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El 'narcocorrido': la banda sonora de un México feudal en pleno siglo XXI

CC0 / PxHere / El narcotráfico
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La cultura no se ha mantenido ajena a la violenta realidad que vive México, un país sumido en la llamada Guerra contra las Drogas. De este tormentoso contexto surge el narcocorrido, una expresión musical con raíces en la música tradicional del siglo XIX, que actualmente refleja asesinatos, peleas y exaltación a las armas.

El narcocorrido ha logrado insertarse una vez más en los medios internacionales gracias a las sanciones que EEUU impuso a 'Chucho Pérez', un mexicano acusado de blanquear fondos ilícitos provenientes del narcotráfico, por ejemplo a través de la representación de los principales cantantes de este género.

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De acuerdo con el Departamento del Tesoro, Pérez "ayuda al Cártel de Jalisco Nueva Generación y Los Cuinis a explotar la industria de la música mexicana y a lavar los dineros procedentes de la droga y glorificar sus actividades".

Para conocer más sobre este fenómeno musical, Sputnik dialogó con la doctora Catherine Héau Lambert, investigadora del Instituto Nacional de Arqueología e Historia de México, quien se ha dedicado al estudio de la música popular mexicana y ha publicado varios artículos sobre el tema.

Según la experta, el corrido es una expresión de la cultura oral del México de fines del siglo XIX, ampliamente extendida hasta la década de 1950 y particularmente popular durante la Revolución mexicana (1910) y los años que siguieron.

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Inicialmente eran utilizados a modo de gacetas, para comunicar hechos en las comunidades locales, pero también como una estrategia para que los hombres cortejaran a las mujeres, pues en una época con una fuerte división de sexos no se permitía la comunicación directa. La mayoría de los corridos relevados por la académica se insertan en este tipo.

En la Revolución, el corrido se utilizó para "ensalzar" a los héroes que combatieron, como Emiliano Zapata o Pancho Villa y expresar las novedades. Con el advenimiento de la radio y los medios masivos de comunicación a mediados del siglo XX, estas piezas musicales perdieron popularidad durante un período de dos o tres décadas, hasta que el narcotráfico entró en la ecuación.

"El corrido era muy rural y muy propio de los campesinos. Resurgió en los 70, con los Tigres del Norte, originarios de Sinaloa pero que viven en EEUU. Lo utilizaron ya no para ensalzar a héroes o personajes, sino a los narcotraficantes", dijo Héau Lambert.

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De cierta manera, es heredero del corrido tradicional mexicano en cuanto a la forma —comparte la matriz musical y los versos octosílabos, una extensión marcada por la propia respiración—. Sin embargo, la temática incluida en sus letras ha variado por completo.

Existen tres períodos que marcan la historia del narcocorrido. La primera generación, que data de los años 1970 y 1980 "valora mucho al personaje que se atreve a ir contra la policía o que matan a los militares en los controles de las carreteras". No se centran personas particulares, sino en los representantes del Estado.

Los narcocorridos de esa época provenían de Sinaloa, donde el narcotráfico tiene mucho poder. Sin embargo, se propagaron con éxito en los 'barrios bravos' de la Ciudad de México, como Tepito.

"La gente se identifica con esos bravucones que se atreven a ir contra el Estado. Se vendieron millones de copias. El corrido inicial era muy local, pero el narcocorrido ya en cassettes se encontraban en todas las salidas de los metros de México por cientos de miles", comentó la experta.

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Quienes escuchan esta música no necesariamente son narcos o drogadictos, pero en general se trata "de una población juvenil que no encuentra un espacio en la sociedad". En la escucha, encuentran un modo de protestar de manera pacífica.

De este auge del narcocorrido se entra en la segunda etapa, en la que "se empieza a exaltar al narco que logra vivir muy cómodamente" en una voraz sociedad de consumo. El tráfico de drogas no es el punto central, sino su manera de enriquecerse. En una sociedad tan desigual como la mexicana, es la manera para el pobre "de tener acceso a un consumo que no podría aspirar" de otra manera.

"No importa cómo hacen su fortuna [los personajes de los narcocorridos]: lo importante es que hayan logrado ser millonarios. Se exalta al narco como un hombre exitoso", puntualizó la académica.

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Paralelamente con el inicio de la Guerra contra las Drogas en 2006, ya no se elevan personajes ni se protesta contra el Estado, sino que se le canta a la violencia. Esto, dijo Héau Lambert "es muy problemático y complicado de analizar".

"Pienso que es [popular] en un segmento de la población que no tiene los recursos para adquirir lo que le ofrece sociedad de consumo. Esos jóvenes están expuestos todos los días a un marketing agresivo a través de los medios masivos, pero ellos no pueden comprar. Eso origina una gran frustración y cierta tensión social", opinó la profesora.

​Más recientemente, en los llamados 'corridos alterados' es visible una violencia "pura y gratuita", expresada en una exaltación de las armas que no refleja la tensión social, sino que remite al problema "de la impunidad y la libre circulación de armas en México".

