"Se trata de una guerra comercial a gran escala y, probablemente, larga. Ninguna de las dos partes quiere ceder. Se trata de una cuestión de prestigio para ambos países. Una cuestión de beneficio económico. Lo que está en juego es mucho y ahora se hace difícil decir cómo pueden terminar estas negociaciones", explica.
Las recientes declaraciones provenientes de Pekín y de Washington refuerzan la tesis del politólogo y confirman las aspiraciones de Donald Trump y de Xi Jinping. Por una parte, con Jinping China se ha convertido en un Estado fuerte. El mandatario ha alcanzado los principales objetivos estratégicos que se puso por delante: transformar el país en un Estado medianamente rico y, partiendo de ahí, poderoso, moderno, fuerte y democrático, explica Larin. Por otro, la estrategia de Trump no dista demasiado de la de aquel. Sus objetivos son económicos y puramente nacionales. También geopolíticos. De ahí que ambos países choquen constantemente.
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La opinión de Larin coincide con la de Li Kai, especialista en la Universidad Financiera de Shanxi (China).
"Auguro que esta ronda de conversaciones solo va a ser el inicio de un largo proceso de negociaciones. Eso demuestra que [EEUU y China] nada más acaban de empezar a mostrar sus cartas y que cada uno espera lograr el mejor resultado", señala.
Desde el Ministerio de Comercio de China aseguran que la intención del país es solo defender los derechos y los intereses legítimos de China. Su portavoz, Gao Feng, ha señalado que Pekín está listo, incluso, para aumentar las importaciones —también las de EEUU—, y ha expresado que espera que Washington no imponga barreras comerciales innecesarias y trate a China objetiva y justamente.
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Los legisladores estadounidenses, a su vez, exigen a China que detenga "las prácticas comerciales desleales", publica Bloomberg. Según los estadounidenses, esa práctica desleal es la principal razón del enorme déficit comercial de EEUU.
