"Comienzo una frase en francés y la terminó en holandés, y le intercalo algo de español, portugués o lingala, dependiendo del barrio en el que estemos", pero "soy belga. Todos lo somos. Eso es lo que hace grande a este país, ¿correcto?". Esto escribía una de las figuras de Rusia 2018, el delantero Romelu Lukaku, en una nota publicada el 18 de junio por el medio digital La Tribuna de los Jugadores.
Lukaku es belga de nacimiento, a igual que Kylian Mbappe o Samuel Umtiti son franceses. Sin embargo se los define por el origen de sus padres, en una de las tantas demostraciones del racismo encubierto que existe en Europa, según advierte la experta en estos temas Raquel Rodríguez Camejo.
"No se debería poner tanto énfasis en eso porque en definitiva han sido tildados desde que empiezan a educarse en el país como que no son franceses o belgas: ‘Si son negros, son africanos…' pero cuando les va bien son franceses y cuando les va mal son africanos".
En este sentido, Rodríguez enfatiza que "hay una contradicción que es constante y tiene que ver con el discurso político de lo que es Europa. El otro dia escuchaba decir al presidente del Parlamento Europeo algo así como que ‘el sueño europeo puede desaparecer frente a la inmigración' y estaba hablando de la seguridad dentro de Europa y evitar que entre el de afuera".
Mientras tanto, en el fútbol las nacionalidades parecen no tener relevancia cuando de gritar un gol se trata. Rusia 2018 ha sido una claro reflejo de esto. Y uno de los ejemplos es Inglaterra, que logró meterse entre las cuatro mejores selecciones del planeta.
Para su entrenador Gareth Southgate la integración del equipo "representa la Inglaterra moderna", con 11 de sus 23 jugadores con ascendencia africana o caribeña, siendo la selección inglesa más diversa de la historia.