El gigante suramericano vuelve a la normalidad lentamente y las manifestaciones de transportistas carreteros y trabajadores petroleros empiezan a quedar atrás. En un rápido recuento, las pérdidas para la economía del país son importantes: "20.000 millones de dólares" estimó como mínimo el economista Gustavo Segré, profesor de la Universidad Paulista y socio director de la consultora Center Group.
"El país quedó mal desde el punto de vista económico. Esto sin contar el impacto que tendrá tributariamente la reducción (del precio) del diésel y la baja de los impuestos a las que el gobierno de Temer tuvo que acceder", destacó.
Hay además un impacto en el crecimiento que el país tenía proyectado, agrega Segré. "Nosotros suponíamos que iba a ser del 2.4% y probablemente se pierda un poquito de eso", analizó en diálogo con Sputnik.
La presión fue suficiente, y el impopular gobierno de Michel Temer reaccionó acordando un subsidio para recortar en 10% los precios del diésel por 60 días, y una baja de los precios de los peajes entre otras medidas. A esto se sumó este viernes primero de junio la renuncia del presidente de la petrolera estatal Petrobras, Pedro Parente, señalado como uno de los principales causantes del constante aumento de precios.
A criterio del profesor Danilo Silvestre, analista político brasileño, el país debe replantearse la importancia del sector y el plan de distribución de mercancías. Pero más allá de lo particular del sector, el saldo más importante de los reclamos, es la impopularidad y la falta de capacidad de gestión del presidente.
"El Gobierno no estaba preparado y demostró su debilidad frente a la población. Dijeron que usarían las fuerzas federales como la policía o las fuerzas armadas para acabar con la huelga pero cuando fueron llamadas, no hicieron nada. Una vez más mostraron su debilidad y la sociedad quiere que se vayan", dijo a Sputnik.