No hay plazo que no se cumpla. El Gobierno de Enrique Peña Nieto está a punto de fracasar en su intento de materializar una segunda versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) junto con sus pares de Canadá y EEUU. Si el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, no logra pronto un acuerdo definitivo, la renegociación del TLCAN pasará a ser una responsabilidad del próximo presidente de México, quien tomará posesión el 1 de diciembre de este año.
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Los resultados alcanzados hasta ahora son muy pobres. Las rondas de negociaciones comenzaron en agosto de 2017 y apenas se han concluido seis de un total de 30 capítulos. El calendario electoral de EEUU está ejerciendo una fuerte presión sobre los equipos de negociación. Es que la Administración del presidente Trump necesita, por una parte, tener mayoría en el Congreso y, por otra parte, cumplir con los tiempos fijados por la Autoridad de Promoción del Comercio (TPA, por sus siglas en inglés).
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En el plano externo la principal oposición viene de México. Los capítulos de mayor controversia no han registrado avances. Las reglas de origen del sector automotriz, por ejemplo, se mantienen como uno de los ejes de la disputa que impiden hasta la fecha alcanzar un acuerdo definitivo.
Si bien semanas antes los medios de comunicación habían manejado la información de que el Gobierno de Trump se había flexibilizado en sus demandas sobre el tema, hasta el momento las contrapropuestas presentadas por Canadá y México han sido rechazadas por el equipo de negociación estadounidense.
Chantajes de Trump alientan especulación contra el peso mexicano
Para imponer sus condiciones, Trump se ha valido de una de sus armas predilectas para salirse con la suya: el chantaje. Desde el comienzo de las negociaciones, el magnate de Nueva York ha venido publicando diversos mensajes a través de Twitter en los que ha señalado que tanto Canadá como México han venido sacando ventaja de EEUU de mala manera desde que entró en vigor el TLCAN.
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AMLO y su defensa de la soberanía nacional
Las relaciones con EEUU se han vuelto uno de los temas más candentes de la campaña electoral mexicana. Y no es para menos, pues no se trata únicamente de la renegociación del TLCAN, sino de redefinir la relación bilateral y poner un alto a los agravios lanzados por el ejecutivo estadounidense.
Pronunciamientos contundentes de parte del Gobierno han brillado por su ausencia. Ante la amenaza de desplegar elementos de las Fuerzas Armadas de EEUU en la frontera, el senado mexicano solicitó suspender la cooperación bilateral en materia migratoria y de seguridad en tanto Trump no se condujera con respeto. El presidente Peña Nieto no se atrevió a adoptar el exhorto de los legisladores.
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La embestida de Trump en contra de los mexicanos no es un asunto menor y AMLO lo sabe. No por casualidad el político tabasqueño eligió una ciudad fronteriza para iniciar su campaña electoral rumbo a la presidencia. Desde Ciudad Juárez, Chihuahua, AMLO expresó a principios de abril que, una vez convertido en presidente, "México no será piñata de ningún Gobierno extranjero".
Un Gobierno encabezado por AMLO no permitiría injerencias extranjeras. Además, en este documento y en numerosas entrevistas, AMLO ha puesto en claro que la relación bilateral que el nuevo Gobierno de México propondrá a EEUU tendrá como eje la 'cooperación para el desarrollo'. Su objetivo es que la relación bilateral deje de poner énfasis en los asuntos de seguridad y defensa para, en lugar de ello, convertir a EEUU en un aliado que promueva el desarrollo económico del país.
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Más allá de la renegociación del TLCAN, la promesa de AMLO es devolver a México su grandeza. Y para ello, no hay mejor fórmula que defender la soberanía nacional sobre los recursos naturales y, sobre todo, actuar con plena libertad a la hora de tomar decisiones, sin intromisiones de ningún Gobierno extranjero. No obstante, resulta difícil pensar que AMLO conseguirá convencer a Trump de que a Washington le conviene convertir a México en una 'potencia mundial'. Todo proyecto político que busca enaltecer la soberanía y dignidad nacionales ha sido incompatible con el imperialismo auspiciado no solamente por Trump, sino por las altas esferas del poder estadounidense.
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