrabón le desconcertaba el hecho de que afectaba a los animales pero no a los sacerdotes. El geógrafo se preguntaba si esto era debido a la divina providencia o simplemente tenía que ver con que los humanos evitaban aspirar el aire.

La investigación de Pfanz agrega otra posibilidad: el hecho de que los animales y los sacerdotes tienen diferentes alturas. El CO2 es más pesado que el oxígeno, por lo tanto se deposita más cerca del suelo, formando un lago de gas tóxico. Así, las narices de los animales estaban directamente en el lago de gas, mientras que los sacerdotes eran más altos y no tocaban el lago.

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