"Todas las portadas son cantantes ya con un [rifle A]R-15 bañado en oro y cosas por el estilo. Efectivamente refleja la situación actual de México, donde la violencia avanza sin freno y cada 17 minutos hay un asesinato", indicó.

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Por ejemplo, 'Escuela del Virus Ántrax', un corrido del grupo 'Calibre 50' que refiere al homónimo brazo armado del cártel de Sinaloa cuenta la historia de alguien que "fue entrenado para matar, levantar, torturar con estilo y con clase", patrocinado por el "señor comandante".

O también 'El Caballo R-15', de 'Los Reales del Valle'. Una escucha inocente llevaría a pensar que se le canta al corcel de un capo llamado Javier, cuyo "pelaje bien le brilla con los rayos de la luna donde Javier ha jugado, ha ganado una fortuna. Su reloj chapeado de oro, de plata, sus herraduras". Pero al final, si cabía algún tipo de duda, aclara que es un rifle AR-15,  "por todos muy conocido: el orgullo de Javier amigo de los amigos".

Y si en 1910 se narraba cómo los héroes de la Revolución se batían en el campo por el país, 'Los Tigres del Norte' cantaron en 'Muerte Anunciada' la muerte de Pablo Escobar, un sarcástico homenaje (tal vez una celebración) de la muerte del narco colombiano en 1993.

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​En sí, "el corrido no provoca la violencia", sino que es un reflejo de la coyuntura social: "Es un síntoma y no la causa", subraya. Para la investigadora es "muy problemático" porque "banaliza y naturaliza" el triste mal que atraviesa el país, donde prevalece "la ley del más fuerte y la vida no vale nada".

En respuesta, los Gobiernos estatales han tomado medidas como sanciones a quienes los escuchan y prohibiciones de transmitirlos en radios o de presentarlos en espectáculos. Pero esto genera aún más interés y no es difícil encontrar listas de reproducción en Spotify o clips en YouTube.

"El narcocorrido es contra el Estado. Si me lo prohíben, pues con más razón lo voy a escuchar. Hay mucha frustración, es una sociedad muy desigual. Para muchos, hacer dinero solo es posible  mediante el tráfico de drogas. No hay empleo y cuando hay, está mal pago. La única salida es totalmente marginal, pero es la que hay", comentó.

​Y en México, "mucha gente vive de eso", no solo quienes se dedican al narcomenudeo y no ven reparos morales en esta actividad, que ven apenas como un medio para llegar al éxito a través del consumo. Como ejemplo, la investigadora puso a la industria turística.

"Si empezamos a atacar a los narcotraficantes tumbamos toda la construcción de hoteles. Va mucho más allá del puro corrido. Es muy complejo, en sí no es una historia de consumo de drogas sino un problema social", afirmó.

En las calles de México, los narcocorridos suenan a todo volumen de los parlantes de los autos. Un gesto que es de por sí una protesta, más allá de la letra "estéril" de cada canción, según Héau Lambert.

​"Se tratan de tener acceso al dinero y al poder, pero no transformando la sociedad, porque no gritan la injusticia. La resienten y la expresan virtualmente, pero sin realmente denunciarla. (…) Es decir solamente 'Quiero mi parte del pastel', pero ahí no hay ninguna crítica", comentó.

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Así como la lucha de cárteles de narcotraficantes se ha transformado en una guerra territorial, también los grupos que cantan este tipo de corridos han incurrido en una batalla campal que se ha extendido por todo el país. Más allá de los límites oficiales administrativos que se enseñan en las escuelas, las extensiones de los cárteles marcan en un alto grado la organización del territorio.

"Los cantantes se pelean entre sí y se matan. Por ejemplo, si uno de Sinaloa va a Tamaulipas y le canta a un narco de su región, a la salida lo matan. Hay varios cantantes que han terminado en esta situación porque se equivocan territorio. Es tremendo, porque es totalmente feudal", describió.

Cuando se mueren quienes están en el vértice de esta pirámide, quienes están por debajo "recuperan espacios de poder pequeños". Así, se vuelven capos que quieren expandir su influencia, dando origen a "una guerra imposible", tanto en la campo —donde se cultiva la droga— como en la ciudad —donde se disputan la provisión al menudeo—. En medio, está la gente, víctima de las balas perdidas.

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"Es una relación feudal. Uno se pregunta para qué sirvió la democracia, el siglo XIX, implementar una República, cuando volvemos una situación casi medieval donde rige la violencia y el que tiene el poder de las armas tiene el control de los territorios", aseveró.

Según la experta, el fenómeno de los narcocorridos es importante para poner el énfasis en la cultura popular al momento de hacer sociología historia o antropología, ya que este factor no se suele tomar en cuenta.

"Tenemos una tendencia de ir a 'lo culto', descuidando justamente lo que pasa abajo nos habla mucho de la situación real. Yo creo que hay que estar muy atentos a los movimientos culturales populares, que vienen de abajo", concluyó.

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